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Jóvenes ecuatorianos en pandemia: tiempo y espacio fracturados

Ecuadorian youth in a pandemic: fractured time and space

Juventude equatoriana em uma pandemia: tempo e espaço fraturados

Resumen:

Este artículo evalúa algunos de los efectos que el tratamiento de la pandemia de la Covid-19 ha tenido en las y los jóvenes del Ecuador. Para construir la investigación se ha consultado a 28 jóvenes, mujeres y hombres, de las tres regiones continentales del Ecuador por medio de grupos focales online. El enfoque de la investigación fue cualitativo, por lo que más que su representatividad como muestra estadística, se priorizó el análisis de los relatos y experiencias de las personas consultadas alrededor de dos ejes de discusión: espacio y tiempo. Los hallazgos nos han permitido valorar cómo las desigualdades económicas y la falta de acceso a oportunidades, sumadas a una visión siempre estigmatizada de las y los jóvenes, ha convertido a esta población en las primeras víctimas del tratamiento de una pandemia que ha olvidado las posibilidades culturales de contención.

Palabras clave:
Covid-19; Desigualdad; Juventudes; Pandemia; Ecuador

Abstract:

This article evaluates some effects that the treatment of the Covid-19 pandemic has had on young people in Ecuador. To build the research, 28 young women and men from the three continental regions of Ecuador have been consulted through online focus groups. The research approach was qualitative, so that more than its representativeness as a statistical sample, the analysis of the stories and experiences of the people consulted was prioritized around two axes of discussion: space and time. The findings have allowed us to assess how economic inequalities and lack of access to opportunities, added to an always stigmatized vision of young people, has made this population the first victims of treatment of a pandemic that has forgotten the cultural possibilities of containment.

Keywords:
Covid-19; Inequality; Youth; Pandemic; Ecuador

Resumo:

Este artigo avalia alguns dos efeitos que o tratamento da pandemia de Covid-19 teve sobre os jovens no Equador. Para construir a pesquisa, 28 jovens, mulheres e homens, das três regiões continentais do Equador foram consultados por meio de grupos focais online. A abordagem da pesquisa foi qualitativa, de modo que mais do que sua representatividade como amostra estatística, a análise das histórias e experiências das pessoas consultadas foi priorizada em torno de dois eixos de discussão: espaço e tempo. Os achados permitiram avaliar como as desigualdades econômicas e a falta de acesso a oportunidades, somadas a uma visão sempre estigmatizada dos jovens, fizeram dessa população as primeiras vítimas do tratamento de uma pandemia que esqueceu as possibilidades culturais de contenção.

Palavras-chave:
Covid-19; Desigualdade; Juventude; Pandemia; Equador

Introducción

La pandemia de la Covid-19 ha traumatizado la vida del planeta entero. En América Latina, la región más desigual del planeta, sus efectos negativos han sido notables. Miles de muertes, reducción de la economía, incremento del desempleo, crisis sanitaria, incremento en los casos de violencia basada en género, cierre de centros educativos, son solo los ejemplos más considerables. Uno de los detonantes, a manera de contexto es lo señalado por Alain Badiou (2020)Badiou, Alain. 2020. Sobre la situación epidémica. En Sopa de Wuhan, compilado por Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Santiago López Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung-Chul Han, Raúl Zibechi, María Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yañez González, Patricia Manrique, y Paul B. Preciado,67-78. Buenos Aires: Aspo. que, si bien se enfoca en otra realidad, de la misma manera que en Francia, en el caso ecuatoriano ya se venía arrastrando un deterioro sostenido del aparato nacional de salud, lo que complicó el manejo de la pandemia a escala nacional.

El informe de la Cepal (2020,2)3 3 Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). 2020. Panorama social de América Latina 2020. Santiago de Chile: Cepal. Consultado el 18 febrero de 2020. https://bit.ly/3UrBebH. sobre el “Panorama Social de América Latina”, señala que la pandemia ahondó las condiciones de desigualdad más estructurales relacionadas a la informalidad en cuanto al empleo, la desprotección social, la falta de acceso a la educación y salud, así como un especial “retroceso de una década en inclusión laboral de las mujeres y con impacto desigualador en informales y jóvenes”.

A ser precisos, debemos afirmar que, más que el fenómeno pandemia, es el modo de su tratamiento de parte de los gobiernos lo que debería ser objeto de análisis crítico. Ese modo, que descifraremos más adelante, ha demostrado que el dicho de que “todos estamos en el mismo barco” no puede ser más falso, porque quienes menos tienen, han debido enfrentar también los efectos más crueles de la situación. Según Sousa Santos (2020Sousa Santos, Boaventura de. 2020. La cruel pedagogía del virus. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Clacso., 74) “las pandemias muestran de forma cruel cómo el capitalismo neoliberal incapacitó al estado para responder a las emergencias”. En otras palabras, el tratamiento de la pandemia ha permitido, una vez más, desnudar las condiciones de desigualdad e injusticia social que son características especialmente observables en nuestra región.

Hasta el 2020, la población ecuatoriana superaba ligeramente los 17,5 millones de personas.4 4 Datosmacro. 2022. Ecuador-Población. Ecuador registra un incremento de su población. Expansión. Datosmacro s/f.Consultado el 28 de febrero de 2022. https://bit.ly/2MGO2uB. Los jóvenes, entre 18 y 29 años, rondaban los 3,5 millones y de estos, solo un poco más del 38% entre 18 y 24 años accedía a la educación superior (Cervantes 2021Cervantes, Reinaldo. 2021. Jóvenes: una breve mirada a su inclusión social. En Un balance crítico sobre los desafíos de la juventud en la nueva normalidad. Ensayos 3, compilado por Francisco Cevallos Tejada, 59-70. Quito: Consejo Nacional para la Igualdad Intergeneracional.). En el mismo año, el 70,7% de la población ecuatoriana usaba internet, pero solo el 53,2% de los hogares contaban con conexión y el analfabetismo digital alcanzaba el 10,2%.5 5 Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec). 2020. Tecnologías de la información y comunicación. Encuesta multipropósito-TIC. Resumen 2020. Consultado el 28 de febrero de 2020. https://bit.ly/2LMUiRd. Esto ya nos permite dimensionar las consecuencias que tendría una pandemia que obligaría al distanciamiento y a la educación y trabajo vía internet.

La organización Decent Jobs for Youth (2020, 2)6 6 Decent Jobs for Youth. 2020. Los jóvenes y la pandemia de la Covid-19: efectos en los empleos, la educación, los derechos y el bienestar mental. Consultado el 28 de febrero de 2020. https://bit.ly/3fDQ14s. advierte que “el impacto de la pandemia en los jóvenes es sistemático, profundo y desproporcionado” y se observa sobre todo en la educación por la imposibilidad para uno de cada ocho estudiantes de acceder a los cursos en línea o a distancia, pero también en cuanto a menoscabar el derecho a participar en asuntos públicos y a la libertad de movimiento.

En lo económico, según el Banco Central del Ecuador,7 7 Banco Central del Ecuador.2021. La pandemia por el Covid-19 generó una caída en el PIB de 6,4% de marzo a diciembre de 2020. Banco Central del Ecuador, 12 mayo de 2021. Consultado el 28 de febrero de 2022. https://bit.ly/3E3RJpe. las pérdidas totales que provocó la pandemia en el 2020 alcanzaron los USD 16.381,7 millones, lo que representa el 16,6% del PIB en valores corrientes. En esta contracción de la economía, los jóvenes entre 15 y 24 años fueron los más afectados, ya que, entre junio del 2019 y septiembre de 2020, se produjo una reducción de empleo en este sector del 25,8%, siendo las mujeres las más perjudicadas (Esteves 2020Esteves, Ana. 2020. El impacto del Covid-19 en el mercado de trabajo de Ecuador. Mundos plurales: Revista Latinoamericana de Políticas y Acción Pública 7 (2): 35-41. https://doi.org/10.17141/mundosplurales.2.2020.4875.
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).

Con estas consideraciones, la tesis que nos guía es que si bien la Covid-19 ha afectado la salud y la vida de las familias ecuatorianas, los mayores efectos negativos se muestran entre los jóvenes de sectores populares, en tanto primeras víctimas de la pandemia, porque se han visto limitadas sus posibilidades de construcción como sujetos.

Esta noción de “primeras víctimas” contrasta con lo que Margaret Mead (1977)Mead, Margaret. 1977. Cultura y compromiso: el mensaje de la nueva generación. Barcelona: Granica Editor. había prospectado en la década de los 70 del siglo pasado, concibiendo una nueva relación entre jóvenes y adultos, en la que estos últimos dejaban de ser referentes para los primeros. Mead (1977)Mead, Margaret. 1977. Cultura y compromiso: el mensaje de la nueva generación. Barcelona: Granica Editor. planteaba la existencia de unas primeras generaciones juveniles como habitantes de un nuevo país, uno en el que los jóvenes tenían la capacidad de prefigurar el futuro y por ello se convertían en autoridad respecto de los adultos.

Durante varias décadas se siguió esta tesis de la antropóloga norteamericana en varios estudios de juventud -como por ejemplo en Martín Barbero (2002)Martín Barbero, Jesús. 2002. Jóvenes, comunicación e identidad. Pensar Iberoamérica: Revista de cultura 0: 1-7. -. Sin embargo, los hallazgos de esta investigación ponen en cuestión esta tesis a la luz del tratamiento de la pandemia y es muy probable que debamos considerar a los jóvenes como primeras víctimas y no como primeras generaciones del cambio.

Este texto analiza las condiciones de posibilidad de la existencia de las y los jóvenes ecuatorianos durante la pandemia, a través de dos líneas temáticas: el tiempo y el espacio. El espacio es fundamental para el estudio porque es el territorio real y simbólico donde los sujetos se manifiestan y expresan sus vidas, donde se conectan y construyen como seres históricos y, además, ha sido el primero en ser afectado por las medidas de salud pública.

En consecuencia, la limitada acción en el espacio lleva también a un debilitamiento sobre las posibilidades de acción en el tiempo presente y de las capacidades de proyección al futuro, precisamente porque como señala José Mansilla (2020Mansilla, José. 2020. La pandemia de la desigualdad. Educación social: Revista de intervención socioeducativa (76): 242-44., 2) “una crisis siempre es una buena excusa para arrebatar todavía más espacio público de manera permanente”. De allí que se configura un tiempo de incertidumbre o sencillamente un “no futuro”, entendidos como imaginarios de fracaso, pérdida o miedo, que constituyen futuros no deseados (Cantó-Milá, Moncunill, y Seebach 2020Cantó-Milà, Natàlia, Mariona Moncunill-Piñas, y Swen Seebach. 2020. Imaginarios de no-futuro de los jóvenes: mapeando futuros no deseados. Cuadernos de Teoría Social 6 (11): 121-53.).

En este complejo escenario, las tecnologías de información y comunicación juegan un papel importante. Los objetos técnicos y todo tipo de plataformas web son hoy los espacios que ponen a prueba la socialidad y la interacción y se han convertido en la solución para sostener la unión de las personas. No obstante, el acceso a las tecnologías se muestra diferenciado, dado que hay sectores a los que se les dificulta muchas veces, debido a los altos costos.

Anulados en espacio y tiempo, las y los jóvenes de estratos populares han resentido sus posibilidades de acción sobre el mundo por varios factores que ya venían manifestándose incluso antes de la pandemia, como por ejemplo el manejo de sus emociones (problemas marcados de salud mental), los problemas económicos (sobre todo en el grupo social estudiado), dificultades para tomar decisiones y por supuesto la incertidumbre por el futuro. A criterio de Josu Grandibal (2021Grandibal, Josu. 2021. Juventud, participación y pandemia. En Jóvenes y Pandemia. Miradas Expertas, compilado por Observatorio Vasco de la Juventud, 76-9. Comunidad Autónoma del País Vasco: Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco.,78) eso “afecta en el estado de ánimo, en la motivación, y en otros aspectos de vida, como puede ser en la participación y el compromiso con la comunidad”.

En este sentido, consideramos que esto no es un fenómeno directamente relacionado a la pandemia pues, incluso antes de la Covid-19, ya se analizaba, con cierta preocupación, el rol de la juventud universitaria en los procesos actuales de transformación social, en contraste con lo desarrollado por los movimientos universitarios inspirados en el Manifiesto de Córdoba, en 1918. Aunque en Porto-Fuentes, Angulo y Rodríguez, (2018)Porto Fuentes, Marcela, Natalia Angulo Moncayo, y Carolina Rodríguez Malebrán. 2018. Young people, participation, and communication. Analysis of current communication practices and policies of higher education students in Chile and Ecuador. Anagramas rumbos y sentidos de la comunicación 16(32): 47-69. https://doi.org/10.22395/angr.v16n32a3.
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se afirman que el estudiante universitario en América Latina ha sido, especialmente en el siglo 20 y lo que va del 21, un actor político relevante, no podemos dejar de afirmar que al menos en el Ecuador, en los últimos 10 años, se duplicó la desafección a la política, especialmente en los sectores populares (Ramírez 2019Ramírez, Franklin. 2019. Encuesta nacional de jóvenes y participación política 2019. Quito: Flacso Ecuador.).

La pandemia más allá de las afectaciones innegables que tiene sobre la salud o la economía, debe ser concebida también como una suerte de “enfermedad social”, que ha marcado también la vida de unos jóvenes que ya encontraban numerosas dificultades para desarrollar sus vidas y que, con la enfermedad, han visto cómo se conjuga una ‘tormenta perfecta’ que combina crisis de salud, económica y política.

Metodología

El trabajo de campo para esta investigación se desarrolló durante cuatro meses, entre octubre de 2020 y enero de 2021. La población de interés fue la de jóvenes ecuatorianos, mujeres y hombres entre 18 y 30 años, de forma específica, aquellos que estudian en universidades públicas del país considerando específicamente a los llamados sectores populares; jóvenes vinculados a la educación y salud públicas, que requieren de un Estado que facilite el acceso y disfrute de sus derechos y que, tendencialmente se involucran en el campo de trabajo asalariado.

A las y los jóvenes abordados se les consultó sobre cinco ámbitos: 1) las transformaciones en las dinámicas de sus vidas debido a la pandemia; 2) qué efectos ha tenido sobre la sociabilidad, convivencia, educación o trabajo; 3) perspectivas y proyecciones respecto a la salud y el ámbito laboral; 4) sus relaciones con la tecnología para el desarrollo de la vida social y; finalmente, 5) qué criterios políticos y de evaluación social han construido antes y durante la pandemia.

El estudio de corte cualitativo consideró dos técnicas para la recolección de información. Primero se realizaron 5 entrevistas exploratorias a la población de interés. Se trato de jóvenes que atraviesan su etapa formativa académica superior, se encuentra en la realización de prácticas pre-profesionales o de inserción laboral, es decir, actividades fundamentales que resultan trastocadas por el distanciamiento, la tecnología y la imposibilidad de establecer vínculos sociales.

Posteriormente, se realizaron 4 grupos focales con jóvenes de 4 provincias continentales de la Sierra, Costa y Amazonía en Ecuador, a través de plataformas de videollamadas grupales tipo Zoom y Google Meet, en donde se aplicó un cuestionario semiestructurado acorde a cinco bloques de preguntas temáticas, agrupadas en las categorías antes descritas.

En total, se dialogó con 28 jóvenes, hombres y mujeres de distintas zonas del país y con distintas experiencias sobre la pandemia y sus efectos sobre sus vidas. Los criterios compartidos tanto en entrevistas como en grupos focales se han sometido a análisis y validación de instrumentos de recolección de la información.

Cabe mencionar que debido a las precarias condiciones de conectividad de nuestros interlocutores, tanto entrevistas como grupos focales, se realizaron gracias a su generosidad y esfuerzo por usar sus teléfonos celulares dotados de escasos datos de internet, incluso estando en zonas periféricas y de difícil conexión.

También se revisaron las publicaciones de dos medios de comunicación televisivos y uno de presa escrita, los tres de alcance nacional, entre enero y febrero de 2021. La revisión de esta información ha sido más extensiva que intensiva, concentrándonos en identificar titulares, imágenes, fuentes y enfoques, con el fin de construir una visión general del discurso mediático sobre juventudes y pandemia.

Hallazgos

Sobre el espacio y su anulación

Observar la cobertura que los medios de comunicación ecuatorianos le dan a la pandemia es presenciar la configuración de un discurso médico exclusivo. Cómo enfrentar la pandemia, las medidas correctas de su gestión y qué esperar de ella se consulta únicamente a médicos y autoridades –muchas de ellas policiales– que reducen sus recomendaciones a evitar los efectos nocivos de la pandemia sobre el cuerpo individual y el sistema de salud pública. Medicinas, camas hospitalarias y operativos de control dibujan el panorama de la pandemia en los medios y, cuando la economía es mencionada, se debate si debe subordinarse, o no, al cuidado de la vida, vida que es pensada como la funcionalidad correcta de la fisiología humana. La manera en cómo el Gobierno aborda la pandemia tampoco se aleja demasiado de esta visión.

Resulta llamativo en términos epistemológicos, que ante la urgencia de usar enfoques complejos para comprender la realidad,8 8 Morin, Edgar. 2004. La epistemología de la complejidad. Gazeta de Antropología, 20. Consultado en 20 de junio de 2021. https://bit.ly/3fBAYbe. la pandemia haya sido abordada desde una lectura única que privilegia los argumentos biológicos, antes que los sociales. En contexto de pandemia, la socialización y el encuentro son prácticas prohibidas y negativas; y aunque es innegable que el virus se multiplica gracias a las concentraciones de personas; también es cierto que las dinámicas sociales han sido leídas únicamente desde el discurso dominante de las ciencias médicas de cuño positivista.

El discurso gubernamental se apalancó en la experticia médica, que desde el inicio de la pandemia se ha constituido en una línea argumentativa que conecta con un proyecto político de mayor envergadura: el capitalismo cibernético. Las directrices han sido claras, la presencia es peligrosa y, por tanto, telemedicina, teletrabajo y teleducación son los neologismos que caracterizan esta época (Cerbino y Angulo 2020Cerbino, Mauro, y Natalia Angulo. 2020. La construcción social de plataformas digitales y la experiencia de la vida cotidiana ¿cómo funcionan los objetos técnicos en época de confinamiento social? Chasqui: Revista Latinoamericana de comunicación (143): 295-318. https://doi.org/10.16921/chasqui.v0i143.4305.
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). La consecuencia natural de aquello es que la presencia física, no solo se evite, sino que se juzgue como un antivalor.

La urgencia de distanciamiento que ha impuesto este discurso de salud pública incentiva la transformación del espacio social, con los profundos estragos que ello genera; pues el espacio, más allá de ser un lugar de ocupación, es el terreno de configuración de la subjetividad en el mundo. Como indica Lefebvre (2013)Lefebvre, Henri. 2013. La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing., sin espacio no hay sujetos sociales y no hay producción de intersubjetividades, no hay posibilidades de comprenderse a uno mismo como un actor capaz de incidir sobre la naturaleza y la historia y, justamente por ello es que resulta tan traumático para los distintos grupos sociales, y en este caso, para las y los jóvenes, la recomendación gubernamental de aceptar obedientemente el encierro.

Esto lo sostenemos en virtud de que la perdurabilidad de la pandemia, de las restricciones y controles, nos ha traído también la afirmación individualista del principio de libertad.

Así lo expresa una joven de Nueva Loja, que encuentra en las prohibiciones espaciales, transgresiones que se extienden al propio cuerpo:

El hecho de movilizarse en transporte público era algo muy normal y muy cotidiano para la movilidad de todos, algo que se pensaba que era, pues, un derecho, algo propio, algo que nos pertenecía. Ahora es algo que también nos pueden quitar, lo que es la libertad de nuestros propios cuerpos, de nuestras propias vidas, porque tenemos igual que mantener la distancia. (Entrevista con Diana en 2021).

Las estrategias de prevención de contagios no consideran algunos elementos fundamentales. Por un lado, las dinámicas económicas en Ecuador, donde hasta mayo del 2021 más del 60% de la población económicamente activa se ubicaba en el subempleo, empleo no pleno o empleo no remunerado,9 9 Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec). 2021. Encuesta nacional de empleo, desempleo y subempleo 2021. Consultado en 28 de junio de 2021. https://bit.ly/3UmwJQh. la necesidad de ocupar el espacio público para vender diversos productos ha sido presentada por autoridades y medios de comunicación como prácticas negativas. Por otro lado, se ignora las lógicas que marcan las formas de vida de las comunidades y que tienen al encuentro como núcleo articulador. Ante la mirada cientificista, resulta incomprensible que las poblaciones no resistan el encierro y la separación.

Siguiendo a De Martino (2004)De Martino, Ernesto. 2004. El mundo mágico. Argentina: Libros de la Araucaria S.A., la apropiación de un territorio por parte de cualquier comunidad humana es fundamental porque permite la anulación de la “angustia territorial”, o sea, de la zozobra provocada por la potencial desaparición del sujeto en el mundo y la anulación de su historia. La perspectiva demartiniana, puede ser extremadamente útil para darse cuenta de que la presencia de la pandemia no es algo que modifique sustancialmente la condición propia del existir humano; el riesgo de la presencia, lo que De Martino (2004)De Martino, Ernesto. 2004. El mundo mágico. Argentina: Libros de la Araucaria S.A. define como el riesgo de la crisis como drama existencial del “ser ahí” expuesto siempre a su negación –el no ser ahí– es permanentemente una posibilidad. A esta crisis, y esto es lo más relevante de este análisis, se la enfrenta y procesa con los recursos de la cultura y no como se lo hace ahora, en el caso de la pandemia, con el reduccionismo marcado por el discurso científico médico.

El territorio es la posibilidad de tener control sobre un segmento del mundo y volverlo familiar, propio y reconocible. Para procesar esta angustia en el territorio se ejecutan una serie de medidas y recursos culturales como ritos, prácticas imaginativas y creativas en torno al cuidado intersubjetivo o la circulación e instalación de la palabra como lazo social; justamente aquello a lo que tienen acceso las y los jóvenes cuando salen de sus hogares para encontrarse con sus pares y construir identificaciones (Hall 2010Hall, Stuart. 2010. Sin garantías. Colombia: Envión editores.).

Mauricio, joven afrodescendiente de Esmeraldas, señala las afectaciones que percibe debido al aislamiento:

Siento que todas las personas han perdido una parte de su vida que también es relacionarse con las personas, verse con sus amigos, ir a clases normalmente, tener planes. Se vuelve monótono estar todos los días con tu familia, también esa angustia de no saber qué va a pasar y si va a ir a peor. Entonces todo esto ocasiona que también las personas actúen de manera diferente, por esta pérdida importante de lo que son las relaciones sociales, que son vitales para todo ser humano. Y pienso que, aunque tengamos nuestra familia, siempre vamos a sentir que otras personas son parte importante. (Entrevista con Mauricio en 2020).

Las y los jóvenes consultados en este estudio han encontrado en el espacio una posibilidad de constitución subjetiva que conjura la anulación. No es casual que lo que más extrañan de la vida previa a la pandemia sea la universidad y no específicamente por las posibilidades de estudiar en mejores condiciones, sino por el encuentro social expresado en el contacto con compañeros y docentes; en esa interacción construían redes sociales. Sin embargo, en la Covid-19 el aula de clases, las calles, los parques, las discotecas, los bares, son justamente lugares de ritualidad que han sido censurados y, algunos de ellos, incluso antes.

Siendo el espacio una prioridad para el control de la pandemia, la intervención de las autoridades se ha concentrado en impedir que sea ocupado de forma “incivilizada”.10 10 En Ecuador, el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COE) usa el término “incivilidades” para referirse a cualquier acto que pueda promover los contagios, como aglomeraciones, fiestas o desobediencia de medidas de bioseguridad. El estado ha buscado administrarlo, en términos de Lefebvre (2013)Lefebvre, Henri. 2013. La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing., como un espacio abstracto, que funciona objetualmente, formalmente y cuantitativamente, ligado al saber poder (Foucault 2010Foucault, Michel. 2010. El nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.); por lo que se opone a un espacio-tiempo diferencial que tiende al encuentro y al “desorden”.

El espacio abstracto producido por la lógica medicalizante ha impuesto un ordenamiento de cómo actuar en él. En Ecuador, las oficinas públicas y privadas, grandes centros comerciales, negocios con establecimientos fijos y con permisos de funcionamiento, restaurantes que supuestamente solo expenden bebidas alcohólicas con comida y las cadenas de cine pueden permanecer abiertos, los parques tienen acceso más o menos restringido, aunque en el transporte público se admite abiertamente la sobreocupación y el hacinamiento.

En oposición, los teatros pequeños e independientes, las aulas de clase, los espacios para el festejo y, sobre todo, para el expendio de bebidas alcohólicas o el trabajo informal de venta ambulante, se consideran altamente negativos. Específicamente a los jóvenes de sectores populares se han dirigido las campañas que les endosan la responsabilidad de aumentar los contagios; en su indisciplina de salir de casa, asistir a encuentros y no cumplir con las normas radica la culpa de contagiar e incluso matar a sus familiares.

Como se observa, la búsqueda de administración del espacio no se limita a los espacios públicos y se ha introducido incluso en los límites privados. No faltan las recomendaciones de no realizar reuniones familiares y de mantenerse alejados entre parientes del mismo hogar, lo cual es particularmente difícil en sociedades como las ecuatorianas, donde las familias ampliadas viven en casas que acogen a diversas generaciones y los más jóvenes no tienen completa disponibilidad para disponer del espacio de sus casas y, muchas veces, no tienen una habitación propia.

Esta carencia de espacios propios es descrita por Maggie, joven mujer de Esmeraldas:

Sobre todo, en los primeros meses de la pandemia, llegaba un momento en el que uno buscaba ese espacio personal que todo individuo necesita y que las mamás tienden a no respetar, se meten al cuarto, en cada momento interrumpen; entonces sí llega un momento en el que hay estrés de por medio. (Entrevista con Maggie en 2020).

Entre las y los jóvenes universitarios, usando la teoría de Lefebvre (2013)Lefebvre, Henri. 2013. La producción del espacio. Madrid: Capitán Swing., las aulas y el espacio público son su espacio de representación, es decir, aquel en el que son capaces de volcar sus expresiones, espacio más preciado incluso que el mismo hogar, que no se desprecia, pero no se comprende como íntimo, articulado desde las propias expectativas. Por ello es que las regulaciones sobre el espacio público y los centros educativos para convertirlos en espacios abstractos han sido tan difíciles de afrontar.

No han faltado las noticias en medios de comunicación de cientos de jóvenes – siempre de sectores populares – organizando fiestas clandestinas y que se hacinan en espacios sin distanciamiento ni protección, aparentemente motivados por el deseo de festejar egoístamente y no estar en sintonía de las demandas cívicas que requieren estos tiempos, por lo cual, son controlados por la policía. Estos actos han sido ampliamente condenados por autoridades y periodistas, quienes muestran a las autoridades de control como organismos esforzados que tratan de proteger a una ciudadanía irresponsable e incapaz de comprender lo que es bueno para su propio bien y el de la comunidad. Noticias similares sobre jóvenes de estratos medio-altos, son prácticamente inexistentes.

Con ello, los jóvenes de estratos populares y transgresores de la seguridad y la salud pública cumplen bastante bien los requisitos que Cohen (2011)Cohen, Stanley. 2011. Folks devils and moral panics. New York: Routledge. describe para convertirse en “demonios populares” causantes de pánico moral: exageración y distorsión, predicción y simbolización. Desde los medios de comunicación, las reuniones de jóvenes se muestran como celebraciones masivas que desafían abierta y maliciosamente la autoridad, la solidaridad y el buen juicio, casi una burla ante el dolor de una sociedad (exageración y distorsión); celebraciones que serán las responsables directas de la multiplicación de contagios en las familias, del colapso del sistema de salud (predicción) y que, son la muestra de la irresponsabilidad ciudadana, la incivilidad y de una sociedad culpable de su propio desgracia (simbolización).

Esta es la construcción del bien y el mal, de la imagen de la autoridad bondadosa y protectora y del joven perverso y dañino; se construye así una “escena sensacionalista monstruosa” (Panchi 2014Panchi, Marco. 2014. La estética de la transgresión. Quito: Flacso.) de una sociedad rota, sin cohesión, transgredida por sujetos dignos de rechazo y que, generalmente son los jóvenes de sectores populares.

Esto ha conllevado en algunos casos claras prácticas de culpabilización, como lo expone una joven de Riobamba:

Ahora vives encerrado en un miedo constante de que, si me contagio, ¿qué me va a pasar?; o si yo me contagio por algo que se me escapó, no me puse la mascarilla para ir a la tienda, ya tienes miedo. Me puede pasar algo a mí porque soy joven y puedo aguantar las cosas, ¿pero en mi familia?, ¿y mis papás o mis abuelos qué?, o sea, por mi culpa puedo consumirme la vida de otra persona. (Entrevista con Marilyn en 2021).

Desde este análisis, el discurso administrativo del espacio tiene claros efectos políticos. Si ocupar el espacio público o generar aglomeraciones es un acto de incivilidad, el único espacio viable para las y los jóvenes es el hogar, que generalmente, es el espacio de autoridad, donde se respetan las normas y limitaciones parentales. Esto es una limitante importante para las libertades que se han podido construir por medio de la convivencia, sobre todo en las aulas de clases y con el grupo de amigos. La posibilidad de autonomía y disfrute de la disposición propia del cuerpo y el tiempo se limita dentro de los hogares. Entre las y los jóvenes abordados en este estudio, resulta común señalar que por momentos la convivencia ha sido tensa.

Un testimonio de la ciudad de Riobamba revela esta situación:

Cuando ya llegamos al confinamiento tuvimos que convivir más, entonces era como que nos teníamos que ver más seguido, ya no podíamos estar solos en el cuarto; convivir era una locura, porque cada quien ya empezaba las peleas, nos empezamos a conocer más, o sea, suena raro, somos familia y todo, pero en realidad no nos conocíamos. (Entrevista con Samantha en 2021).

Esto genera al menos dos problemas que hemos identificado en este estudio. El primero es el reposicionamiento del hogar como un espacio prescriptivo, que dictamina lo correcto, lo incorrecto y lo posible para las y los jóvenes. Es la estructura estructurante de los sujetos (Bourdieu 2007Bourdieu, Pierre. 2007. El sentido práctico. Buenos Aires: Siglo 21 Editores.) desde la autoridad paternal y que carece de contrapesos que admitan otras lógicas de libertad o disfrute; la juventud ha retornado al hogar y a la moral del hogar. El segundo efecto es la pérdida de sentido de la vida como construcción activa y social, el espacio y el tiempo se han comprimido en la rutina y, aunque las y los jóvenes no desconocen su impulso por romper con esa quietud, no han encontrado la sinergia para actuar a nivel público y buscando efectos en la sociedad en general.

Sobre el tiempo y el no futuro

Para el cientificismo desmarcado de las condiciones sociales, la pandemia se evalúa desde parámetros universales, la misma receta de gestión de administración de la población y biopolítica (Foucault 2008Foucault, Michel. 2008. Historia de la sexualidad 1. Buenos Aires: Siglo 21 Editores.) se aplica en todos los países, porque se considera que las dinámicas sociales no son particulares, si el cuerpo humano funciona igual en cualquier territorio, un problema de salud se enfrenta desde las mismas acciones. La misma estrategia de uso de mascarilla, limpieza de manos, distancia física y aislamiento se aplica en casi la totalidad de países y se juzga como incivilizado no cumplirlas. Por supuesto, hablar de la “desobediencia” como negación de la civilidad, como oposición a lo civilizado, conlleva ya un potente discurso de la ley, el orden y la función de la sociedad civil. Las prácticas sociales deben estar subordinadas a los criterios de salubridad, eso es lo éticamente correcto porque además así operan “las técnicas que permiten dominar la conducta de otros” (Estévez 2018Estévez, Ariadna. 2018. Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos? Espiral Estudios Sobre Estado y Sociedad 25 (73): 9-43. https://doi.org/10.32870/espiral.v25i73.7017.
https://doi.org/10.32870/espiral.v25i73....
, 11).

Esto genera algunas paradojas: para recuperar la sociedad, es necesario defender la individualidad y para proyectarse al futuro es necesario dejar en suspensión al presente. Estas paradojas conllevan la neutralización de respuestas culturales ante el virus, no se evalúa si entre las prácticas sociales existen opciones que permitan resguardar la salud sin poner en riesgo la subsistencia de las familias con menores recursos; por ejemplo, distribuyendo alimentos; impulsando formas comunitarias para la alimentación, el cuidado o el apoyo estudiantil; no se ha apoyado la idea de que la gente, con la respectiva bioseguridad pero junta, puede apoyarse, sino que ha promovido el “volveremos a encontrarnos”.11 11 Este ha sido el slogan de diversas campañas, canciones y piezas publicitarias que impulsan el distanciamiento y el confinamiento, en diversos países de habla hispana. Actuar de forma colectiva para poder contener la pandemia es justamente lo contrario a lo que se dispone. Para el cientificismo medicalista, la comunidad no es una forma de contención de la Covid-19 y lo mejor es no tener planes inmediatos que no sean alejarse de los demás y sobrevivir como individualidad.

Ahora, esta individualización de los sujetos y del desgaste del presente como momento para actuar sobre el mundo, no necesariamente son productos directos de la pandemia. El impulso a la individualización y la anulación de vínculos comunitarios, como lo indica Giorgio Agamben (2020)Agamben, Giorgio. 2020. La invención de una epidemia. En Sopa de Wuhan, compilado por Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Franco “Bifo” Berardi, Santiago López Petit, Judith Butler, Alain Badiou, David Harvey, Byung-Chul Han, Raúl Zibechi, María Galindo, Markus Gabriel, Gustavo Yañez González, Patricia Manrique, y Paul B. Preciado, 17-20. Buenos Aires: Aspo., ha sido una característica patente de los procesos neoliberales y que, aparentemente ha encontrado en la pandemia el escenario ideal para justificarse plenamente y radicalizarse. El alejamiento de los seres queridos, el cierre de universidades y escuelas, dejar de reunirse para discutir de política o cultura o, en el menor de los casos, sustituirlo por mensajes telefónicos, serían solo algunos de los efectos.

La pandemia ha permitido, por tanto, el fortalecimiento de un modelo neoliberal de vida, que promociona las prácticas individuales, la lógica de salvación personal y la limitación de las relaciones comunitarias y; para esto, la tecnología ha sido de mucha utilidad. Para ciertos jóvenes, el acceso a internet ha permitido construir y sostener comunidades virtuales que se conectan en tiempo real y comparten diversas ritualidades, desde el juego, los cumpleaños y las fiestas, hasta los funerales. Estos jóvenes han llevado con mayor facilidad el aislamiento y, aunque niegan que disfruten enteramente de la comunicación mediatizada y extrañan el contacto humano, se han adaptado bastante bien a la dinámica del distanciamiento, han logrado romper la unidad de tiempo y espacio y sentir que socializan en casas separadas, pero en el mismo lapso temporal.

El testimonio de un joven quiteño expresa esta acomodación de manera muy clara:

Por suerte tengo mi propio cuarto, es como que cuando tengo clases, siempre cierro la puerta o tengo una reunión y tengo mi espacio. Lo mismo cuando voy a jugar cierro la puerta y mi cuarto es como mi santuario. (Entrevista con Ladír en 2020).

La radicalización del modelo neoliberal en el tratamiento de la pandemia se observa claramente en la agudización de la biopolítica en algunos sujetos juveniles. En el caso de Esteban, un joven quiteño de 28 años con discapacidad visual, se expresa la conciencia de ser parte del sistema y de realizar ahí, del mejor modo posible, una tarea que al mismo tiempo es vivida como oportunidad, con un mixto de fatalismo y adecuación a la situación provocada por la pandemia. Pese a que también expresa reparos a las formas digitales de su existencia no puede evitar considerar los beneficios que esas mismas formas le proporcionan, especialmente cuando compara su vida antes y durante la pandemia:

Puede ser que eso no es en absoluto bueno (el encierro), ni digno de replicar, pero yo soy tan exageradamente adicto al trabajo, que para mí es bueno. Esto es una óptica un poco utilitarista, muy sistémica, muy amiga del sistema, muy productivista. Entonces, no creo que esté precisamente bien, pero como yo ya soy así, entonces a mí me facilita la posibilidad de trabajar, de trabajar y trabajar. Las cuestiones negativas son por supuesto el hecho de perder contacto con la familia, con los amigos, que aunque no parezca, tarde o temprano llega a extrañarse; pero mira qué tan mal estamos como sociedad, que yo me siento cómodo con mi soledad en la computadora, con mi mundo virtual y así me parece que se está configurando de alguna manera la nueva sociedad, especialmente para la juventud, es como que uno se siente cómodo y mucho menos en riesgo, menos en riesgo de sufrir un asalto afuera o un accidente. (Entrevista con Esteban en 2020).

Ahora, esta adaptación al aislamiento no se acepta en completa resignación, al contrario, están marcadas por diversos malestares. Casi la totalidad de las y los jóvenes consultados han expresado inconformidad de tener que recibir clases online, calificadas como muy insatisfactorias por la dificultad que implica sostener la atención, la pobre exploración de contenidos, la carencia de ejercicios prácticos y, por supuesto, la ausencia de encuentro con compañeras y compañeros; esto, sin contar los efectos sobre la salud que pueden sufrir.

La situación se intensifica cuando el acceso a redes de comunicación y tecnología es menor y, a diferencia de las y los jóvenes mejor acomodados, se identifica que la pandemia más que una ruptura completa de la cotidianidad o la oportunidad para la hiperproductividad, es una reafirmación de la escasez de oportunidades y recursos que se padecía desde antes. Así lo confirma el testimonio de Maggie en la ciudad de Esmeraldas, localidad cuyas condiciones de infraestructura son distintas a las de la capital:

Tengo compañeros que son del cantón Eloy Alfaro, de Limones, de Río Verde, muchos compañeros tuvieron que retirarse (de la universidad) justamente porque no tienen acceso a internet o aparatos tecnológicos; una compañera se conecta desde el wifi de la iglesia, con eso le digo todo. Entonces hacen lo imposible, pero a veces no se puede más. Creo que aquí en Esmeraldas el abandono, en sí político, es muy grande. (Entrevista con Maggie en 2020).

Esta situación compleja de padecer la separación social y la adaptación facilitada por la mediatización genera diversas consecuencias serias. La primera es una marcada inquietud sobre el futuro, sobre todo en lo que respecta al ámbito educativo y laboral; la angustia de perder la oportunidad de estudiar adecuadamente y que esto tenga consecuencias negativas para realizar prácticas laborales, de ver disminuido o perder definitivamente los trabajos que ya se tienen generan una visión muy pesimista del presente y el futuro. Con ello, existe una anulación de la moratoria social de los sujetos, ya no es válido esperar para formarse adecuadamente, describir y explorar las potencialidades propias; en una situación de alto riesgo como la que ha generado la pandemia, la opción es terminar de estudiar en condiciones precarias y aceptar trabajos en condiciones precarias. Así lo presenta un joven de la ciudad de Esmeraldas:

El trabajo en este país será con “palanca” (influencias). Ahorita conseguir trabajo aquí en Esmeraldas es difícil. De igual manera si en el sector público no consigues trabajo no lo consigues en ningún otro lugar. Entonces yo sí veo un futuro como en mi época de “tira piedras”, nos va a tocar tirar piedra para conseguir trabajo, porque conseguir trabajo en la coyuntura política social de este país se va a convertir en un completo apocalipsis. (Entrevista con Luis en 2020).

Existe también una visión del trabajo (en términos productivistas) muy moralizada, como una suerte de único pasaporte social, actividad dignificante y legitimadora que permite integrarse plenamente en la sociedad. Quien no trabaja y no gana dinero, no está justificando el tiempo invertido en el estudio, quien solo estudia siente angustia de no aportar económicamente en su hogar. El tener un trabajo se mira como un fin en sí mismo, sin valorarlo como un espacio de sociabilidad, aprendizaje y construcción intersubjetiva de conocimientos.

Es importante remarcar, de esta condición de incertidumbre, que tampoco ha llevado a los jóvenes abordados a pensar en reacciones frente a los riesgos que produce la pandemia, no se habla de organización social con fines de demanda, de acciones para reclamar por mejores condiciones. Desde este análisis, aquí hay una muestra de la constitución de una suerte de perennización de la emergencia o de la sociedad de la catástrofe. Existe un pesimismo que muestra que las afectaciones sobre la vida de las y los jóvenes son anteriores a la pandemia y serán notables y hasta irreversibles cuando pase, la vida ya era complicada y ahora lo es más. Frente a ese pesimismo, es mejor prepararse para aceptarlo, adaptarse y sobrevivir en él. Una suerte de ethos clásico, en términos de Echeverría (2011)Echeverría, Bolívar. 2011. Modernidad y blanquitud. México: Editorial Era., en el cual el sistema socioeconómico en el que se desarrolla la vida es superior a las propias fuerzas y lo que resta es acondicionarse de la mejor manera posible a sus embates aceptando de modo resignado realizar cualquier trabajo en cualquier condición.

Eso se acompaña del riesgo que surjan renovadas formas de darwinismo social, orientadas a lo que hemos señalado como “la radicalización de la lógica neoliberal”: los más aptos podrán sobresalir, emprender un negocio económicamente exitoso, podrán adaptarse a la situación y ganar dinero en medio de ella; el resto, aquellos incapaces de adaptarse, tendrán que enfrentarse a la incertidumbre y posiblemente a la afectación total de la vida, está vez no solo en sentido fisiológico-médico, sino en términos sociales amplios.

Esta lógica de “no futuro” muestra una clara condición de jóvenes reducidos ante lo inevitable. Se sabe que lo que ocurre es injusto y que lo que puede ocurrir es temible, existe el ímpetu por reclamar mejores condiciones, pero también se sabe que poco o nada se puede hacer. Este desconcierto es ciertamente la consecuencia de que los sujetos juveniles hayan sido objeto (como el resto de la población) de acciones tendientes a inhibir formas culturales de reivindicación y de reinvención de la vida y el cuidado.

Conclusiones

Hemos expuesto cómo las y los jóvenes consultados se convierten en una suerte de primeras víctimas ante la presencia de la Covid-19, debido a que el tratamiento de la pandemia, potenciado por el uso de las TIC, tiende a trastocar el espacio y el tiempo. Esto tiene varios efectos sociales y políticos.

Lo primero que resalta es la inexistencia de respuestas culturales a la pandemia. La cultura – entendida en su amplitud antropológica y sociológica – no ha cumplido ninguna función en un tratamiento establecido exclusivamente bajo la óptica médica. Cualquier intento de pensar en la cultura se lo ha visto como una amenaza para el disciplinamiento de los cuerpos juveniles. Llama la atención que en pleno siglo 21, no se considere a la socialidad, a la salud mental y, a las condiciones colectivas de bienestar, como componentes fundamentales para que una persona lleve una vida plena y pueda afrontar la crisis pandémica. El discurso dominante ha establecido que basta con alimentarse y respirar, o sea ser organismos biológicos funcionales; lo que convierte a las sociedades en contenedores de organismos y no entramados de comunidades de sujetos interdependientes.

El siguiente rasgo es la permanencia de prácticas violentas hacia las juventudes, las que van desde el castigo físico hasta el discurso largamente construido de que las y los jóvenes son fuentes de riesgo y peligro para los demás. Las juventudes se construyen necesariamente como actores sociales representados en cuerpos colectivos y es desde ahí que ejercen su participación. Esto significa que, especialmente para los jóvenes de sectores populares – que no cuentan con los espacios físicos y accesos tecnológicos adecuados – se les limitan las herramientas simbólicas y materiales para incidir sobre la realidad, y también se reduce drásticamente la posibilidad de interpelación al Estado. La pandemia afectó a ese cuerpo colectivo juvenil y popular porque instauró la sospecha en los cuerpos del otro y, ciertamente, ese cuerpo colectivo no puede suplirse con el uso de tecnologías.

Ahora, lo más grave de este escenario es que parece que no desaparecerá pronto, e incluso amenaza con ser permanente, de tal suerte que no habría una época post-pandemia, sino una continuidad en la que, con ciertas atenuantes, se seguirá promoviendo el teletrabajo y la educación online, bajo el discurso de su aparente efectividad, sin reparar en los efectos de explotación y disminución de la calidad de vida que pueden provocar.

Este estudio sostiene que se observará un impacto más significativo en jóvenes de sectores populares, quienes tendrán que dejar de lado condiciones dignas de trabajo y aprendizaje para aceptar lo que tengan disponible: carreras formativas cortas y técnicas sin medidores de calidad adecuados; trabajos extenuantes; escasa o nula capacidad organizativa.

Con este escenario, que pone en riesgo el presente y futuro de las y los jóvenes, cabe preguntarse en qué se ha convertido la vida y la sociedad de las juventudes, ¿qué tipo de cuerpo juvenil ha producido la pandemia, ahora que exige la ruptura de la condición básica de existencia que es la sociabilidad?, ¿es ese un cuerpo vivo y con capacidad política? Quizás el mayor problema de la vida de los jóvenes no es el contraer una enfermedad que pudiera afectarlos directamente a ellos o sus familias, sino tener que amoldarse a un proyecto socioeconómico que considera que la vida consiste únicamente en ser un cuerpo con órganos funcionales, que trabaja y necesita de una pantalla para el entretenimiento.

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    Este ha sido el slogan de diversas campañas, canciones y piezas publicitarias que impulsan el distanciamiento y el confinamiento, en diversos países de habla hispana.

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Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    10 Feb 2023
  • Fecha del número
    Jan-Dec 2023

Histórico

  • Recibido
    21 Oct 2021
  • Acepto
    21 Jul 2022
  • Publicado
    09 Ene 2023
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