Repetir la palabra ajena, al lado del silencio, es uno de los síntomas más frecuentes en las patologías del lenguaje. Tradicionalmente denominada ecolalia, esta repetición es entendida como producción no intencional, inconsciente, que no es representativa de conocimiento objetivo de la realidad. Es apenas un eco: un habla que para nada sirve.
Desde una perspectiva linguística más moderna, que toma la palabra como algo de la instancia discursiva, la repetición puede tener una outra interpretación.
Del interior del concepto de enunciación sobreviene la idea del sujeto incompleto y del lenguaje incompleto, determinando para el lenguaje una génesis que nada más es, sino el brotamiento de un funcionamiento do tipo simbólico en que la repetición queda como un acontecimiento fundamental, necesario. Rescatada por esta linguística, la repetición permanece, exigiendo análisis. La patología del lenguaje muestra una repetición cuyo destino es diferente. Lejos de ser una ocurrencia fundamental, ella revela su perverso poder, ya que quita de la palabra su posibilidad de sobrevenir un decir.
La repetición, ocurrencia fundamental, pierde su carácter original y significa el patologico. Queda excesivo el lado conservador de las pulsiones, oscureciendo la heterogeneidad del sujeto, interrumpiendo cualquier anarquía en el funcionamiento pulsional, fuente de la diferencia necesaria. La palabra es una invención: por su carácter polisemico ella es siempre una solución inédita. Cuando los niños repiten la palabra de outro, es como si él la hiciese suya, estableciendo la diferencia. En la patología, de diferente modo, los niños hácen suya la palabra ajena y, asi, deja de ser una invención, porque queda distituida de la posivilidad de instaurar el nuevo. Acaba la dialectica condicional entre invención y repetición: surge la muerte de la palabra.