Partiendo de la idea de que es difícil construir una escuela inclusiva en el seno de una sociedad de progreso y abundancia pero donde proliferan desigualdades, importa cuestionar hasta qué punto la escuela, conjugando lo mejor del pasado con los cambios del presente y los avances del futuro, podrá contribuir para invertir esta situación. Tal empeño nos obliga a repensar la misión social de la escuela y a luchar para que el currículo que en ella se desarrolla se asuma como un espacio colectivo de compromisos, un estímulo a participar y una forma de desarrollar una verdadera educación moral, donde los valores se asuman como ejes estructurantes de una sociedad más justa, más solidaria y más democrática. Los profesores asumen en este proceso responsabilidades agregadas, ya que de sus capacidades intelectuales y de las virtudes de su carácter depende, en mucho, la excelencia del acto pedagógico. Es sobre estos presupuestos que pretendo, a lo largo de este texto, interpelar la escuela y el currículo en búsqueda de una nueva utopía.
Currículo; Cambio de las prácticas; Democratización de la escuela