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Relaciones Cuba-África: marco para un bojeo bibliográfico

Cuba-Africa relations: bibliographical references

Les rélations entre Cuba et l’Afrique: point de repère pour une ébauche bibliografique

Resumos

O autor propõe um marco bibliográfico para o estudo das relações de Cuba com a África, passando em revista o que há de mais pertinente na produção nacional e estrangeira. Aponta somente fontes, temas, enfoques, análises e, sobretudo, lacunas nesta produção.

relações Cuba-África


The author proposes the creation of bibliographical references for the study of the relations between Cuba and Africa, taking into consideration what it is most pertinent in the national and foreign publications. It is pointed out sources, themes, points of view, analysis, and most of all, omissions on these publications.

Cuba-Africa relations


L’auteur se propose à créer un point de repère bibliographique pour l’étude des relations de Cuba avec l’Afrique, tout en examinant ce qu’il y a de pertinent dans la production nationale et étrangère. On n’y decèle que les sources, les thèmes, les lacunes dans cette production.

relations entre Cuba et l’Afrique


Relaciones Cuba-África: marco para un bojeo bibliográfico

Cuba-Africa relations: bibliographical references

Les rélations entre Cuba et l’Afrique: point de repère pour une ébauche bibliografique

David González López

RESUMO

O autor propõe um marco bibliográfico para o estudo das relações de Cuba com a África, passando em revista o que há de mais pertinente na produção nacional e estrangeira. Aponta somente fontes, temas, enfoques, análises e, sobretudo, lacunas nesta produção.

Palavras-chave: relações Cuba-África.

ABSTRACT

The author proposes the creation of bibliographical references for the study of the relations between Cuba and Africa, taking into consideration what it is most pertinent in the national and foreign publications. It is pointed out sources, themes, points of view, analysis, and most of all, omissions on these publications.

Keywords: Cuba-Africa relations.

RÉSUMÉ

L’auteur se propose à créer un point de repère bibliographique pour l’étude des relations de Cuba avec l’Afrique, tout en examinant ce qu’il y a de pertinent dans la production nationale et étrangère. On n’y decèle que les sources, les thèmes, les lacunes dans cette production.

Mots-clés: relations entre Cuba et l’Afrique.

1. Los estudios sobre "África en Cuba" y "África en África"

La presencia africana en el ethnos nacional cubano, y el llamado "problema negro", generaron mucha literatura de factura cubana desde el siglo XIX. Esa producción fue estimulada por la controversia mayor que enfrentó a esclavistas y abolicionistas en la sociedad colonial cubana. Pero el interés por el tema de "África en África", dominado durante siglos por la academia europea, demoraría en emerger en Cuba. Tanto la condición colonial-dependiente de África y de Cuba, como el desprecio por la cultura africana esparcida a la diáspora, y los rumbos y prioridades de la sociedad cubana desde 1902 determinaron que, hasta mediados del siglo XX, sólo interesaran los nexos de esta isla-nación con Europa (España en primerísimo lugar), Norteamérica y América Latina.

Cuba no fue excepción latinoamericana en cuanto al abordaje indirecto del estudio del África en la primera mitad del siglo XX — indirecto tanto por el recurso a obras europeas como por el interés centrado en comprender el impacto latinoamericano de la llamada cultura negra.1 1 . En torno a ese interés giraron las obras monumentales de Don Fernando Ortiz (en perspectiva criminalística primero, luego más ampliamente antropológica), de José Luciano Franco (en la histórica) y de Lidia Cabrera (más específicamente volcada hacia la religión), por sólo citar a los de producción más prolija y duradera hacia mediados del siglo XX. Hubo, eso sí, escritos de inspiración política debidos sobre todo al arraigo de los ideales panafricanistas en ciertos intelectuales cubanos.2 2 . Véanse, v.g., los artículos de denuncia que José L. Franco publicó en la prensa cubana a raíz de la invasión de la Italia fascista a Etiopía.

Como en las demás sociedades con fuerte componente negro en nuestra orilla del Atlántico, la explosión de las independencias africanas en los albores del decenio 1960-1969 impulsó — de nuevo — la revalorización del aporte cultural transplantado, y (con la excepción de la producción bibliográfica en EE.UU., donde emergían los "estudios regionales")3 3 . Por cierto, incluso en los propios Estados Unidos el inicio con fuerza de los estudios de "África en África" pasó casi inadvertido frente a la avalancha de bibliografía centrada en la lucha por los derechos civiles de quienes comenzaban a autodenominarse "afronorteamericanos". sólo en menor medida el estudio del África misma. En Cuba, Brasil y otros países latinoamericanos y del Caribe anglófono en tránsito hacia la independencia, una nueva generación tomó el relevo de los estudios de la cultura negra en sus respectivas sociedades (desplazándose por lo general hacia un ángulo político-movilizador), hasta el punto que, todavía a principios del siglo XXI, en nuestras tierras el vocablo "africanista" sigue evocando en las mentes al estudioso de "África en América" primordialmente.

La abundante bibliografía referida al problema negro en Cuba y a los aspectos afrocubanos de nuestras cultura y sociedad no figura en la revisión bibliográfica que pretendemos. Pero ningún esfuerzo por reconstruir la historia de los nexos Cuba-África puede pasar por alto ni el peso del aspecto afrocubano en la relación posterior de Cuba con África ni la abundante bibliografía e interés que esos temas despertaron, antes y después de que el gobierno revolucionario ampliase sus vínculos con el continente africano.4 4 . Baste recordar la frecuente referencia a nuestra esencia latinoafricana en el discurso oficial cubano después de 1959.

2. Los Albores del Estudio Cubano de "África en África"

No quiere esto decir que el estudio de "África en África" haya estado del todo ausente de Cuba — ni del resto de América Latina — en la primera mitad del siglo XX. Lo que quiere decir es que no fue sino a partir de 1960 que los propios estudiosos de la cultura negra en América se beneficiaron de un nuevo contexto y de una nueva atmósfera que les facilitó — e hizo prácticamente inevitable — el abordaje de fuentes completamente nuevas (en primer lugar africanas) y la exploración de ángulos novedosos del problema, revelados por la escolonización en marcha indetenible.5 5 . No siendo éste el asunto central del presente trabajo, no mencionaremos otros nombres entre los numerosos "afrocubanólogos" de obra posterior a 1959. Baste decir que los más representativos tuvieron mayor acceso que sus predecesores a una variedad de fuentes para el estudio de África de autoría extranjera, e incluso a trabajos de terreno en la propia África, y ello se reflejó en un interés creciente por África misma, aun en la perspectiva afrocubana. Al propio tiempo, el florecimiento de los estudios afrocubanos en cierto modo dificultó el surgimiento de una africanística centrada exclusivamente en asuntos africanos — y no afrocubanos — en la propia Cuba.

En Cuba, el creciente interés por África se patentizó de inmediato en el mayor relieve brindado a la producción o reimpresión de bibliografía africanista desde una óptica nueva6 6 . El triunfo de la revolución cubana en 1959 dinamizó singularmente el proceso, entre otras razones, por: (a) la reestructuración radical de las relaciones raciales internas; (b) la vocación tercermundista que atraía a la sociedad cubana a los estados africanos emergentes; (c) la extraordinaria política editorial que impulsó enormes tiradas a bajísimos precios de venta, e hizo proliferar — entre otras — obras de temas africanos y afrocubanos. y que incluyó a autores africanos, como el muy temprano Ben Barka (1967) o los 10.000 ejemplares del voluminoso Touré (1970). También tuvieron especial demanda y autoridad las ediciones cubanas de historiadores o politólogos africanistas de otras partes del mundo; así, v.g., Suret-Canale (1963), Woodis (1963) y Fanon (1966) influirían en la primera generación de estudiosos cubanos de "África en África" surgida inmediatamente después de 1959. Por demás, casi todas las publicaciones periódicas especializadas cubanas dedicaron, de tiempo en tiempo, números completos al quehacer africano: baste hojear, v.g., Referencias (1972). Mención aparte merecen los varios centenares de obras literarias africanas publicadas sobre todo por la Editorial "Arte y Literatura" a partir del decenio de 1960-1969, muchas de ellas en primeras traducciones al español,7 7 . La selección abarcó lo más destacado de la producción literaria africana. Autores tales como el senegalés Sembén (1975, 1976, 1989), el nigeriano Achebe (1975, 1976, 1984), o el sudafricano La Guma (1977, 1979, 1982), enterrado en Cuba, (por sólo mencionar a algunos) vieron publicarse lo mejor de su producción. Aun antes de la consagración de Soyinka (1987) con el Premio Nóbel, la editorial había publicado su voluminoso Teatro. así como las antologías de perfil didáctico, tales como Literatura del África contemporánea, Narrativa Africana (selección y prólogo de los profesores de la Universidad de La Habana Colette Fayolle y Samuel Goldberg) y M. Fernández (1987), texto para estudiantes de Filología. Más allá, el extraordinario nivel de atención de los medios de difusión cubanos a los sucesos africanos en curso tuvo enorme impacto en la sociedad cubana.

No por casualidad, también aparecieron en esos años tempranos los primeros libros que se aventuraron a explicar, desde una perspectiva cubana, la marcha del África hacia la descolonización.8 8 . Aquí estaríamos registrando las obras que marcaron el nacimiento — en propiedad, en perspectiva histórica o politológica — del estudio cubano de "África en África" inmediatamente posterior a 1959. Entre ellas hay que mencionar a Bayo (1961, 1962, 1963, 1965), que tuvieron el mérito de brindarle abundante información desde un ángulo solidario y en lenguaje asequible a un público cubano amplio. Luego aparecerían obras científico-didácticas para la enseñanza, Entralgo (1974) y Amuchástegui (1984-1988). Pero mucho mayor — y quizás de impacto más duradero — que la escasa literatura de autores cubanos de entonces sobre temas africanos haya sido el interés masivo que se despertó entre los cubanos sobre los acontecimientos africanos.9 9 . La acumulación de artículos en la prensa cubana sustentó obras mayores en la primera mitad del decenio de 1960-1969, y (no por azar) escritas por periodistas, como Benítez (1964). Por muchos años serían precisamente los periodistas quienes más libros de temas africanos publicarían. La consiguiente acumulación de conocimiento se traduciría en hechos palpables en los decenios siguientes.

Esa acumulación fue, en primer término, producto de la orientación radicalmente distinta que adoptó la política cubana a partir de 1959, tanto en lo referido a las relaciones raciales internas como a sus opciones de política exterior. Por ello, las circunstancias que rodearon la independencia de Angola el 11 de noviembre de 1975 no marcaron el inicio, sino un impulso a la atención que Cuba ya venía dedicándole al África desde 15 años antes.10 10 . A partir de 1975, en efecto, se dinamizan las publicaciones: V.g., El Partido Democrático de Guinea: Extractos de obras y Hala Nelson Mandela, y también Breve Historia de África (redactada por encargo del FRELIMO) y Sudáfrica hoy: enfoques sobre su situación política, producida por el PCSA. Las obras empezaron a acusar una multiplicación temática y disciplinaria, y creciente profundidad de análisis: véanse, v.g., Oramas (1977), Morejón (1979), J. Fernández (1981), S. Castro (1986) y Nápoles (1988); la colecta de tradiciones orales africanas produjo obras como las de R. Martínez (1977) y Fuentes (1982); el tema del Panafricanismo reemergió pujante, en Sarracino (1988) y Entralgo (1989).

A partir de la segunda mitad del decenio 1970-1979 se estaba produciendo también una proliferación de instituciones de investigación y estudio que benefició el quehacer africanista: en 1979 se fundó el Centro de Estudios de África y Medio Oriente (CEAMO), cuyos investigadores publicarían i.a. C. González (1985, 1986 y 1988); D. González (1987); Z. Domínguez (1989), y los colectivos de autores Cambio y contrarrevolución en África meridional y África en dificultades. En el decenio siguiente apareció el Centro de Investigaciones de Asia, África y América Latina (CIAAAL) de la Academia de Ciencias de Cuba, que funcionó varios años, y cuyo personal produjo, v.g., Oquendo (1990). Del Instituto de Literatura y Lingüística, también de la Academia de Ciencias, merece mención S. Valdés (1990).

Lamentablemente, las serias dificultades económicas experimentadas por Cuba a partir de 1990 se reflejarían en una virtual parálisis de la industria editorial por varios años, que afectó seriamente la publicación de bibliogrfía africanista11 11 . Publicaciones tales como Revista de África y Medio Oriente, Estudios y Compilaciones y Enfoques, del CEAMO, dejarían de aparecer regularmente. , apenas visible gracias al auxilio de la colección "Pinos Nuevos" de la Editorial Ciencias Sociales, que publicó, i.a., Pulido (1996) y P. Rodríguez (1996). Sólo en vísperas del nuevo milenio comenzó un proceso de recuperación en la producción impresa africanista.

Si aún no pasamos al tema de la producción bibliográfica sobre las relaciones Cuba-África, es la necesidad de sentar el marco más amplio de los estudios africanos en Cuba.

3. La demora de los estudios sobre las relaciones Cuba-África

En efecto, lo que faltó hasta la segunda mitad del decenio de 1970-1979 fue la aparición de obras que, más allá del discurso oficial, desde una óptica politológica o histórica, trazaran el decursar de los vínculos Cuba-África y debatieran su sustentación y coherencia. Esta laguna iba a tener consecuencias más allá de los medios académicos. La primera de ellas fue que, a la altura de 1975, cuando la "Operación Carlota" en Angola redimensionó de golpe la política africana de Cuba, pocos espectadores fuera de Cuba o del África estaban preparados para interpretar esa acción como una lógica continuación — tras una larga acumulación de hechos y nexos — de la política del gobierno revolucionario cubano. De ahí que, como segunda consecuencia, en el terreno de la lucha de ideas, la polémica en muchos medios académicos fuera de Cuba se centrase sobre todo en la interpretación apresurada de las acciones y declaraciones oficiales de los distintos gobiernos que tomaron posición respecto a esos acontecimientos, presentados a menudo de manera parcializada y sensacionalista en los grandes medios de prensa mundiales.

Por cierto, que — una vez pasado el instante más crítico de la controversia — las obras de varios académicos occidentales que habían venido ofreciendo interpretaciones alternativas a las de sus gobiernos sobre la naturaleza de la lucha de liberación en las colonias portuguesas influyeron en la revalorización posterior de los acontecimientos que rodearon su descolonización; fueron los casos de los norteamericanos Marcum (1969,), Bender (1978), Isaacman (1983) y Minter (1972), así como los británicos Birmingham y Davidson (1972). De otro lado, cierto número de exponentes de la africanística occidental expresan posiciones críticas respecto a la política africana de Cuba. Parecida o incluso mayor influencia en el mismo sentido tendrían los escritos de funcionarios norteamericanos que renunciaron a sus puestos por desacuerdos con las políticas de su país y publicaron bien argumentados puntos de vista sobre los errores de interpretación de Washington respecto a los acontecimientos en curso en el África meridional y al papel de Cuba en aquella coyuntura, más marcadamente el exsecretario de Estado adjunto para asuntos africanos, Davies (1976); el exjefe de la Oficina de Angola en la CIA, Stockwell (1978), y el exjefe de la Sección de Intereses de EE.UU. en Cuba, Smith (1987). Toda esa producción conserva su relevancia histórica y su interés bibliográfico (al margen del cambio posterior de óptica de algunos de sus autores) en tanto sirvió de basamento a varios gobiernos occidentales para esbozar un reencentramiento — por efímero que fuese — de su apreciación de la naturaleza real del conflicto y de las acciones cubanas, que a esa altura habían concitado amplio apoyo mundial. La revisión tuvo su epítome en las palabras del entonces Embajador norteamericano ante la ONU, Andrew Young, referidas al papel "estabilizador" de Cuba en Angola.12 12 . Tanto entre los funcionarios norteamericanos como entre la mayor parte de la Academia occidental, la interpretación errónea de la presencia militar cubana en Etiopía en 1977 (que se percibió distinta en sus premisas y objetivos a la de Angola poco menos de dos años antes) tuvo más bien que ver con la resurrección y el empuje de la "nueva derecha" en el escenario político norteamericano, signado en el tránsito de C. Vance a Z. Brzezinsky al frente del Departamento de Estado y luego en la presidencia de R. Reagan.

Sin embargo, en los medios africanistas occidentales persistieron ciertas falsas percepciones y descentramientos de enfoque que demorarían la dilucidación de aspectos cruciales, tales como las motivaciones de la acción cubana y el grado de autonomía nacional que se ejerció al tomarse la decisión de enviar contingentes de combate a Angola. La consecuencia más negativa de estos errores de apreciación fue que, desde entonces, las relaciones Cuba-Africa tendieron a pasarse, en la cademia occidental, por un prisma puramente militar que soslayaba otros importantes aspectos políticos y civiles, enraizados de muy vieja data, de esa relación.

Además, puesto que el interés académico occidental por los vínculos políticos contemporáneos entre Cuba y África floreció sólo a partir de la operación militar en Angola en 1975, y se reafirmó con la de Etiopía en 1977, era dable esperar que — al menos fuera de Cuba — ese interés decayese, con la misma energía con la que emergió — en cuanto concluyesen ambas operaciones militares. En verdad, ello responde a que sólo en el período 1975-1988 la política africana de Cuba pasó a un plano superior como fuente de enfrentamiento agudo y público con la norteamericana, pues tanto los medios de poder como los de difusión occidentales tendieron desde entonces a sobredimensionar los aspectos militares de la relación y a subdimensionar los de índole política y, en especial, los referidos a la cooperación civil. Por consiguiente, los primeros trabajos que sentaron los tópicos, las hipótesis y la pauta del debate estuvieron motivados por la dimensión estratégica del fenómeno y por su impacto en el equilibrio bipolar de entonces.13 13 . En esta tendencia operó también el tránsito de lo que se caracterizó como una visión "regionalista" de los problemas mundiales por otra en la que predominaba el enfoque "globalista", que alcanzó su apogeo en el gobierno de Reagan. La línea de pensamiento explicitada por los estrategas norteamericanos del momento respondía a la lógica simplista del mundo bipolarmente jerarquizado de la Guerra Fría. La deducción era en esencia: a) Cuba carece de intereses económico en África; b) por ende, su acción militar allí es "ilegítima"; c) ergo, si Cuba no actúa por intereses (económicos) propios, entonces lo hace "por encargo" de una gran potencia; d) aunque no actuase "por encargo", su papel atenta contra el orden mundial establecido, que no concibe que un país de escasos recursos y dimensiones despliegue acciones militares de tal envergadura en un sitio tan distante. Al propio tiempo, y contemplando esta orientación en una perspectiva temporal más amplia, semejante curso del debate académico apuntaló el criterio de que la atención que Cuba dispensaba al África se centraba en el terreno militar, y que, por considerarse poco probable un nuevo compromiso militar cubano en gran escala en ultramar debido al cambio radical del panorama mundial desde fines del decenio de 1980-1989, las relaciones Cuba-África iban a volverse irrelevantes como objeto de estudio.

A continuación, pasaremos rápidamente revista a la producción bibliográfica cubana y extranjera que ha abordado el tema de las relaciones Cuba-África en los últimos 26 años.14 14 . No incluimos la cada vez más abundante información electrónica que circula en Internet, todavía desproporcionadamente favorable a las valoraciones negativas de los detractores de la política cubana en África.

4. El marco bibliográfico cubano posterior a 1975

Si bien — por las razones ya apuntadas — el tema de las relaciones Cuba-África no generó mucha literatura analítica ni en Cuba ni el exterior antes de la "Operación Carlota" en Angola,15 15 . De todas formas, lo que sí existe en abundancia son discursos tempranos de dirigentes y funcionarios cubanos, que se pronunciaban en particular sobre el proceso de descolonización en curso en África a partir de 1959, así como cierto número de artículos de fondo aparecidos en la prensa cubana anterior a 1975. Todos ellos son materiales de consulta obligatoria para quien repase la historia de esas relaciones. la que comenzó a aparecer a partir de entonces en grandes cantidades tampoco cubrió todas las necesidades de estudio creadas por el redimensionamiento de las relaciones Cuba-África tras el desarrollo de esa operación.

Entre 1976 y 1989 vieron la luz en Cuba — eso sí — un buen número de títulos que abordaron, desde un ángulo periodístico o testimonial primordialmente, el decursar de las relaciones Cuba-África. Aunque de calidad diversa, se trata de obras en las que predomina lo anecdótico, de gran carga emotiva y profundo valor humano, orientadas casi siempre al más amplio público cubano, y que cumplieron un papel informativo, político y movilizador interno importante.16 16 . Un listado representativo y no exhaustivo de las primeras en aparecer incluiría a Valdés-Vivó (1976 y 1977), de amplia difusión en distintos idiomas, y que abordan tangencialmente las relaciones de Cuba con Angola y Etiopía aunque no sea ese su propósito central. Les siguió García Márquez (1977a), que se benefició de informantes cubanos confiables y fue punto de referencia obligado y fuente considerada "semioficial". En Ortiz (1983), un corresponsal de guerra ofrece relatos escritos, como él mismo define, "en la precipitación de la guerra, mejorados — cuando se podía — en las pausas entre los combates", e ilustrado con abundantes fotos y mapas. En Comas (1983), un historiador, prosista y poeta brinda narraciones conmovedoras, basadas en su experiencia personal en Angola, y por ende aporta a la introspección de los sentimientos que sustentaron el internacionalismo. En Fresnillo (1982), una periodista se adentra en el panorama, hasta entonces poco abordado, de la colaboración civil extendida a una variedad de países africanos. Transcribe las vivencias en el lenguaje de los cooperantes y consigue una frescura singular al plasmar la interacción del internacionalista con la sociedad en la que opera, si bien en ciertos pasajes el candor del testimoniante revela nítidamente (v.g., en las pp. 78-82) la incomprensión de las diferencias culturales. El tema de la colaboración civil se retoma en Concepción (1987), obra de un periodista internacionalista en Angola. La nota editorial aprecia las crónicas en tanto "reflejan, más que un análisis de una situación determinada, las vivencias dl autor y su modo de ver una realidad". En Correa (1988), un periodista, internacionalista en Etiopía, plasma, según la editora, "un himno a la solidaridad, a la hermandad que se forja en el combate, y al espíritu de desinterés y sacrificio que anima a los combatientes internacionalistas cubanos".

Entre las obras del período descuella La Guerra de Angola, salida a la luz con el beneficio de los 13 años transcurridos entre el inicio de la Operación Carlota y los preparativos para su conclusión con la firma de los Acuerdos del Sudoeste Africano (1988); así pudo nutrirse de una cuidadosa selección de testimonios de especial autoridad por el rango de las fuentes y su ubicación privilegiada para exponer y valorar los hechos narrados. Por ello, la obra aporta una visión singularmente estructurada y coherente del proceso bélico angolano desde una perspectiva cubana, con el apoyo de mapas valiosos para el investigador.

Quizás uno de los aspectos más interesantes de este periodo sea que muchos de los libros sobre temas africanos publicados en Cuba en los años posteriores a 1975 aportan también datos sobre la historia de las relaciones Cuba-África, como hizo Jiménez (1985). Para el decenio de 1990-1999, a pesar de las dificultades materiales y la reducción del monto de la presencia cubana en África tras el regreso de los contingentes militares de Etiopía y Angola, el tema de las relaciones Cuba-África siguió siendo objeto de estudio por parte de un núero creciente de instituciones e individuos. Aunque ello no se reflejó de inmediato en una profusión equivalente de libros (por la crisis de la industria editorial cubana), el avance del conocimiento se manifestó en la realización de obras sobre temas o países africanos específicos, i.e. García Blanco (1990).

Un pasaje tan fascinante como crucial en la historia de las relaciones Cuba-África, y en el conocimiento público del cual se fue avanzando muy gradualmente, ha sido el referido a la presencia de Ernesto "Che" Guevara al frente de un grupo de combatientes cubanos en la guerra del Congo (Kinshasa). Ese pasaje había sido abordado, desde el decenio de 1960-1969, por un enorme número de publicaciones extranjeras centradas en los conflictos del Congo/Zaire, i.a. Martens (1985:293-4). Tempranamente — según Nadle (1968) — Régis Debray reveló la existencia de un diario del Ché sobre su experiencia africana, y opinó que pronto se publicaría. Casi una década después, García Márquez (1977b:55) apuntó que "[...] diez años después de su muerte (del Ché) los detalles concernientes a ese breve período (congolés) siguen siendo escasos, a pesar de que más de un millar de personas conocían el secreto". Los detractores de la política cubana aprovecharon el silencio para sugerir la existencia de aspectos turbios en ese pasaje de las relaciones Cuba-África.17 17 . Benemelis(1986:42) plantea que "[...] la presencia del Ché Guevara en la lucha del Congo fue uno de los hechos más silenciados por el castrismo. Los pormenores de la campaña todavía no han sido 'filtrados' hasta este momento [...]". Moore (1988:246) adopta una postura todavía más critica.

En realidad ese pasaje — crucial para la comprensión plena del conjunto de esas relaciones — ya había sido tratado episódicamente en discursos oficiales y también en artículos aparecidos en publicaciones periódicas cubanas.18 18 . V.g., las revistas Moncada (octubre 1987) y Verde Olivo (junio 1988 y junio 1990), el periódico Vanguardia (29-30 de noviembre; 1 de diciembre 1989; 3 de junio y 8 de octubre de 1991) y el Boletín de historia militar (1/92). Para mediados del decenio de 1990-1999, fragmentos más amplios del manuscrito del Ché comienzan a salir a la luz,19 19 . La primera oportunidad fue en Taibo (1994), que brindó al lector acceso a una variedad de fuentes autorizadas, incluidas partes del manuscrito del Ché. La segunda fue Gálvez (1997), también nutrido ampliamente del mismo manuscrito y de otras fuentes para un análisis muy pormenorizado. hasta la aparición, en 1999, de la publicación íntegra del diario de su expedición congolesa en Guevara (1999), con abundantes fotografías y valiosísimo contenido analítico y anecdótico. Este libro representa una obra de consulta obligada para cualquier estudioso de la política africana de Cuba.

En lo que respecta a otras fuentes bibliográficas primarias, ya mencionamos que los investigadores disponen de muchos discursos públicos de la dirigencia cubana sobre aspectos variados de los vínculos de Cuba con África (especialmente a partir de 1972, con El futuro es el internacionalismo: recorrido del Comandante Fidel Castro por países de África y Europa socialista, 3 de mayo-5 de julio 1972 y, más aún, de 1975), y de alguna que otra documentación de fuente oficial pública. También hay un monto grande, aunque fragmentario, de artículos de prensa. Un notable esfuerzo que no tuvo ni precedentes ni seguimiento (esto último por las dificultades editoriales ya mencionadas) fue la publicación de un libro que compiló fuentes primarias públicas en torno al proceso negociador del sudoeste africano inmediatamente después de su exitosa culminación: La paz de Cuito Cuanavale, documentos de un proceso.

Desde la aparición del texto de García Márquez, "Operación Carlota", la tónica de trabajo para los investigadores extranjeros — mucho más activos que los cubanos en este aspecto — en busca de sustentación de ópticas alternativas a las prevalecientes en sus respectivos países, fue procurar información o valoraciones exclusivas, de primera mano, de funcionarios cubanos en entrevistas más o menos informales.20 20 . Véanse, v.g., Falk (1987) y los escritos de Gillian Gunn (que consiguió un enfoque bastante objetivo del decursar de las Negociaciones sobre el Sudoeste Africano) y, más recientemente, los del canadiense Edgar Dosman o el italo-norteamericano Piero Gleijeses. Un libro notable en este grupo, debido tanto a su cuidadosa integración (incluyendo cronología, textos de materiales primarios cubanos y africanos, artículos de prensa, fotos, etc.) y su amplia difusión exterior fue Deutschmann (1989).

En el decenio de 1980-1989 aparecieron los primeros casos de investigadores cubanos que se aventuraron a abordar el tema desde una perspectiva histórica o politológica; pero enfrentaron una relativa escasez de documentación primaria idónea — básicamente de cifras que indicaran el monto de la ayuda cubana al África — en sus primeros años de labor. Por ello, tendieron a redactar trabajos breves, de óptica general y a menudo repetitivos y reactivos, en tanto se centraron en el propósito de rebatir los más flagrantes errores de percepción y falsedades deliberadas respecto a la política cubana qu predominaban en los medios oficiales de los Estados Unidos y Europa occidental por aquellos años. El producto final consistió casi siempre en ponencias para eventos y capítulos para incluir en libros que instituciones extranjeras les instaron a producir para su publicación en el exterior. El ámbito de difusión de estos trabajos (véanse, v.g., Entralgo, 1986, 1988, 1989, 1991a, 1991b, 1991c; y D. González, 2000) también fue relativamente limitado. Por lo general no aparecieron muchos puntos polémicos entre los pocos investigadores cubanos que — en Cuba — escribieron sobre la materia, salvo en cuestiones de énfasis o puramente taxonómicas.21 21 . D. González (1990) observa en la p. 317 que "[...] no hay consenso entre los académicos cubanos sobre si existe, en efecto, una política cubana específica para el África o si se debe hablar más en propiedad de una política cubana para el mundo subdesarrollado [...]". Tienden a asociarse a la primera hipótesis los africanistas, que miran el problema desde una óptica más bien regional, mientras que los que estudian la política cubana desde una óptica más bien global favorecen la segunda. En cualquier caso, habría que admitir que fue África la región en la que la política general tercermundista de Cuba alcanzó un desarrollo más amplio e integral que contribuyó de manera decisiva a modificar el curso de la historia de ese continente. La clave pudiera encontrarse en la temprana asociación de la Cuba revolucionaria al llamado "Grupo de Casablanca" y a la contribución que éste legó al acto fundacional de la OUA — el apoyo a la lucha anticolonial y antiapartheid en el continente.

5. Los estudios producidos en el exterior

Fuera de Cuba, y dejando de lado unas pocas referencias a alguna que otra conexión de Cuba con África tratada en libros dedicados a la lucha de liberación nacional en África, la producción bibliográfica de corte politológico o histórico concerniente a las relaciones Cuba-África se remonta apenas — de nuevo — a la segunda mitad del decenio de 1970-1979. Las circunstancias que rodearon la independencia de Angola motivaron la aparición de distintas partes del mundo de un enorme volumen de trabajos, de intencionalidad diversa y grado de profundidad variable. Estos escritos analizaban los hechos, casi siempre centrados en la inesperada derrota militar sudafricana de 1975, en el sorprendente revés de las maniobras norteamericanas para impedir el acceso del MPLA al poder y, en menor medida, en la proyección sin precedentes del poderío militar soviético en África a partir de entonces. Es por ello que en esos trabajos el vínculo aparece por lo general subordinado al conflicto geopolítico entre las grandes potencias, y rara vez se contempla en profundidad y en su propio contexto de interacción Cuba-África.

De todas formas, ninguno de estos estudios podía soslayar un análisis aunque fuese somero de la política africana de Cuba, o un esbozo de explicación de su "desconcertante" actuación en la coyuntura de 1975.22 22 . Aquí la lista sería interminable. Se recomienda revisar algunas obras que repasan bibliográficamente el tema, v.g. Wright (1990), donde se subrayan trabajos como los de Harsh (1976), Bender (1978), Gevshon (1981) y El-Khawas (1976). La conclusión que reafirman es que las acciones cubanas posteriores a 1975 en África no constituyeron una provocación sino, por el contrario, una respuesta directa a las acciones previas emprendidas por EEUU. Véanse Wright (o.c.), Stockwell (o.c.), Gayshon, Davies (o.c.) y Klinghofer (1980). Algunas de las conclusiones de las obras de valor más duradero fueron retomadas en análisis de la prensa especializada y, de ese modo, tuvieron un impacto significativo en el público cuando consiguieron hacer llegar un mensaje que — aun sin analizar el tema en toda su complejidad — contribuyó a generalizar la idea de que la operación cubana en Angola no era una acción oportunista ni debía enmarcarse en el esquema maniqueo del llamado conflicto Este-Oeste. Muy tempranamente, por ejemplo, los medios académicos que reconstruyeron objetivamente la cronología de los hechos angolanos dirimieron el asunto del "orden" de las intervenciones — es decir, que la agresión sudafricana precedió al envío de contingentes de combate cubanos a Angola. En el terreno práctico, esta dilucidación histórica permitió más adelante a otros autores argumentar en contra del planteamiento del "compromiso constructivo", que postulaba el retiro de las tropas cubanas de Angola antes de que Sudáfrica evacuase las suyas de Namibia y se comprometiese a no amenazar a Angola.23 23 . Véanse, i.e., Jonson (1986), y en particular Holness (1986:101-52). Libros de este corte influyeron en una mejor comprensión mundial de la visión africana de los acontecimientos. Otros autores, muchos de ellos africanos, afronorteamericanos o caribeños, siguieron sustentando ese enfoque hasta explicar el desenlace de la guerra en Angola, y de ese modo también contribuyeron a hacer prevalecer su punto de vista en el mundo. Véase, i.e., Campbell (1990). Lo que siguió faltando a esa altura, desde la perspectiva de los medios académicos, fue una más completa y sistemática exposición, documentada y centrada en el ángulo cubano, que complementase la comprensión cabal de los hechos en los que Cuba estuvo involucrada de manera prominente. Esta ausencia fue sumamente negativa, si se tiene en cuenta el poder de circulación y lectura que son caaces de asegurarse best sellers tales como Crocker (1992), que ofrece una interpretación muy individual y parcializada alrededor del propio papel personal del autor en los acontecimientos, de los factores en discusión, del curso de las Negociaciones del Sudoeste Africano y del significado de sus acuerdos. Otros actores destacados u observadores privilegiados de los acontecimientos militares y diplomáticos trascendentales en el África meridional en esos meses — especialmente sudafricanos — publicaron sus propias versiones de los hechos.

6. La "Cubanología" y las Relaciones Cuba-África

Cuando la política específicamente africana de Cuba comenzó a abordarse, el mayor volumen de producción bibliográfica apareció, como era de esperarse, en los EE.UU. Allí devino patrimonio casi exclusivo de los llamados "cubanólogos", en su mayoría académicos de origen cubano interesados en variados aspectos de la política y la sociedad cubanas. El contenido de las obras también tendió a centrarse más en el efecto de la relación Cuba-África sobre el escenario político norteamericano (principalmente en la política norteamericana hacia Cuba) que en el contenido y la naturaleza del vínculo Cuba-África. Al margen de esas y otras limitantes, los "cubanólogos" consiguieron sentar pautas por la abundancia y presta accesibilidad de su producción en Occidente.

Los "cubanólogos" pusieron de relieve, en general, sus coincidecias teórico-metodológicas con los estrategas norteamericanos al tomar como punto de partida de sus análisis lo que percibían como "monumental desproporción" entre los limitados medios y capacidades de Cuba, de un lado, y la talla de la gestión exterior del pequeño país. De ahí que llegaran a concluir (como le expresa más claramente Domínguez, 1989) que Cuba era el único Estado subdesarrollado que había conseguido llevar a cabo con efectividad una política exterior comparable, "por su ámbito geográfico y diversidad funcional", a la de las grandes potencias. En general, sin embargo, a partir de esos mismos presupuestos, ofrecieron una interpretación alternativa al corte conspirativo-sensacionalista que permeaba por ese entonces a la producción de los medios masivos de difusión cuando enfocaban la gestión exterior cubana, lo cual facilitó un abordaje más desapasionado del problema en ciertos medios oficiales norteamericanos. Sin embargo, entre sus obras abundan los análisis de la política exterior cubana en su totalidad:24 24 . Aparte de Domínguez:1989, fueron en su mayoría autores de origen norteamericano los que más ampliamente trataron el tema en su generalidad, en libros íntegramente dedicados a la política exterior cubana, como Robbins (1983), Erisman (1985) y Falk (1986). así, el quehacer específico de Cuba en África siguió enfocándose casi siempre a partir del análisis de algún que otro detalle, de generalizaciones de vasto alcance basadas en datos escasos, y en función de las acciones y reacciones de otros países o — en el mejor de los casos — como un acápite en el tratamiento del marco más amplio del desempeño exterior cubano. Incluso buena parte de los que han abordado con mayor seriedad el tema, partieron — reactivamente — del método de contrarrestar los análisis que enmarcan las acciones militares cubanas en un esquema de dependencia, como lo hizo, de manera casi caricaturesca, i.e., Valenta (1981). Con frecuencia desembocaron acertadamente (contribución nada despreciable si se tiene en cuenta el contexto del momento) en la conclusión de que el margen de autonomía de la política cubana respecto a la soviética era comparativamente mayor de lo que la mayoría de los analistas y estrategias sostenían, y que la presencia (militar u otra) cubana en África tampoco resultaba en una dependencia del Estado africano beneficiario respecto a Cuba o a la URSS. Sin embargo, aunque en su mayoría descartaron por maniquea la interpretación de "dependencia" de esas acciones cubanas, de otro lado insistieron en que el empeño conjunto en África contribuyó a solidificar las relaciones Cuba-URSS.25 25 . Véanse, i.e., Mesa-Lago (1982ª), N. Valdés (1982), Domínguez (1982), Blasier (1982) y E. González (1978 y 1982a y b).

La mayoría de los "cubanólogos" concluyeron que el costo político que pudo sufrir Cuba por sus operaciones militares africanas fue mínimo, lo cual algunos atribuyen a la renuencia a extender la colaboración militar cubana a la lucha contrainsurgente.26 26 . Así lo contemplan E. González (1982), Leogrande (1982 y 1983), Domínguez (1978 y 1982b). Discreparon, por el contrario, en el peso del costo económico para Cuba como consecuencia de su política africana, y esto debido a sus niveles distintos de entendimiento del sistema económico-político cubano.27 27 . Compárense, v.g., Blasier (1982), E. González (1982) y Roca (1982); Mesa-Lago (1982) admite discrepancias a ese respecto. En cualquier caso, coincidieron desde el inicio en atribuirle mayor costo (político) a la operación etíope que a la angolana, como lo hace, con más énfasis, Leogrande (1983). El punto de vista expresado por N. Valdés (1979) pero predominante entre ellos (y con esto influyeron sin duda progresivamente en la apreciación oficial norteamericana, cuando ésta estuvo en condiciones de admitir un enfoque regionalista del problema) fue que las acciones de 1975 en Angola no representaron una ruptura, sino una confirmación de continuidad de lo que percibían como una política coherente que buscaba ampliar la influencia cubana en el Tercer Mundo. Curiosamente, un cubanólogo (N. Valdés, 1982) y un africanista norteamericano (Bender, 1982) comparten el punto de vista referido a que los únicos factores que variaron fueron el énfasis de los objetivos (de la procura de la "supervivencia" en los primeros años de la revolución, a la dimensión internacionalista), los instrumentos (del respaldo a los movimientos guerrilleros, al apoyo a los gobiernos establecidos), el ámbito geográfico (de América Latina al África) y la escala del compromiso militar.

Tal vez el aporte más interesante del grupo sea su llamado de atención al hecho de que la sociedad cubana carecía de experiencia reciente en la frma de lidiar con los problemas étnico-nacionales de la profundidad con que se presentan en la política africana — como lo expresa i.a. N.Valdés (1979), y a ello atribuyen lo que contemplan como "errores" de la política cubana en África. Mesa-Lago (1982b) y otros de ellos coincidieron en pronosticar acertadamente que Cuba evacuaría sus tropas de Angola al cesar la amenaza externa contra ese país, y que, por una variedad de razones, no era probable que Cuba repitiese en el futuro operaciones militares comparables a la angolana o a la etíope en el África.28 28 . Así lo subrayan Leogrande (1983), Roca (1982) y Mesa-Lago (1982b).

Los "cubanólogos" se sumaron al criterio de que la intervención sudafricana precedió y justificó la presencia militar masiva de Cuba en Angola. Algunos fueron más allá, al observar que, tanto en Angola como en Etiopía, fueron los desaciertos de la política de EE.UU. los que contribuyeron a la intensificación e internacionalización de los conflictos. Los más lúcidos de ellos se esforzaron por hacer comprender que la dimensión militar era apenas un aspecto de la política africana de Cuba, pero se adentraron poco en aspectos referidos a la colaboración civil, y, cuando lo hicieron, tendieron a enfatizar el cálculo del beneficio económico para Cuba, en detrimento de otros factores de importancia más probadamente continuada para la política cubana.

Los propios "cubanólogos" admiten que hay muchas lagunas en sus estudios, muchas de ellas no atribuibles apenas a la escasez de documentación primaria, sino más bien a los caminos emprendidos para el análisis. Para mediados del decenio 1980-1989 ya se habían propuesto varias explicaciones de la extraordinaria dimensión que adoptó la política africana de Cuba, y la apreciación de que Cuba era, desde 1975, el único país de todo el Tercer Mundo capaz de proyectar una influencia exterior tan amplia indujo a la acuñación del término "globalismo cubano". Pero varios estudiosos llamaron la atención respecto a la ausencia de macroestudios de esa política exterior, que seguía siendo abordada casi siempre en función de sus relaciones con los EE.UU., la URSS o América Latina fundamentalmente.29 29 . Erisman (1985) trata de desprenderse del enfoque dependentista cuando enumera las motivaciones de la política exterior cubana más generalmente debatidas — búsqueda de la seguridad militar, consideraciones ideológicas, aspiraciones a un papel de liderazgo en el Tercer Mundo, sentido altruista, etc. — y opta por poner énfasis, en cambio, en la dimensión puramente nacionalista, que considera la más olvidada de todas en la Academia.

7. Libros Editados Fuera de Cuba sobre el Vínculo Cuba-África

Dentro del grupo de "cubanólogos" citados, hasta donde tenemos noticia, no ha aparecido ningún libro dedicado exclusivamente a la política africana de Cuba tratada íntegramente.30 30 . Habría que hacer la salvedad del caso de Piero Gleijeses — véanse Gleijeses (1996a, 1996b, 1996-1997 y 1997) — que, procurando información de fuentes cubanas autorizadas, redactó una serie de artículos y ponencias sobre pasajes trascendentales de la política africana de Cuba, en su mayoría traducidos y publicados en Cuba, y al redactarse estas líneas a fines del 2001, se aprestaba al lanzamiento del Gleijeses (2002), donde se contrapuntean los quehaceres cubano y norteamericano en África. Sin embargo, en un lapso de ocho años (1980-1988),31 31 . El año anterior había aparecido Luce (1979). No lo valoramos aquí en tanto no se limita a la política africana de Cuba, y se enmarca en la misma óptica "dependentista" que plagó buena parte de las interpretaciones occidentales por aquellos años. La escasez de enfoques referidos a las motivaciones endógenas cubanas es la falla más seria en el conocimiento de la mayoría de los medios académicos fuera de Cuba. cuando llegó a su cénit el interés de los medios académicos extranjeros por la política africana de Cuba, vieron la luz tres libros sobre el tema que han sido hasta el momento los más recurrentemente citados.

El primero de ellos fue el del periodista tunecino Ezzedine Mestiri (1980). Se queja (p. 7) de que ningún funcionario cubano quiso ofrecerle información y por ello construyó sus análisis a partir de la lectura de la prensa cubana a partir de 1975. Pero el libro — destinado a un público amplio, y enmarcado en la corriente del llamado "afropesimismo" del momento — parte del presupuesto de que los acontecimientos de 1975 en Angola marcaron el traslado del conflicto Este-Oeste al África (ibidem:10-1). Admite, al propio tiempo, que los vínculos de la Cuba revolucionaria con África anteceden a los acontecimientos de 1975, y no son "[...] fruto del azar o de un impulso súbito" sino "consecuencia de una política solidaria continuada" (ibidem:18). El autor repite, no obstante, la apreciación predominante en Occidente, referida a que si bien "el compromiso cubano en Angola tenía ciertos fundamentos", no es igual el caso de Etiopía, donde erróneamente atribuye a los cubanos haber intervenido en el conflicto de Eritrea (ibidem:31). Por demás, la objetividad del autor cede ante sus propias fobias nacionales, cuando sobredimensiona la afinidad de las políticas africanas de Cuba y Libia, y llega a vislumbrar " [...] un eje La Habana-Trípoli-Addis Abeba y [...] una estrategia de subversión y desestabilzación en el Maghreb y en el resto del África" (ibidem:65). En suma, el libro está plagado de análisis a la ligera, cifras y datos erróneos y extensas entrevistas a personas de poca autoridad para el análisis de la política africana de Cuba, aunque los abundantes anexos contienen material bibliográfico del que pudieran haberse extraído conclusiones más objetivas. Los años transcurridos desde la publicación del libro se han encargado de demostrar el limitado valor de sus conclusiones.

Hubo otros dos libros escritos por autores de origen cubano que en algún momento estuvieron vinculados — en calidad de funcionarios oficiales — a las instituciones ejecutoras de la política exterior cubana, y más tarde abandonaron el país. Así, los lectores extranjeros les atribuyen cierto valor como fuentes de "autoridad" por su conocimiento "desde dentro" sobre el tema. Sin embargo, uno de ellos se marchó de Cuba en fecha tan temprana como 1963, y el segundo lo hizo en 1980, y años después de haber cesado en sus labores como funcionario.

Este último, Juan F. Benemelis, publicó un libro que aborda muchos pasajes, pero en su propio título anuncia un interés marcadamente antagónico a la política africana de Cuba, a la que atribuye intenciones y medios intrínsecamente malvados (Benemelis, 1986). En la propia contraportada de la edición portuguesa se explica que el autor, "una vez radicado en los Estados Unidos, decide — puesto que le cuesta trabajo sobrevivir — escribir este libro". En consecuencia, el lector tendrá que lidiar en primer término con buen número de errores y erratas producto de la redacción obviamente atropellada de quien confiesa escribir para asegurarse una supervivencia precaria. El libro cita pocas fuentes, en comparación con la gran cantidad de aspectos tratados: el autor se apoya, sobre todo, en su acceso directo a información obtenida en sus tiempos de funcionario, o en confidencias personales atribuidas a personas cuyos nombres en ocasiones no revela. Por lo tanto, recurre a pocas citas, y casi siempre para apoyar algunas conclusiones personales, o para llenar lagunas, con lo que proyecta la impresión de contar con todos los datos necesarios, de estar urgido para exponerlos todos de golpe y con una sola interpretación posible. Al presentar todos los pasos de la política africana de Cuba en una óptica conspirativa se aleja de los puntos de vista que han ganado consenso incluso en medios académicos occidentales, y como único atractivo parece buscar aristas sensacionalistas para lectores no avezados.

El tercero de los libros en cuestión, escrito por Carlos Moore (1980), se benefició de un período mucho más largo de incubación. El autor — cubano de padres jamaicanos — estuvo al tanto del problema racial en Cuba antes de 1959, y estructura su obra en torno al contrapunteo entre — de un lado — la evolución de ese problema en Cuba, tal como él la percibe, a partir del triunfo de la revolución, y — del otro — la política de la Cuba revolucionaria respecto al África. Pero lo hace desde una óptica en la que priman sus criterios políticos contrarios al proceso revolucionario, que le condujeron a emigrar a apenas tres años de establecerse el nuevo poder. Aunque el libro no está exento de inexactitudes, y de una concentración tal vez excesiva en el período anterior a 1975 (el 90% del texto está dedicado a esos años), su factura en línea con los requerimientos académicos y su fluidez literaria lo convierten en un texto de fácil lectura. Tal vez su mayor debilidad radique en la hipersensitividad y la irritación manifiestas del autor al abordar el problema del negro en Cuba, cuestión que nubla en varios pasajes su capacidad de análisis desapasionado de los hechos.32 32 . En la introducción del libro, Jorge Domínguez hace notar los sentimientos de animosidad que permean el texto. Véase Moore(1988:ix-xv).

8. El Tema de la Colaboración Civil

La Academiaoccidental prestó comparativamente poca atención al tema de la colaboración civil cubana en África, aunque ha sido mucho más continuada, extendida a un número mayor de países y con variantes más diversificadas que la militar. En esa laguna deben de haber influido tanto el relativo desinterés de los medios de difusión occidentales por resaltar ese aspecto de los vínculos, como las limitaciones reales de muchos estudiosos para entender — a través de análisis económicos en los que prima en cálculo del beneficio, especialmente en tiempos de neoliberalismo galopante — el funcionamiento real de esa cooperación. Hasta fines del decenio de 1980-1989, la mayoría de los enfoques reducían la cooperación civil cubana a un instrumento para obtener beneficios políticos, y desde 1990 pronosticaron el colapso de todos los proyectos cubanos de ayuda al África como consecuencia de la crítica situación económica en Cuba.

En efecto, la primera mitad del decenio 1990-1999 fue testigo del redimensionamiento y la readaptación de esa ayuda a las nuevas circunstancias. Lamentablemente, experiencias notables que desaparecieron gradualmente después de esa fecha, tales como la de las escuelas africanas de la Isla de Juventud, no fueron objeto de estudios y divulgación internacional de la magnitud merecida, aun cuando una simple pesquisa empírica revela el impacto que ella tuvo en la formación de generaciones de técnicos, especialistas e incluso políticos activos en muchos escenarios africanos actuales.

En ocasiones los académicos occidentales se quejaban de que la escasez de datos y cifras precisas sobre la colaboración civil cubana en África les impedía tratar el tema en profundidad. Por lo tanto, fueron sobre todo unos pocos autores cubanos y africanos los que episódicamente abordaron algún que otro aspecto de esa colaboración, casi siempre en ponencias presentadas en eventos internacionales. Sin embargo, en los últimos años han salido a luz innumerables cifras y datos, que ahora se emiten anualmente y de manera pública, en momentos en que — contrariando la mayoría de los pronósticos de la Academia occidental — los proyectos de colaboración civil en África alcanzan dimensiones sin precedentes.33 33 . A la altura de principios del 2001, Cuba mantenía relaciones diplomáticas con 47 países africanos, tenía 29 embajadas en capitales africanas (otras se aprestaban a abrirse) y había 14 embajadas africanas en La Habana; 35 comisiones mixtas sesionaban con países del África subsahariana, y en Cuba se habían graduado más de 28.000 africanos. Siete países africanos se beneficiaban del Plan Integral de Salud cubano y éste se aprestaba a comenzar en otros tres. Unos 80.000 cooperantes civiles cubanos habían ya prestado sus servicios en África, y en ese momento había más de 1.200 laborando en plaza.

Moreno (2000:31), se pregunta: "¿Acaso no podemos considerar que el programa integral de salud para Centroamérica, el Caribe y África no es un programa de cooperación Sur-Sur? Realmente lo es, como también lo es la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas y la creación en algunos países africanos de facultades de medicina con profesores cubanos durante su primera etapa". En efecto, hoy crece el número de especialistas que — en África, en los organismos internacionales e incluso en ciertos medios occidentales — contemplan los proyectos de colaboración cubana con África como modelo de cooperación Sur-Sur de enormes beneficios a corto plazo, a un costo relativamente reducido, y que por lo tanto debe ser estudiado a fondo.34 34 . 15 años antes, ya Nzibo (1986) valoraba la colaboración cubana en África como ejemplo de cooperación Sur-Sur.

9. El Camino de los Estudios Comparados

Probablemente se pueda atribuir a la singularidad del quehacer cubano en África, la relativa escasez de estudios de esa política desde una óptica comparativa que hubiera podido facilitar su comprensión más cabal. Lo más cercano al estudio comparado han sido los abordajes que contrastan puntualmente el desempeño cubano con el norteamericano en alguna que otra coyuntura africana del pasado reciente, pero en este caso la asimetría de los dos objetos de estudio (tanto en los objetivos como en los medios para lograrlos) descentra el análisis, resta objetividad a los propósitos y vacía de valor científico (que no del político) a la comparación.

Es cierto que a partir de 1975 (en momentos en que los vínculos de Cuba con muchos países de la América Latina permanecían en suspenso) algunos académicos latinoamericanos comenzaron a hacer referencia a la política africana de Cuba, y a contrastarla empíricamente con las de sus propios países, como se confirmó — generalmente — en breves menciones aparecida en ponencias que planteaban hipótesis muy generales. Por razones obvias, esta tendencia fue más evidente entre los estudiosos brasileños por aquellos años.35 35 . Véanse, i.e., Blajberg (1984), Monteiro (1984), Rodríguez (1982), Martinière (1980), las ponencias y los debates del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios Afroasiáticos (ALADAA) en la Universidad Candido Mendes, y sobre todo Mendes (1982), Pereira (1982), Y. Castro (1982) y Moneta (1982). Véase también P. Martínez (1972:182-83). Ya en el siguiente decenio apaecieron esbozos de estudios comparativos mejor estructurados, algunos de ellos mencionados en el marco más amplio de la africanística latinoamericana en D. González (1986).

Estos esbozos de estudios comparados de las políticas africanas de Cuba y Brasil parten de que — a pesar de la asimetría respecto a escala geográfica, demográfica y económica — Brasil y Cuba valorizaron positivamente su herencia africana, impulsaron los estudios africanos y afroamericanos y aplicaron políticas africanas bien definidas y de cuño independiente desde los albores del decenio de 1960-1969. En lo que respecta a sus diferencias, los estudios tienden a coincidir en que la política africana de Cuba fue más continuada y coherente, en tanto se reconoce su relación directa con los principios de la revolución cubana, al tiempo que, del lado brasileño, se evidencian paréntesis (en 1964-1974 y en 1990-1991). Algunos investigadores consideran superiores los resultados de la política cubana en África, en tanto contribuyó de manera decisiva a modificar el curso de la historia del África meridional, y también por la forma en que la perciben y valoran los africanos y los latinoamericanos. Diferencian, igualmente, los objetivos centrales estatales — geopolíticos, comerciales y más generalmente económicos en el caso de Brasil — y más ideológicos en el caso de Cuba. Esto último no impide, sino que, por el contrario, facilita la complementación y (en el contexto angolano, por ejemplo) cierto grado de acción conjunta, o al menos no conflictual entre Brasil y Cuba.

Resulta curioso que, al proyectarse hacia el futuro en el nuevo contexto mundial que emergió a principios del decenio de 1990-1999, los pronósticos de autores brasileños tendieron a discrepar respecto a la idea predominante en la politología norteamericana, referida a una contracción y reorientación dramáticas e inminentes de la política exterior cubana en detrimento del África. Los que disienten de ese punto de vista (i.e. Roelofse-Campbell, 1993) arguyen que el estrecho compromiso cubano con África "predata a la alianza con la URSS" y por ende, debe sobrevivirla. Los académicos brasileños por lo general también confiaban en que ocurriría, paralelamente, una recuperación de los vínculos brasileños con África, que también sufrieron efectos económicos adversos el decenio pasado, en particular el desplome del comercio (v.g. Pereira, 1995).

10. Balance Bibliográfico Preliminar

No hemos pretendido agotar, ni con mucho, el tema de la bibliografía pertinente a las relaciones Cuba-África. Baste este repaso para subrayar que la producción de fuentes secundarias de utilidad para los lectores especializados se rezagó inicialmente en Cuba respecto a lo que se fue produciendo y difundiendo en el exterior. Además, aunque fuera de Cuba se ha escrito abundantemente sobre el tema general de las relaciones de Cuba con África, el resultado de esta producción dista aún de satisfacer las necesidades de conocimiento objetivo del tema en todos sus ángulos. Los pocos libros publicados que pretendieron abarcar el tema en su conjunto llenaron un espacio en momentos en que el accionar de Cuba en África concitaba atención universal, pero adolecen por lo general de enfoques prejuiciados por la subjetividad. Los que partían de un enfoque "dependentista" de la política africana de Cuba, pronosticaron erróneamente el cese de esos vínculos a partir del decenio de 1990-1999, tras la desaparición de la URSS y del campo socialista este-europeo, calculando — más allá — la desaparición del propio proceso revolucionario cubano.

Sin embargo, al comenzar el nuevo siglo, las relaciones de Cuba con África aparecen fortalecidas, pero en términos que no atraen ya la misma atención de antes entre la Academia extranjera. Ello, a pesar de que en pocos países del mundo existe la abundancia de fuentes primarias que se encuentran hoy en Cuba para estudiar la supervivencia y el florecimiento de las relaciones Cuba-África — cifras de cooperantes cubanos en África de estudiantes africanos en Cuba (ambos por países y especialidad), proyectos triangulares de salud en África con respaldo económico de terceros países, etc.

Paralelamente, han comenzado a publicarse, con mayor frecuencia que antes, obras de fuentes cubanas de autoridad sobre pasajes inéditos de la historia de esas relaciones.36 36 . I.e., Serguera (1997), quien ofrece datos, entre otros aspectos de la vida del Ché, de sus iniciativas en África. Poco después salió a la luz Risquet (2000), enriquecido con abundantes documentos y fotos, sobre el frente de militares cubanos que (paralelamente a la presencia del Ché Guevara en el Congo-Leopoldville) operó en el Congo-Brazzaville. También está al Dreke (2002), contentiva de una entrevista a otro destacado protagonista de la operación del Che Guevara en el Congo: véase Waters (2001). Además de este tipo de libros, que portan el valor testimonial y analítico de participantes directos en los acontecimientos, han venido apareciendo obras de periodistas que reseñan la labor de cooperantes cubanos en distintos países africanos, tales como Fulgueiras (2001), definido como "libro de crónicas" sobre la "épica cotidiana y silenciosa" de los cooperantes cubanos en Gambia, y escrita en un estilo "capaz de hacer sentir y emocionarse a los demás" (Hoz, 2001). Todos estos indicadores anuncian una disponibilidad creciente de bibliografía y bases de datos para el estudio del tema de las relaciones Cuba-África en un momento de su renovación y florecimiento sin precedentes.

Bibliografia

Notas

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  • 1
    . En torno a ese interés giraron las obras monumentales de Don Fernando Ortiz (en perspectiva criminalística primero, luego más ampliamente antropológica), de José Luciano Franco (en la histórica) y de Lidia Cabrera (más específicamente volcada hacia la religión), por sólo citar a los de producción más prolija y duradera hacia mediados del siglo XX.
  • 2
    . Véanse, v.g., los artículos de denuncia que José L. Franco publicó en la prensa cubana a raíz de la invasión de la Italia fascista a Etiopía.
  • 3
    . Por cierto, incluso en los propios Estados Unidos el inicio con fuerza de los estudios de "África en África" pasó casi inadvertido frente a la avalancha de bibliografía centrada en la lucha por los derechos civiles de quienes comenzaban a autodenominarse "afronorteamericanos".
  • 4
    . Baste recordar la frecuente referencia a nuestra esencia latinoafricana en el discurso oficial cubano después de 1959.
  • 5
    . No siendo éste el asunto central del presente trabajo, no mencionaremos otros nombres entre los numerosos "afrocubanólogos" de obra posterior a 1959. Baste decir que los más representativos tuvieron mayor acceso que sus predecesores a una variedad de fuentes para el estudio de África de autoría extranjera, e incluso a trabajos de terreno en la propia África, y ello se reflejó en un interés creciente por África misma, aun en la perspectiva afrocubana. Al propio tiempo, el florecimiento de los estudios afrocubanos en cierto modo dificultó el surgimiento de una africanística centrada exclusivamente en asuntos africanos — y no afrocubanos — en la propia Cuba.
  • 6
    . El triunfo de la revolución cubana en 1959 dinamizó singularmente el proceso, entre otras razones, por: (a) la reestructuración radical de las relaciones raciales internas; (b) la vocación tercermundista que atraía a la sociedad cubana a los estados africanos emergentes; (c) la extraordinaria política editorial que impulsó enormes tiradas a bajísimos precios de venta, e hizo proliferar — entre otras — obras de temas africanos y afrocubanos.
  • 7
    . La selección abarcó lo más destacado de la producción literaria africana. Autores tales como el senegalés Sembén (1975, 1976, 1989), el nigeriano Achebe (1975, 1976, 1984), o el sudafricano La Guma (1977, 1979, 1982), enterrado en Cuba, (por sólo mencionar a algunos) vieron publicarse lo mejor de su producción. Aun antes de la consagración de Soyinka (1987) con el Premio Nóbel, la editorial había publicado su voluminoso
    Teatro.
  • 8
    . Aquí estaríamos registrando las obras que marcaron el nacimiento — en propiedad, en perspectiva histórica o politológica — del estudio cubano de "África en África" inmediatamente posterior a 1959. Entre ellas hay que mencionar a Bayo (1961, 1962, 1963, 1965), que tuvieron el mérito de brindarle abundante información desde un ángulo solidario y en lenguaje asequible a un público cubano amplio. Luego aparecerían obras científico-didácticas para la enseñanza, Entralgo (1974) y Amuchástegui (1984-1988).
  • 9
    . La acumulación de artículos en la prensa cubana sustentó obras mayores en la primera mitad del decenio de 1960-1969, y (no por azar) escritas por periodistas, como Benítez (1964). Por muchos años serían precisamente los periodistas quienes más libros de temas africanos publicarían.
  • 10
    . A partir de 1975, en efecto, se dinamizan las publicaciones: V.g.,
    El Partido Democrático de Guinea: Extractos de obras y Hala Nelson Mandela, y también
    Breve Historia de África (redactada por encargo del FRELIMO) y
    Sudáfrica hoy: enfoques sobre su situación política, producida por el PCSA.
  • 11
    . Publicaciones tales como
    Revista de África y Medio Oriente,
    Estudios y Compilaciones y
    Enfoques, del CEAMO, dejarían de aparecer regularmente.
  • 12
    . Tanto entre los funcionarios norteamericanos como entre la mayor parte de la Academia occidental, la interpretación errónea de la presencia militar cubana en Etiopía en 1977 (que se percibió distinta en sus premisas y objetivos a la de Angola poco menos de dos años antes) tuvo más bien que ver con la resurrección y el empuje de la "nueva derecha" en el escenario político norteamericano, signado en el tránsito de C. Vance a Z. Brzezinsky al frente del Departamento de Estado y luego en la presidencia de R. Reagan.
  • 13
    . En esta tendencia operó también el tránsito de lo que se caracterizó como una visión "regionalista" de los problemas mundiales por otra en la que predominaba el enfoque "globalista", que alcanzó su apogeo en el gobierno de Reagan. La línea de pensamiento explicitada por los estrategas norteamericanos del momento respondía a la lógica simplista del mundo bipolarmente jerarquizado de la Guerra Fría. La deducción era en esencia: a) Cuba carece de intereses económico en África; b) por ende, su acción militar allí es "ilegítima"; c) ergo, si Cuba no actúa por intereses (económicos) propios, entonces lo hace "por encargo" de una gran potencia; d) aunque no actuase "por encargo", su papel atenta contra el orden mundial establecido, que no concibe que un país de escasos recursos y dimensiones despliegue acciones militares de tal envergadura en un sitio tan distante.
  • 14
    . No incluimos la cada vez más abundante información electrónica que circula en Internet, todavía desproporcionadamente favorable a las valoraciones negativas de los detractores de la política cubana en África.
  • 15
    . De todas formas, lo que sí existe en abundancia son discursos tempranos de dirigentes y funcionarios cubanos, que se pronunciaban en particular sobre el proceso de descolonización en curso en África a partir de 1959, así como cierto número de artículos de fondo aparecidos en la prensa cubana anterior a 1975. Todos ellos son materiales de consulta obligatoria para quien repase la historia de esas relaciones.
  • 16
    . Un listado representativo y no exhaustivo de las primeras en aparecer incluiría a Valdés-Vivó (1976 y 1977), de amplia difusión en distintos idiomas, y que abordan tangencialmente las relaciones de Cuba con Angola y Etiopía aunque no sea ese su propósito central. Les siguió García Márquez (1977a), que se benefició de informantes cubanos confiables y fue punto de referencia obligado y fuente considerada "semioficial". En Ortiz (1983), un corresponsal de guerra ofrece relatos escritos, como él mismo define, "en la precipitación de la guerra, mejorados — cuando se podía — en las pausas entre los combates", e ilustrado con abundantes fotos y mapas. En Comas (1983), un historiador, prosista y poeta brinda narraciones conmovedoras, basadas en su experiencia personal en Angola, y por ende aporta a la introspección de los sentimientos que sustentaron el internacionalismo. En Fresnillo (1982), una periodista se adentra en el panorama, hasta entonces poco abordado, de la colaboración civil extendida a una variedad de países africanos. Transcribe las vivencias en el lenguaje de los cooperantes y consigue una frescura singular al plasmar la interacción del internacionalista con la sociedad en la que opera, si bien en ciertos pasajes el candor del testimoniante revela nítidamente (v.g., en las pp. 78-82) la incomprensión de las diferencias culturales. El tema de la colaboración civil se retoma en Concepción (1987), obra de un periodista internacionalista en Angola. La nota editorial aprecia las crónicas en tanto "reflejan, más que un análisis de una situación determinada, las vivencias dl autor y su modo de ver una realidad". En Correa (1988), un periodista, internacionalista en Etiopía, plasma, según la editora, "un himno a la solidaridad, a la hermandad que se forja en el combate, y al espíritu de desinterés y sacrificio que anima a los combatientes internacionalistas cubanos".
  • 17
    . Benemelis(1986:42) plantea que "[...] la presencia del Ché Guevara en la lucha del Congo fue uno de los hechos más silenciados por el castrismo. Los pormenores de la campaña todavía no han sido 'filtrados' hasta este momento [...]". Moore (1988:246) adopta una postura todavía más critica.
  • 18
    . V.g., las revistas
    Moncada (octubre 1987) y
    Verde Olivo (junio 1988 y junio 1990), el periódico
    Vanguardia (29-30 de noviembre; 1 de diciembre 1989; 3 de junio y 8 de octubre de 1991) y el
    Boletín de historia militar (1/92).
  • 19
    . La primera oportunidad fue en Taibo (1994), que brindó al lector acceso a una variedad de fuentes autorizadas, incluidas partes del manuscrito del Ché. La segunda fue Gálvez (1997), también nutrido ampliamente del mismo manuscrito y de otras fuentes para un análisis muy pormenorizado.
  • 20
    . Véanse, v.g., Falk (1987) y los escritos de Gillian Gunn (que consiguió un enfoque bastante objetivo del decursar de las Negociaciones sobre el Sudoeste Africano) y, más recientemente, los del canadiense Edgar Dosman o el italo-norteamericano Piero Gleijeses. Un libro notable en este grupo, debido tanto a su cuidadosa integración (incluyendo cronología, textos de materiales primarios cubanos y africanos, artículos de prensa, fotos, etc.) y su amplia difusión exterior fue Deutschmann (1989).
  • 21
    . D. González (1990) observa en la p. 317 que "[...] no hay consenso entre los académicos cubanos sobre si existe, en efecto, una política cubana específica para el África o si se debe hablar más en propiedad de una política cubana para el mundo subdesarrollado [...]". Tienden a asociarse a la primera hipótesis los africanistas, que miran el problema desde una óptica más bien regional, mientras que los que estudian la política cubana desde una óptica más bien global favorecen la segunda. En cualquier caso, habría que admitir que fue África la región en la que la política general tercermundista de Cuba alcanzó un desarrollo más amplio e integral que contribuyó de manera decisiva a modificar el curso de la historia de ese continente. La clave pudiera encontrarse en la temprana asociación de la Cuba revolucionaria al llamado "Grupo de Casablanca" y a la contribución que éste legó al acto fundacional de la OUA — el apoyo a la lucha anticolonial y antiapartheid en el continente.
  • 22
    . Aquí la lista sería interminable. Se recomienda revisar algunas obras que repasan bibliográficamente el tema, v.g. Wright (1990), donde se subrayan trabajos como los de Harsh (1976), Bender (1978), Gevshon (1981) y El-Khawas (1976). La conclusión que reafirman es que las acciones cubanas posteriores a 1975 en África no constituyeron una provocación sino, por el contrario, una respuesta directa a las acciones previas emprendidas por EEUU. Véanse Wright (o.c.), Stockwell (o.c.), Gayshon, Davies (o.c.) y Klinghofer (1980).
  • 23
    . Véanse, i.e., Jonson (1986), y en particular Holness (1986:101-52). Libros de este corte influyeron en una mejor comprensión mundial de la visión africana de los acontecimientos. Otros autores, muchos de ellos africanos, afronorteamericanos o caribeños, siguieron sustentando ese enfoque hasta explicar el desenlace de la guerra en Angola, y de ese modo también contribuyeron a hacer prevalecer su punto de vista en el mundo. Véase, i.e., Campbell (1990). Lo que siguió faltando a esa altura, desde la perspectiva de los medios académicos, fue una más completa y sistemática exposición, documentada y centrada en el ángulo cubano, que complementase la comprensión cabal de los hechos en los que Cuba estuvo involucrada de manera prominente. Esta ausencia fue sumamente negativa, si se tiene en cuenta el poder de circulación y lectura que son caaces de asegurarse
    best sellers tales como Crocker (1992), que ofrece una interpretación muy individual y parcializada alrededor del propio papel personal del autor en los acontecimientos, de los factores en discusión, del curso de las Negociaciones del Sudoeste Africano y del significado de sus acuerdos. Otros actores destacados u observadores privilegiados de los acontecimientos militares y diplomáticos trascendentales en el África meridional en esos meses — especialmente sudafricanos — publicaron sus propias versiones de los hechos.
  • 24
    . Aparte de Domínguez:1989, fueron en su mayoría autores de origen norteamericano los que más ampliamente trataron el tema en su generalidad, en libros íntegramente dedicados a la política exterior cubana, como Robbins (1983), Erisman (1985) y Falk (1986).
  • 25
    . Véanse, i.e., Mesa-Lago (1982ª), N. Valdés (1982), Domínguez (1982), Blasier (1982) y E. González (1978 y 1982a y b).
  • 26
    . Así lo contemplan E. González (1982), Leogrande (1982 y 1983), Domínguez (1978 y 1982b).
  • 27
    . Compárense, v.g., Blasier (1982), E. González (1982) y Roca (1982); Mesa-Lago (1982) admite discrepancias a ese respecto. En cualquier caso, coincidieron desde el inicio en atribuirle mayor costo (político) a la operación etíope que a la angolana, como lo hace, con más énfasis, Leogrande (1983).
  • 28
    . Así lo subrayan Leogrande (1983), Roca (1982) y Mesa-Lago (1982b).
  • 29
    . Erisman (1985) trata de desprenderse del enfoque dependentista cuando enumera las motivaciones de la política exterior cubana más generalmente debatidas — búsqueda de la seguridad militar, consideraciones ideológicas, aspiraciones a un papel de liderazgo en el Tercer Mundo, sentido altruista, etc. — y opta por poner énfasis, en cambio, en la dimensión puramente nacionalista, que considera la más olvidada de todas en la Academia.
  • 30
    . Habría que hacer la salvedad del caso de Piero Gleijeses — véanse Gleijeses (1996a, 1996b, 1996-1997 y 1997) — que, procurando información de fuentes cubanas autorizadas, redactó una serie de artículos y ponencias sobre pasajes trascendentales de la política africana de Cuba, en su mayoría traducidos y publicados en Cuba, y al redactarse estas líneas a fines del 2001, se aprestaba al lanzamiento del Gleijeses (2002), donde se contrapuntean los quehaceres cubano y norteamericano en África.
  • 31
    . El año anterior había aparecido Luce (1979). No lo valoramos aquí en tanto no se limita a la política africana de Cuba, y se enmarca en la misma óptica "dependentista" que plagó buena parte de las interpretaciones occidentales por aquellos años. La escasez de enfoques referidos a las motivaciones endógenas cubanas es la falla más seria en el conocimiento de la mayoría de los medios académicos fuera de Cuba.
  • 32
    . En la introducción del libro, Jorge Domínguez hace notar los sentimientos de animosidad que permean el texto. Véase Moore(1988:ix-xv).
  • 33
    . A la altura de principios del 2001, Cuba mantenía relaciones diplomáticas con 47 países africanos, tenía 29 embajadas en capitales africanas (otras se aprestaban a abrirse) y había 14 embajadas africanas en La Habana; 35 comisiones mixtas sesionaban con países del África subsahariana, y en Cuba se habían graduado más de 28.000 africanos. Siete países africanos se beneficiaban del Plan Integral de Salud cubano y éste se aprestaba a comenzar en otros tres. Unos 80.000 cooperantes civiles cubanos habían ya prestado sus servicios en África, y en ese momento había más de 1.200 laborando en plaza.
  • 34
    . 15 años antes, ya Nzibo (1986) valoraba la colaboración cubana en África como ejemplo de cooperación Sur-Sur.
  • 35
    . Véanse, i.e., Blajberg (1984), Monteiro (1984), Rodríguez (1982), Martinière (1980), las ponencias y los debates del Congreso de la Asociación Latinoamericana de Estudios Afroasiáticos (ALADAA) en la Universidad Candido Mendes, y sobre todo Mendes (1982), Pereira (1982), Y. Castro (1982) y Moneta (1982). Véase también P. Martínez (1972:182-83). Ya en el siguiente decenio apaecieron esbozos de estudios comparativos mejor estructurados, algunos de ellos mencionados en el marco más amplio de la africanística latinoamericana en D. González (1986).
  • 36
    . I.e., Serguera (1997), quien ofrece datos, entre otros aspectos de la vida del Ché, de sus iniciativas en África. Poco después salió a la luz Risquet (2000), enriquecido con abundantes documentos y fotos, sobre el frente de militares cubanos que (paralelamente a la presencia del Ché Guevara en el Congo-Leopoldville) operó en el Congo-Brazzaville. También está al Dreke (2002), contentiva de una entrevista a otro destacado protagonista de la operación del Che Guevara en el Congo: véase Waters (2001). Además de este tipo de libros, que portan el valor testimonial y analítico de participantes directos en los acontecimientos, han venido apareciendo obras de periodistas que reseñan la labor de cooperantes cubanos en distintos países africanos, tales como Fulgueiras (2001), definido como "libro de crónicas" sobre la "épica cotidiana y silenciosa" de los cooperantes cubanos en Gambia, y escrita en un estilo "capaz de hacer sentir y emocionarse a los demás" (Hoz, 2001).
  • Datas de Publicação

    • Publicação nesta coleção
      01 Set 2003
    • Data do Fascículo
      2002
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