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La historia de la historia de las emociones: mapeo de debates en proceso 1 1 Este trabajo forma parte de las investigandos desarrolladas en el marco del proyecto “Nacionalización, Estado y violencias políticas (siglos XIX- XXI)”, apoyado por el Ministerio de Economía y Competitividad (HAR2017-83955-P), por el Gobierno Vasco (IT 1227-19) y por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) (GIU 18/107).

The History of the History of Emotions: Mapping of Debates in Progress

RESUMEN

La emoción es una categoría analítica que ha irrumpido con fuerza en las ciencias sociales en general, y en el campo de la historiografía en particular, revelándose como especialmente útil para estudiar procesos de cambio político. Se han producido diferentes debates sobre el papel de las emociones en la historia y especialmente en el ámbito político, y este artículo pretende contribuir a la sistematización de estos debates, haciendo un repaso de cómo se ha entendido que la emoción opera en la acción humana desde la Ilustración, cuando se consagra la dicotomía razón-emoción, hasta 1945, cuando la irrupción del llamado “racionalismo de posguerra” degrada y margina a la emoción en política. A continuación se hace un repaso por los movimientos teóricos que restituyen a la emoción como un elemento de análisis central en las ciencias sociales. Finalmente se muestra cómo esta categoría se integra en los estudios historiográficos, y algunos de los debates que están teniendo lugar sobre la misma, especialmente aquellos referidos al poder y al cambio social y político.

Palabras clave:
emoción; política; historia de las emociones; historiografía

ABSTRACT

Emotion is an analytical category that has broken into the social sciences in general, and in the field of historiography in particular, revealing itself as a category especially useful for studies related to political change. There have been debates about the role of emotions in history and, especially, in politics. This article aims to contribute to the systematization of these debates, paying attention to how emotion has been understood since the Enlightenment, when the dichotomy reason-emotion is consecrated, up to 1945, and the way it has worked in politics. Next, it will be shown the theoretical movements that restored emotion as an element of central analysis in the social sciences. Finally, it will be shown how emotion has been integrated into historiographical studies, and some of the debates that are taking place on it, especially those related to power and social and political change.

Keywords:
emotion; politics; history of emotions; historiography

En un reciente libro, el historiador Rob Boddice afirma en su conclusión que los trabajos sobre historia de las emociones en la actualidad se han convertido en un “conjunto de debates amorfos” (Boddice, 2018BODDICE, Rob. The History of Emotions. Manchester: Manchester University Press, 2018., p. 205). Y es que la historia de las emociones está viviendo un auténtico auge, con numerosos debates y publicaciones. Y es que desde que en la Ilustración se consagrara la separación entre emoción y razón, creando una serie de códigos binarios de importantes implicaciones políticas, el debate sobre cómo opera la emoción en el campo político ha sido una constante, no solamente en la teoría política, sino, desde hace algunos años, también en el campo de la historiografía.

¿QUÉ HACEMOS CON LA EMOCIÓN EN POLÍTICA? LA CONSAGRACIÓN DEL “OTRO” DE LA RAZÓN

El debate sobre cuáles son los elementos que configuran la política es muy antiguo. Cuando desde la historia buscamos desentrañar los acontecimientos políticos del mundo contemporáneo y aplicar el análisis de la historia de las emociones, hay una cuestión que hay que tener en cuenta, la existencia de la dicotomía razón-emoción y todos los códigos binarios que de ella se desprenden, y que desde la Ilustración marca la política contemporánea. Descartes ya en el siglo XVII había establecido una radical separación entre cuerpo y espíritu, entre razón y emoción. El siglo ilustrado, llamado también el siglo de la razón, encumbró una serie de propuestas políticas en las que la racionalidad debía guiar la vida pública al tiempo que consideraban que las pasiones no sólo eran contraproducentes para alcanzar consensos guiados por el interés común, sino que llevaban al sectarismo y potencialmente al autoritarismo y al despotismo (Rosenblum, 1987ROSENBLUM, Nancy. Another Liberalism: Romanticism and the Reconstruction of Liberal Thought. Cambridge, MA: Harvard University Press, 1987., p. 37). Si bien esta visión tuvo auge principalmente en Francia y en Alemania, y aunque hubo una fuerte respuesta en Escocia, donde filósofos como David Hume o Adam Smith pusieron en valor los beneficios que para el buen funcionamiento de la sociedad y de la política tenían determinadas emociones,2 2 Hume desarrolló sus ideas en su trabajo Treatise of Human Nature (1739). Por su parte Smith hizo de la empatía (sympathy) la piedra angular de su trabajo The Theory of Moral Sentiments (1759) (GROSS, 2007, p. 114-121 y 129-130). lo cierto es que esta visión de la política influyó notablemente en el periodo napoleónico que cerraba el más importante acontecimiento político del XVIII, la Revolución Francesa (Frazer, 2010FRAZER, Michael L. The Enlightenment of Sympathy: Justice and the Moral Sentiments in the Eighteenth Century and Today. New York: Oxford University Press, 2010.). Así, el Código Napoleónico, que extendió por toda Europa sus preceptos de derecho civil a partir de 1804 al compás de las huestes del Emperador francés, consagró una nueva forma política que apuntalaba la razón como su elemento central al tiempo que redefinía el concepto de virtud, que pasó a entenderse como un elemento disciplinador de los sentimientos. La propuesta filosófica del racionalista por excelencia, Immanuel Kant, no hizo más que apuntalar esta visión. El siglo XIX, el siglo del liberalismo y de la burguesía, consagraba la dicotomía razón-emoción y creaba una serie de códigos binarios con fuertes implicaciones tanto en la política como en las relaciones de género o de clase. Las dicotomías hombre/mujer, definidor de las relaciones de género; naturaleza/ civilización, que establecía una jerarquía muy influyente en la configuración de las clases sociales, o público/privado, que redefinían espacios, fueron poco a poco permeando a lo largo de este siglo. El liberalismo decimonónico, a pesar de la resistencia del movimiento romántico, encumbraban así a la razón como eje de la política e introducían a la emoción en el campo discursivo de lo inherentemente irracional, egoísta, parcial, errático, cruel, extremo y privado (Hall, 2005HALL, Cheryl. A. The Trouble with Passion: Political Theory beyond the Reign of Reason. New York: Routledge, 2005., p. 37). Estudiar e historiar esta época necesariamente implica tener esto en cuenta, de lo contrario la reconstrucción quedaría incompleta.

La decantación de este proceso cristalizó no solamente en la praxis política, sino también en las ciencias sociales, las cuales a inicios del siglo XX estaban viviendo una auténtica ebullición sobre la naturaleza y elementos articuladores de distintos regímenes políticos, tanto los contemporáneos como los pasados. Así, la intelectualidad europea, y concretamente el gremio de historiadores, no fue ajena a estos debates y algunos estudiosos del pasado comenzaron a preguntarse por la vida afectiva de aquellos colectivos a los que dedicaban sus estudios. Así, en 1919 el historiador Johan Huizinga escribió The Waning of the Middle Ages, obra pionera en el estudio de las emociones. Asimismo, en 1939 se publicó una obra enormemente influyente, El Proceso de Civilización, donde su autor, el sociólogo Norbert Elias (2009ELIAS, Norbert. El proceso de civilización. México: Fondo de Cultura Económica, 2009.), analizó el proceso de creación del hombre moderno en torno al 1600 y el proceso paralelo de control de las emociones. Así, según Elias, el hombre moderno se definía por sentir asco ante comportamientos poco higiénicos en la mesa o por sentir vergüenza ante un compañero que escupe en la calle. En esta lógica analítica, para Elias se produce en Europa una evolución de la sociedad que pasa de un Medievo guerrero donde priman las normas de conducta “relajadas” (según los parámetros posteriores) y que poco a poco van viviendo un proceso de constreñimiento progresivo.

Dos años más tarde, en 1941 - aunque la idea había sido presentada en un congreso en 1938 -, se publicó en la revista Annales el que ha sido considerado el trabajo fundacional de la historia de las emociones, Sensibility and History, del historiador de la escuela de Annales Lucien Febvre. En este trabajo se rechazaba la idea de las emociones como meras respuestas corporales automáticas y se abogaba por estudios profundos de la vida afectiva del pasado. Asimismo Febvre proponía una idea sumamente sugestiva para el análisis de las dinámicas de la política de masas, y es la idea de que la emoción se contagia de unos individuos y otros, y desde ese punto de partida desarrolla lo que llama el “contagio emocional”, una suerte de flujo o energía que une a diferentes individuos en una individualidad superior, preparándolos para la acción colectiva (Febvre, 1973FEBVRE, Lucien. Sensibility and History: How to Reconstitute the Emotional Life of the Past. In: BURKE, Peter (ed.). A New Kind of History. London: Harper Row, 1973.).

Este inicial interés por las emociones pronto se vio yugulado por los acontecimientos históricos que jalonaron los años treinta. Así, los regímenes totalitarios como el nazismo o el fascismo fueron conceptualizados como irracionales, emocionalmente exaltados o bárbaros, algo que se acrecentó en 1945 cuando los horrores del genocidio fueron viendo la luz. De esta visión, que tuvo un gran empuje en el mundo anglosajón y su política liberal, valga como ejemplo las palabras del sociólogo norteamericano Talcott Parsons, quien afirmó que la diferencia entre la democracia estadounidense y el nazismo se basaba en que la cultura norteamericana tenía un carácter racionalista mientras que el nacionalsocialismo se caracterizaba por el fundamentalismo en cualquiera de los ámbitos sociales y políticos. Alemania y su régimen político quedaban así circunscritos al ámbito de lo irracional o lo pasional mientras que Estados Unidos y su régimen político hacían lo propio en el ámbito de la razón.3 3 Talcott Parsons: “Memorandum: The Development of Groups and Organizations Amenable to Use against American Institutions and Foreign Policy and Possible Measures of Prevention” (cit. en BIESS; GROSS, 2014, p. 1).

De esta manera, la emoción no solo fue apartada de la propuesta política sino también de los análisis historiográficos relativos a procesos políticos del pasado, y sólo se la mentaba para subrayar su supuesta incompatibilidad con la nueva democracia que se consolidó en Europa Occidental a partir de 1945. Se abría así lo que se ha denominado “racionalismo de posguerra”, una visión que perduró en el tiempo, por lo menos hasta los años setenta, cuando, tímidamente todavía, fue viviendo una restitución (Biess; Gross, 2014BIESS, Frank; GROSS, Daniel (ed.). Science and Emotions after 1945, a Transatlantic Perspective. Chicago, IL: University of Chicago Press, 2014., p. 3).

LA PROGRESIVA RESTITUCIÓN DE LO MARGINAL: LA EMOCIÓN VUELVE AL ANÁLISIS EN CIENCIAS SOCIALES

La década de los setenta estuvo jalonada por una serie de cambios en las ciencias sociales que llevaron, en última instancia, a un resurgimiento del interés por la emoción como categoría analítica, a un “retorno de lo reprimido”, en palabras de los sociólogos Goodwin, Jasper y Polletta (Goodwin; Jasper; Polletta, 2000GOODWIN, Jeff; JASPER, James M.; POLLETTA, Francesca (ed.). Passionate Politics: Emotions and Social Movements. Chicago, IL: University of Chicago Press, 2001.). En estos momentos se produjeron una serie de movimientos teóricos que propiciaron este cambio, los cuales, a pesar de no tener en la emoción su tema de análisis principal, suscitaron una serie de debates que propiciaron la aparición del giro emocional.

El primero de los movimientos fue la propuesta del historiador Edward P. Thompson, quien en The Moral Economy of the English Crowd in the Eighteenth Century, realizó un análisis novedoso sobre las revueltas campesinas de la Inglaterra del siglo XVIII en protesta por las crisis de subsistencias, y concluyó que estas acciones no estuvieron motivadas por la irracionalidad o la temperamentalidad, como hasta entonces habían sido entendidas, sino por lo que él llamó la “economía moral” (moral economy). Este concepto sería un código moral que combinaba, dentro de la cosmovisión campesina, tanto una visión tradicional de las normas sociales y obligaciones como una idea de las funciones económicas que se esperaba de los partidos políticos dentro de la comunidad. Así pues, era el ataque o el incumplimiento de este código moral, y no un comportamiento irracional o perturbado, lo que llevaría a los campesinos, en muchas ocasiones, a recurrir a la violencia para defender lo que ellos consideraban que eran sus derechos en su relación con las autoridades y las instituciones (Thompson, 1971THOMPSON, Edward P. The Moral Economy of the English Crowd in the Eighteenth Century. Past and Present, Oxford: Oxford University Press, n. 50, p. 76-136, 1971., p. 79). Aunque Thompson no hizo un análisis específico de las emociones, su propuesta influyó hondamente en una reconceptualización de la dicotomía razón-emoción, ya que hacía una relectura entendiendo un proceso violento no como conducido por la irracionalidad, la temperamentalidad o las pasiones, sino por nociones colectivas de libertad o independencia.

El segundo movimiento teórico tiene que ver los estudios de género que comenzaron a proliferar durante esta década y que supusieron un cuestionamiento tanto a las periodizaciones históricas clásicas como a las formas en que hasta entonces se entendían las relaciones de poder. Pionera en la cuestión de la periodización fue la historiadora Joan Kelly, quien escribió en 1987 “Did women have a Renaissance?” donde contradijo la idea hasta entonces asentada en la historiografía sobre el Renacimiento como una etapa de avance y progreso en relación a la anterior que había sido la Edad Media. De hecho, al analizar esta etapa histórica a la luz de las teorías de género, Kelly concluyó que el inicio de la misma supuso una entrada en un oscurantismo y retraso en las opciones personales y sociales de las mujeres en comparación con la Edad Media, al producirse una reestructuración de las relaciones entre hombres y mujeres, así como de los espacios públicos y privados que fue el germen de las modernas relaciones entre sexos (Kelly, 1987KELLY, Joan. Did Women Have a Renaissance? In: KELLY, Joan. Women, History and Theory: The Essays of Joan Kelly. Chicago, IL: University of Chicago Press, 1984., p. 22, 47). Este trabajo inició una rica y profusa corriente historiográfica que ha enriquecido la ciencia histórica no sólo empíricamente sino también teóricamente.

El tercer elemento es la teoría foucaultiana que, aunque no se refiere de manera directa a las emociones, influyó enormemente en la misma. El filósofo e historiador Michel Foucault desarrolló todo un andamiaje teórico sobre el discurso, como un elemento dotado de significados múltiples, los cuales son cambiantes y por tanto cuestionables. Además, el discurso, en tanto que elenco de “prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan” (Foucault, 2007FOUCAULT, Michel. La arqueología del saber. Madrid: Siglo XXI, 2007., p. 81), tendría un carácter performativo y sería el lugar de ejercicio del poder. Esta propuesta, en tanto que redefinió el debate en torno a cómo se constituyen los sujetos y las identidades, también influyó a la hora de introducir la emoción en esos procesos.

El cuarto factor es la teoría de Jürgen Habermas en torno a lo público y privado. Según este filósofo, a lo largo del siglo XVIII, en los feudos alemanes, se produce una separación entre la esfera pública, donde los sujetos se conducirían por la razón, y la esfera privada, espacio donde se cultivarían los afectos (Habermas, 1992HABERMAS, Jürgen. The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry into a Category of Bourgeois Society. Cambridge: Cambridge University Press, 1992., p. 11). Una separación que constataba los ya existentes códigos binarios que se desprenden de la dicotomía razón-emoción, en el que público-privado sería uno de ellos, al tiempo que repensaba los mismos abriendo el debate.

Una quinta propuesta teórica fue la del antropólogo Clifford Geertz quien en 1973 publicó The Interpretation of Cultures, una obra que revolucionó la antropología al entender la cultura de un modo semiótico, es decir, la cultura es un sistema de significados, un modelo simbólico, un modelo de vida social que sirve como patrón para la representación social, al tiempo que afirma que “en el hombre ni campos predominantes ni series mentales pueden formarse con suficiente precisión sin la guía de modelos simbólicos de emoción. Para orientar nuestro espíritu debemos saber qué impresión tenemos de las cosas y para saber qué impresión tenemos de las cosas necesitamos las imágenes públicas de sentimiento que sólo pueden suministrar el rito, el mito y el arte” (Geertz, 2005GEERTZ, Cliford. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa, 2005., p. 81). Geertz además entendió las emociones como artefactos culturales, abriendo así el camino a toda una generación de historiadores y antropólogos de las emociones.

Aunque estas corrientes, como se ha señalado, no se referían ex profeso a las emociones, suscitaron debates en torno al modo de constitución de los sujetos en disciplinas tan dispares como la antropología, la sociología o la ciencia política, al tiempo que abrieron la reflexión sobre el modo en que se producían los procesos históricos. Nos encontramos así a las puertas del nacimiento del giro emocional.

Así, al compás de la teoría interpretativa geertzina, en los años ochenta fueron apareciendo análisis de cómo los sistemas culturales dan forma y construyen el modo en que las personas sienten. Fue en este momento cuando las emociones fueron rescatadas para las ciencias sociales y sacadas de la marginalidad en la que estaban. Entre las autoras pioneras destacaron las antropólogas Lila Abu-Lughod y Catherine Lutz.

Lila Abu-Lughod en Veiled Sentiments analiza la cultura beduina introduciendo la perspectiva de género y abordando el análisis de las expresiones emocionales y sus implicaciones en la dinámica social. La antropóloga se sumerge en el análisis de las representaciones poéticas beduinas, y concretamente el “código de honor” por el cual se regiría esta comunidad, y que se basa en dos elementos: por una parte el “hasham”, que lleva intrínseco el sentimientos de vergüenza por estar en compañía de los poderosos, vergüenza contrarrestada por la deferencia mostrada; y el “código de modestia”, un conjunto de comportamientos voluntarios donde se presupone que radica la virtud de la mujer, que en cambio es rechazado o excedido en la esfera privada (Abu-Lughod, 1999ABU-LUGHOD, Lila. Veiled Sentiments: Honor and Poetry in a Bedouin Society. Berkeley, CA: University of California Press, 1999.). En su conclusión, Abu Lughod rechaza la idea de que las emociones tienen un mayor basamento biológico que cultural al tiempo que cuestiona la idea occidental de que las mujeres son más emocionales que los hombres - idea creada principalmente por antropólogos hombres, afirma la autora.

Similares conclusiones son las de la antropóloga Catherine Lutz, quien en su trabajo Unnatural emotions, estudia la comunidad Ifaluk del Pacífico usando los artilugios metodológicos del constructivismo y concluye desechando tanto la concepción biologicista sobre las emociones, como a la mujer como depositaria de las mismas. Lutz cuestiona uno de los pilares de la dicotomía razón-hombre/emoción-mujer (Lutz, 1988LUTZ, Catherine. Unnatural Emotions: Everyday Sentiments on a Micronesian Atoll and their Challenge to Western History. Chicago, IL: Chicago University Press, 1988.).

La emoción como un elemento permeado y constituido en la cultura fue ampliamente aceptada y, siguiendo la estela de la multidisciplinariedad que ha marcado este paradigma teórico, aplicada a distintos campos. Uno de ellos fue el de la sociología, donde destaca el trabajo de Arlie Hochschild. En The Managed Heart: the commercialization of human feeling, esta socióloga analiza la experiencia laboral de las azafatas de vuelo y se pregunta si lo que estas trabajadoras sienten se corresponde con sus palabras. Hochschild disocia así la emoción sentida y su expresión, y concluye, para el caso de las trabajadoras de vuelo, que su expresión emocional se correspondería con la imagen que quiere proyectar la empresa para la que trabajan. A partir de esa hipótesis Hochschild estudia las emociones y sus implicaciones en el mundo del trabajo, y propone el concepto de “trabajo emocional” (emotional labor), basado en “la gestión de emociones para crear una expresión facial pública y una exhibición corporal” (Hochschild, 1983HOCHSCHILD, Arlie. The Managed Heart: Commercialization of Human Feeling. Berkeley, CA: University of California Press, 1983., p. 6-7). Tras su investigación la autora concluyó que las emociones, lejos de ser emanaciones internas incontrolables, eran elementos controlables según los objetivos de la persona.

En línea con esta visión que disocia la emoción sentida de su expresión, encontramos también el trabajo Managing turbulent hearts, de la antropóloga Unni Wikan. En él, Wikan narra la historia de Wayan, un maestro de escuela que tras ser despedido de su abajo, comienza a quejarse por su situación ante su comunidad, un comportamiento que no es aceptable en el marco de su comunidad y que le acaba llevando al ostracismo social (Wikan, 1990WIKAN, Unni. Managing Turbulent Hearts: A Balinese Formula for Living. Chicago, IL: Chicago University Press, 1990., p. 210-230). A raíz de este análisis la antropóloga acuña el concepto de doublé-anchored self, que cuestiona el constructivismo radical de las emociones y en cambio afirma que, si bien es cierto que el sujeto está construido por el discurso o por la cultura, nunca se produce una construcción total y absoluta, y que por tanto hay espacio para la disidencia, como el caso de Wayan, que desafía con su comportamiento el estilo emocional de su comunidad. Este planteamiento resulta muy sugerente a la hora de estudiar cambios en los procesos históricos.

Antes de pasar a la exposición de las emociones en el campo de la historiografía, resulta interesante resaltar otro de los campos que han influido notablemente en la misma, y es el de la neurociencia. Como se ha señalado, el giro emocional es una corriente que se nutre de muy diversas disciplinas, y una de ellas será la neurociencia que, desde los años noventa, está dando un corpus médico al cuestionamiento del dualismo cartesiano que se venía produciendo en las ciencias sociales. En 1994 el neurocientífico Antonio Damasio publicó una obra ya canónica y fundacional, Descartes’ Error, donde, tal y como reza el título, cuestiona la dicotomía cartesiana de cuerpo-mente y razón-emoción. Damasio parte del análisis de un caso médico, el de Phileas Gage, un minero de Vermont del siglo XIX, quien, tras sufrir un accidente que le lesiona una parte del cerebro, muestra una serie de cambios de comportamiento que no afectan ni al habla, ni a la memoria ni tampoco al físico, solamente influyen en sus facultades sociales. El análisis del caso le lleva a Damasio a afirmar la existencia de “sistemas en el cerebro humano dedicados más al razonamiento que a cualquier otra cosa, y en particular a las dimensiones personales y sociales del razonamiento. La práctica de convenciones sociales y normas éticas adquiridas previamente debía perderse como resultado de una lesión cerebral, aun cuando ni el intelecto básico ni le lenguaje parecían hallarse comprometidos”. Damasio concluye además que racionalidad y emocionalidad están fuertemente interrelacionadas, ya que “la naturaleza parece haber construido el aparato de la racionalidad no sólo encima del aparato de la regulación biológica, sino también a partir de éste y con éste”. Además, Damasio define la emoción como “la combinación de un proceso evaluador mental, simple o complejo, con respuestas disposicionales a dicho proceso, la mayoría dirigidas hacia el cuerpo propiamente dicho, que producen un estado corporal emocional, pero también hacia el mismo cerebro […], que producen cambios mentales adicionales” (Damasio, 2011DAMASIO, Antonio. El Error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro humano. Barcelona: Destino, 2011., p. 28-29, 155, 167). La propuesta de Damasio da, de alguna manera, un corpus médico a la idea de que las emociones humanas juegan un papel principal en el sistema cognitivo, en la toma de decisiones de las personas, y en la significación de la experiencia.

Con esta propuesta neurocientífica se da inicio a toda una corriente en las ciencias sociales que descansaba en gran medida en los estudios de los mecanismos psicológicos y biológicos de las emociones. Politólogos y estudiosos de las dinámicas sociales como George Lakoff (Lakoff, 2009LAKOFF, George. The Political Mind: A Cognitive Scientist’s Guide to Your Brain and its Politics. London: Penguin, 2009.) o George Marcus (Marcus, 2002MARCUS, George. The Sentimental Citizen: Emotion in Democratic Politics. University Park, PA: Pennsylvania State University Press, 2002.) fueron incorporando estas premisas a la hora de explicar los procesos políticos. Ello no fue óbice para que se siguiera reflexionando el peso de la cultura en el ámbito emocional del ser humano, muy en línea con lo que los citados estudios antropológicos venían haciendo desde los años ochenta. A medida que avanzan estas reflexiones se va cuestionando cada vez más la visión universalista de la emoción - por ejemplo, el trabajo de Paul Ekman y Wallace Friesen sobre las “emociones básicas” comunes a todos los humanos (Ekman; Frieser, 1971EKMAN, Paul; FRIESER, Wallace. Constants across Cultures in the Face and Emotion. Journal of Personality and Social Psychology, n. 17, p. 124-129, 1971.) - y aunque se acepta que la emoción es una capacidad innata y natural de todo ser humano, se extiende la idea de que esa parte biológica no se puede separar de la construcción social y cultural que vive toda persona.4 4 Jam Plamper aborda la dicotomía entre una visión de las emociones universalista y la visión del constructivismo social (PLAMPER, 2015). En este sentido, el filósofo Aaron Ben-Ze’Ev nos ofrece una interesante y útil definición de la emoción que engloba tanto su basamento biológico como su imprescindible construcción cultural, al afirmar que las emociones son, por una parte, un elemento central del sistema cognitivo; por otra parte están relacionada con el proceso de evaluación humano e influencia en la toma de decisiones; al tiempo que son un modo de relación con el mundo, y están relacionadas con los objetivos personales (Ben-Ze’Ev, 2000BEN-ZE’EV, Aaron. The Subtlety of Emotions. Cambridge, MA: MIT Press, 2000., p. 52-67).

LA HISTORIA NAVEGA POR LAS EMOCIONES: DEBATES HISTORIOGRÁFICOS EN PROCESO

Las articulaciones teóricas expuestas no le fueron ajenas a la historiografía, que poco a poco se fue nutriendo de ellas y aplicando sus propuestas. Entre los pioneros de esta corriente encontramos a los historiadores Peter y Carol Stearns quienes acuñaron el concepto emotionology,5 5 Se ha mantenido el concepto en su lengua original, el inglés, al no existir traducción del mismo al español. definido como “las actitudes o normas que una sociedad, o un grupo definido dentro de esa sociedad, mantiene hacia las emociones básicas y su apropiada expresión; modos en que las instituciones reflejan y fomentan estas actitudes en la conducta humana” (Stearns; Stearns, 1985STEARNS, Peter; STEARNS, Carol. Emotionology: Clarifying The History of Emotions and Emotional Standards. American Historical Review, n. 90, p. 813-836, 1985., p. 813). En este trabajo se proponía una distinción entre la experiencia individual de la emoción y las normas emocionales, las cuales no serían estáticas sino que estarían sometidas al cambio histórico, y por tanto su estudio resultaba más que pertinente a la hora de reconstruir el pasado.

Además de Stearns, que ha seguido en esa senda, la aportación del historiador William M. Reddy a la historia de las emociones ha sido fundamental y pionera. El título de su obra The Navigation of Feeling, a framewok for the history of emotions, ya nos da la pauta del tipo de trabajo que tenemos entre manos, ya que no sólo ofrece un marco teórico y metodológico sumamente sugerente, sino que lo aplica a un caso práctico, la Revolución Francesa, de la cual hace una relectura atendiendo a las emociones que la jalonaron y los efectos políticos que tuvieron, tal y como expongo más adelante. Reddy además pone de manifiesto una idea muy sugerente para el tema que nos ocupa, que el cambio en estilos y regímenes emocionales - concepto que explico a continuación - pueden promover cambios más estructurales. De hecho, de este trabajo destacan dos conceptos que resultan de gran interés para el estudio de las emociones en la política: emotive y régimen emocional.

El emotive, es la traducción o “descripción” en palabras de una determinada acción que ocupa nuestra atención en un momento dado y de otras acciones que están en la retaguardia. Los emotives tienen tanto capacidad descriptiva de la emoción sentida, como performativa, ya que pueden transformar la emoción a la que se refieren. Por tanto, los emotives son instrumentos que, con más o menos éxito, cambian, construyen, esconden o intensifican emociones. Las implicaciones políticas de este análisis han sido puestas de relieve por el propio Reddy al afirmar que en el esfuerzo por salvar esa división se situaría el ejercicio de poder, el cual engloba tanto el control de un determinado régimen político, como el lugar desde donde cambiar ese régimen.

El segundo concepto reddydiano es el de régimen emocional, definido como el conjunto de emociones normativas y rituales oficiales, prácticas y emotives que expresan e inculcan estas prácticas; siendo éste el necesario basamento de cualquier régimen político estable. Es decir, cualquier propuesta programática en política o cualquier régimen político están basamentados por regímenes emocionales, cuyos cambios afectan al ámbito político. Reddy también afirma que para que un régimen emocional funcione no sólo es necesario que sea coherente con la configuración cultural de ese tiempo-espacio. La expresión emocional de un determinado régimen ha de evocar de manera exitosa en los y las participantes respuestas que ellos reconozcan que garantizan estas expresiones. Este éxito es algo que ni la cultura ni el discurso pueden garantizar, y por ello tiene un gran significado político e histórico. Este historiador afirma que en el caso de que un régimen emocional lleve a lo que él denomina sufrimiento emocional ‒es decir, a una disconformidad con los objetivos y los modos de relación con el mundo‒ se produce un proceso de autoexploración que lleva a la búsqueda de nuevas formas de expresión emocional. Esa búsqueda puede poner fin al anterior régimen emocional y, por tanto, al anterior sistema político (Reddy, 2001REDDY, William M. The Navigation of Feeling: A Framework for The History of Emotions. New York: Cambridge University Press, 2001., p. 105-106). En su estudio de la Revolución Francesa, Reddy analiza el impacto de la literatura sentimental que florece a lo largo del XVIII como un elemento que influye en el estilo emocional de esa etapa, al tiempo que expone el cambio al racionalismo liberal que se produce tras durante periodo napoleónico. De hecho, para Reddy la etapa napoleónica, que consagra el racionalismo en política, fue un cuestionamiento al sentimentalismo que caracterizó la etapa jacobina - y por tanto a sus planteamientos políticos (Reddy, 2001REDDY, William M. The Navigation of Feeling: A Framework for The History of Emotions. New York: Cambridge University Press, 2001., p. 141-173).

Este trabajo pionero abre un periodo de profusa producción en la historia de las emociones. La historiadora Nicole Eustace, en Passion is the Gale, nos ofrece una perspectiva novedosa sobre las causas y el modo en que se desarrolla la Revolución Americana, mostrando el modo en que los poemas de Alexander Pope - y la emocionalidad y estilo emocional que en ellos aparecen - influyeron en el comportamiento y forma de expresión emocional de la élite norteamericana que lideró la independencia, y por tanto, en su propuesta política. Así, Eustace analiza el amor y su expresión en los procesos de duelo en la Pensilvania del XVIII, o la rabia y su expresión por parte de adultos varones, especialmente por aquellos que habían vivido la guerra. El trabajo de esta autora pivota sobre la idea de que las emociones son un producto de la interacción social, teniendo un potencial transformador tanto en el individuo como en el conjunto de la sociedad. Eustace viene a concluir, al igual que Reddy, del que se hace eco, que las expresiones emocionales están íntimamente ligadas al poder y a la autoridad. Además, el intercambio emocional ofrece una lectura implícita del estatus social de los individuos (Eustace, 2008EUSTACE, Nicole. Passion is the Gale: Emotion, Power and the Coming of the American Revolution. Chapel Hill, NC: University of North Carolina Press, 2008., p. 7-9).

De hecho, esta relación entre la emoción y el poder nos parece tremendamente sugerente para estudios históricos sobre el cambio político. En este sentido, la ya canónica aseveración de William Reddy, “el control emocional es el lugar del ejercicio del poder”, ha abierto todo un debate sobre este asunto (Reddy, 1997REDDY, William M. Against Constructionism: The Historical Ethnography of Emotions. Current Anthropology, n. 38, p. 327-351, 1997., p. 335). La historiadora Nicole Eustace afirma que para una mejor comprensión del cambio político es necesario entender la política en un sentido amplio, lo cual incluye las relaciones de poder tanto en el ámbito público como en el privado, al tiempo que insiste en la idea de que un completo entendimiento del rol de las emociones en política pasa por el reconocimiento de que las expresiones emocional definen negociaciones de parcelas de poder en todos los niveles de la sociedad. Asimismo, y siguiendo la propuesta reddydiana, afirma que en el esfuerzo por unir el espacio existente entre la experiencia de la emoción - que queda en el ámbito de la naturaleza - y su expresión lingüística - que pertenece al ámbito de la cultura - reside el ejercicio de poder (Eustace, 2014EUSTACE, Nicole. Emotion and Political Change. In: MATT, Susan; STEARNS, Peter. Doing Emotions History. Urbana, IL: University of Illinois Press, 2014., p. 168-169).

Esta idea puede ser tremendamente útil para cualquier proceso de cambio político, pero especialmente para el estudio del movimiento obrero. Así, si atendemos al surgimiento del movimiento obrero vizcaíno a finales del XIX, veremos que fue un proceso en que la propuesta programática estuvo acompañada por lo que la autora que suscribe estas líneas ha denominado régimen emocional socialista rojo - compuesto por prácticas políticas como la huelga, por rituales como el 1º de mayo, por nuevas normatividades emocionales como la solidaridad, por espacios de sociabilidad como la taberna donde se reafirmaba la clase, y por un estilo emocional hosco y temperamental al tiempo que pacífico. Los cambios de este régimen emocional han de ser tenidos en cuenta para comprender las modulaciones ideológicas, discursivas y programáticas que se dan en la primera década del siglo XX y que llevarán en la segunda década al encumbramiento de lo que esta autora ha denominado régimen emocional socialista científico, basamento emocional de la propuesta política del conocido como prietismo (Hidalgo García, 2018HIDALGO GARCÍA, Sara. Emociones obreras, política socialista: movimiento obrero vizcaíno, 1886-1915. Madrid: Tecnos, 2018.).

En este elenco de debates, la historiadora Bárbara Rosenwein también ha aportado interesantes reflexiones sobre la emoción y su papel en el cambio social y político. En su caso acuña el concepto de comunidad emocional, una idea que englobaría un grupo de personas con intereses, valores y objetivos compartidos; son también discursos y formas de pensar compartidas (similar al “discurso” de Foucault) así como normas interiorizadas que mostramos según con quién nos encontremos (similar a la noción de habitus de Bourdieu). Para Rosenwein, cada persona puede moverse en un mismo día por diferentes comunidades emocionales, cada una de las cuales requiere de diferentes formas de expresión emocional. No olvidemos que una misma persona puede estar en su puesto de trabajo, salir con amigos al bar o ir a visitar a un familiar, escenarios todos ellos que requieren de diferentes formas de expresión emocional (Rosenwein, 2006ROSENWEIN, Barbara. Emotional Communities in the Early Middle Ages. New York: Cornell University Press, 2006., p. 25).

Ahora bien, tan importante como estudiar las emociones que jalonan la historia es estudiar la propia historia de la emoción. Realizar una genealogía del concepto que una determinada comunidad usa para referirse a sus estados emocionales y contextualizarlo es fundamental. En este sentido, Rosenwein insiste en la necesidad de contextualizar cada expresión emocional y problematizar los términos emocionales, ya que con ello nos introducimos en dos cuestiones principales: por una parte está la cuestión de cómo definimos la emoción y por otro lado si esa palabra era considerada una emoción en el momento de estudio (Rosenwein, 2010ROSENWEIN, Barbara. Problems and Methods in The History of Emotions. Passion in Context - International Journal for the History and Theory of Emotions [online journal], n. 1, 2010., p. 13). Esta propuesta tiene su importancia, ya que si estudiamos por ejemplo la Pensilvania de 1750 y usamos para estudiar las expresiones emocionales definiciones actuales, estaremos perdiendo los matices de significado y códigos culturales que subyacen a esas expresiones. Al fin y al cabo, si yo digo hoy que “estoy alegre”, seguramente esa expresión no tenga el mismo significado que si lo dice un aristócrata en el Londres de 1800 o una esclava en la Alabama de 1900. Detectar los cambios, por sutiles que sean, en lo que se podría denominar “lenguaje de las emociones” es vital para acercarnos a la relación entre determinadas emociones y las relaciones de poder, de clase, de género o de raza insertas en cualquier colectivo.

Otro de los debates que está surgiendo en la actualidad relativo a la historia de las emociones es el referido a su periodización. Tal y como clama Peter Stearns en un reciente artículo, la importancia de establecer una periodización en la historia de las emociones es crucial para unir las fases clave en la historia de las emociones, al tiempo que ayudará en el intercambio de conocimiento con otras disciplinas, tan necesario en este campo, como hemos podido ver (Stearns, 2019STEARNS, Peter. Periods in Emotions History: A Next Step? Emotions and Society, Bristol: Bristol University Press, n. 1, p. 67-82, 2019.).

La historia de las emociones nos puede ofrecer interesantes análisis para estudiar los procesos de cambio en el pasado. Su aplicación puede llevar a una relectura de la Revolución Francesa, de la Revolución norteamericana, de las relaciones de género en el siglo XIX o del movimiento obrero. Estudiar las expresiones emocionales nos desvela claves de las complejas relaciones sociales, de género o culturales si prestamos atención a cómo, quién, dónde y ante quién se expresan. Aplicar el andamiaje teórico y metodológico expuesto a procesos de cambio político como puede ser el surgimiento del movimiento obrero y sus dinámicas internas puede llevar a una reinterpretación del mismo. Así, un análisis de la modulación ideológica que vive el socialismo español en la primera década del siglo XX, cuando pasa del aislacionismo al posibilismo a través de la Conjunción Republicano-socialista firmada en 1909, es un estudio que quedaría incompleto si no se estudia el basamento emocional que subyace a ese proceso. En este sentido, en la Vizcaya de 1903, donde el partido socialista lideraba la hegemonía del movimiento obrero, se produjeron una serie de cambios en el basamento emocional de la clase, en su estilo emocional - pasando de la exaltación a la contención-, en las prácticas - pasando de encumbrar la huelga como quintaesencia de su estrategia a abogar por la lucha electoral; o creando lazos de confianza con el partido republicano - lo que finalmente les dio su primera victoria en el Parlamento, cuando Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910 (Hidalgo García, 2017HIDALGO GARCÍA, Sara. Los resistentes: relato socialista sobre la violencia de ETA, 1984-2011. Madrid: Los Libros de la Catarata, 2017.; Hidalgo García, 2018HIDALGO GARCÍA, Sara. Emociones obreras, política socialista: movimiento obrero vizcaíno, 1886-1915. Madrid: Tecnos, 2018., p. 207-256). Por tanto, el paso del aislacionismo al posibilismo no sólo fue un paso programático o ideológico, sino también emocional. La emoción como categoría analítica para las ciencias sociales en general, y para la historiografía en particular, no sólo ha llegado para quedarse, sino también para enriquecer el debate.

CONSIDERACIONES FINALES

Las emociones han sido un elemento que a lo largo de la historia política contemporánea han vivido momentos de marginalidad y de protagonismo. La Ilustración y el liberalismo decimonónico hicieron de la razón su eje vertebrador en política, al tiempo que relegaron a la emoción a ese “otro” marginado de su código binario. Las implicaciones que, en las relaciones de género, de clase o de nación que esta corriente tuvo han de ser tenidas en cuenta a la hora de historiar este periodo. En el siglo XX, a partir de los años setenta, una vez superado el llamado “racionalismo de posguerra” que prosiguió a la Segunda Guerra Mundial, una serie de movimientos teóricos fueron prestando atención a ese elemento que nunca había estado escondido, pero sí marginado. La emoción volvía al debate social y político en una corriente que no sólo no ha parado de crecer sino que a día de hoy tiene una gran preeminencia.

Publicaciones, congresos y centros de investigación dedicados a esta categoría humana han - y siguen - proliferando. Eso sí, los debates de cómo nos sirve esta categoría no están ni mucho menos cerrados. Su genealogía, su hermenéutica, su periodización o su modo de operar en la propia experiencia humana siguen siendo asuntos sobre los que no hay un consenso. Aun así, las cada vez más numerosas publicaciones y congresos muestran un afán por encontrar nuevas vías de entendimiento del pasado. Esa es, al fin y al cabo, la labor de la historia.

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  • WIKAN, Unni. Managing Turbulent Hearts: A Balinese Formula for Living. Chicago, IL: Chicago University Press, 1990.
  • 1
    Este trabajo forma parte de las investigandos desarrolladas en el marco del proyecto “Nacionalización, Estado y violencias políticas (siglos XIX- XXI)”, apoyado por el Ministerio de Economía y Competitividad (HAR2017-83955-P), por el Gobierno Vasco (IT 1227-19) y por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) (GIU 18/107).
  • 2
    Hume desarrolló sus ideas en su trabajo Treatise of Human Nature (1739). Por su parte Smith hizo de la empatía (sympathy) la piedra angular de su trabajo The Theory of Moral Sentiments (1759) (GROSS, 2007GROSS, Daniel. The Secret History of Emotion: From Aristotle’s Rhetoric to Modern Brain Science. Chicago, IL: Chicago University Press, 2007., p. 114-121 y 129-130).
  • 3
    Talcott Parsons: “Memorandum: The Development of Groups and Organizations Amenable to Use against American Institutions and Foreign Policy and Possible Measures of Prevention” (cit. en BIESS; GROSS, 2014, p. 1).
  • 4
    Jam Plamper aborda la dicotomía entre una visión de las emociones universalista y la visión del constructivismo social (PLAMPER, 2015PLAMPER, Jam. The History of Emotions: An Introduction. Oxford: Oxford University Press, 2015.).
  • 5
    Se ha mantenido el concepto en su lengua original, el inglés, al no existir traducción del mismo al español.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    27 Abr 2020
  • Fecha del número
    Jan-Apr 2020

Histórico

  • Recibido
    07 Oct 2019
  • Acepto
    13 Ene 2020
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