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“¡Desorganización, suciedad!, ¡Esto es progreso!”: Representaciones sobre las inseguridades urbanas a través del diario El Sur de Concepción (1920-1935) 1 1 Esta investigación fue desarrollada dentro del proyecto FONDECYT nº 1140777.

“¡Desorganización, Suciedad!, ¡Esto es progreso!”: Representations of Urban Insecurities through the Daily El Sur of Concepción (1920-1935)

Resumen

Este trabajo busca, a través de la revisión del principal diario de la ciudad de Concepción y de otras fuentes complementarias, estudiar las representaciones construidas y difundidas sobre las inseguridades urbanas, visualizadas a través de temáticas puntuales como la degradación de la idea de progreso, la pobreza, las enfermedades y el delito. Tal perspectiva, desde nuestro punto de vista, no sólo aporta a la comprensión de la historia regional y local, sino además a la de la ciudad misma, vista desde uno de sus actores, como es la prensa. En tal sentido, el período aquí seleccionado (1920-1935), permite apreciar las visiones previas y posteriores de este medio impreso sobre la crisis de 1929 y su evaluación intencionada de la realidad material y humana de la urbe.

Palabras clave:
representaciones; inseguridad; ciudad; pobreza; enfermedades

Abstract

Through the revision of the main newspaper of the city of Concepción and other complementary sources, this paper seeks to study the representations built and disseminated on urban insecurities, visualized through specific themes such as the degradation of the idea of progress, Poverty, disease and crime. Such a perspective, from our point of view, not only contributes to the understanding of regional and local history, but also to that of the city itself, seen from one of its actors, such as the press. In this sense, the period here selected (1920-1935) allows us to appreciate the previous and later visions of this printed medium on the crisis of 1929 and its intentional evaluation of the material and human reality of the city.

Keywords:
representations; insecurity; city; poverty; diseases

INTRODUCCIÓN: BIENESTAR Y MALESTAR

A mediados de la década de 1920, una nota periodística aparecida en el diario El Sur, aludía de manera irónica al “Concepción moderno y progresista” para hacer referencia a los “avances” experimentados hasta entonces por esta ciudad del centro-sur de Chile. La conclusión, luego de revisarse el estado sanitario de sus edificios públicos y las desigualdades sociales, era elocuente: “¡Desorganización, suciedad!, ¡Esto es progreso!... Ahora comprendo, ¡Es que organización, limpieza y trabajo no forman parte, sin duda, del progreso moderno!”.2 2 El Sur, 4 abr. 1926.

Esta referencia podría encontrar sentido dentro del contexto de reflexión y diagnóstico de una “cuestión social” que también se vivió en la ciudad a comienzos del siglo XX. No obstante, creemos que también puede ser interpretada desde otra perspectiva, es decir, desde la construcción de un discurso mediático - el de la prensa local en concreto - que difundió y reiteró diversas inseguridades del vivir urbano, cuya sobredimensión y narración constituyó un ingrediente importante de lo que en términos actuales algunos estudios de corte sociológico e histórico han denominado un sentimiento de inseguridad (Kessler, 2011KESSLER, Gabriel. El sentimiento de inseguridad: sociología del temor al delito. Buenos Aires: Siglo XXI, 2011.; Lagrange, 1995LAGRANGE, Hugues. La Civilité à l’épreuve: crime et sentiment d’insecurité. Paris: PUF, 1995. ).

Tal categoría, no menos problemática a nivel conceptual y operativo, que involucra tanto las elaboraciones teóricas y discursivas como las emociones vinculadas al temor y el miedo (Baumann, 2007BAUMANN, Zygmunt. Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores. Barcelona: Paidós, 2007. ), constituye, a nuestro entender, un buen desafío que puede y debe ser indagado históricamente. La inseguridad puede ser entendida como una relación respecto de su antítesis: la seguridad, y también como una construcción, por parte de editores y autoridades, que tienen una intencionalidad determinada, sea ésta desviar la atención respecto de otros temas contingentes, crear áreas de interés o aumentar incluso la venta de diarios. Nuestra opción responde a la necesidad que, creemos, amerita otorgarle historicidad a dicha categoría desde una perspectiva histórica y sociocultural, en la medida que los estudios que examinan la temática le restan, por lo normal, tal condición al catalogarla sólo como una consecuencia del “Estado de malestar”, es decir, del modelo estatal globalizado configurado desde la década de 1970, sin apreciar sus antecedentes o formas pretéritas (Beck, 1998BECK, Ulrick. La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad. Buenos Aires: Paidós, 1998.).

El papel que toma y se le asigna al Estado en esta coyuntura es fundamental para ver hasta qué punto cambian o se mantienen las percepciones colectivas hacia los representantes y la institucionalidad (Henríquez, 2014HENRÍQUEZ, Rodrigo. En “Estado sólido”: políticas y politización en la construcción estatal. Chile, 1920-1950. Santiago: Ed. Universidad Católica de Chile, 2014.; Salazar; Pinto, 1999SALAZAR, Gabriel; PINTO, Julio. Historia contemporánea de Chile. Tomo I. Santiago: LOM, 1999.), pues en su renovado papel de benefactor, dicho Estado asume no sólo el compromiso de garantizar el orden social y económico, sino también el de administrar los riesgos presentes y futuros. En tal perspectiva, nuestra investigación busca argumentar que en la ciudad de Concepción el diario El Sur, el medio impreso principal de esa urbe, elaboraría representaciones (construcciones de sentido) que acentuarían las inseguridades vinculadas al progreso, la pobreza, las enfermedades y el delito. Ello, en gran medida, como una respuesta crítica a las consecuencias no esperadas de un avance modernizador aún no bien asimilado, pero también como una forma de interpelar a las autoridades, tanto a nivel local como nacional, para activar-forzar su intervención en las áreas establecidas por este medio de prensa a través de sus notas y reportajes. Tales construcciones reflejarían, a nuestro entender, una ambigüedad entre las peticiones por la intervención del poder central en la ciudad y la defensa de la autonomía local, que el diario aludido decía respaldar.

Abordar el estudio de la representación de las inseguridades no es algo fácil, pues transita entre lo cognitivo y lo emotivo. Para ello, desde una óptica construccionista que entiende a la prensa como un producto cultural y de consumo y a la noticia como una construcción discursiva (Alsina, 1989ALSINA, Miquel Rodrigo. La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós, 1989. ; Martín-Barbero, 1991MARTÍN-BARBERO, Jesús. De los medios a las mediaciones. México: Gustavo Gili, 1991.; Van Dijk, 1990VAN DIJK, Teun A. La noticia como discurso. Barcelona: Paidós, 1990.), buscamos aproximarnos al tema a través de la revisión de las páginas de El Sur, publicación consolidada para nuestro período como el principal medio impreso de la ciudad y alrededores (Casanueva, 2002CASANUEVA, Fernando. Prensa y periodismo en Concepción, 1833-2000. Concepción: Ed. Universidad Católica de la Santísima Concepción, 2002.; Medina, 2012MEDINA, Cristián. El Sur: 130 años de historia. Concepción: Ed. Universidad San Sebastián, 2012.). Dicho medio, y sus editoriales, reportajes y crónicas, han sido seleccionadas en función de su accesibilidad, continuidad, cobertura, representatividad y llegada a las élites urbanas y provinciales, como se indicará. Para nuestro interés, cobran relevancia las editoriales, crónicas y reportajes allí expuestos. Complementamos y contrastamos las informaciones e impresiones entregadas con los reportes de un diario contemporáneo (La Patria, 1923-1935LA PATRIA. Concepción, 1923-1935.), también crítico de la administración urbana, pero menos insistente con los aspectos antes indicados, junto con utilizar el Fondo Municipal del Archivo Histórico de Concepción y las estadísticas médicas y criminales cuando corresponde. Estimamos que el cruce y contrastación entre lo cualitativo y cuantitativo podría permitirnos un acceso, aunque sea indirecto, a una realidad pasada que pueda hacer más comprensible la historia regional, urbana y la de las construcciones socioculturales.

DE LA “PERLA DEL BÍO-BÍO” A LA “PERLA SIN ENGASTE”: UN PROGRESO INCOMPLETO

La ciudad de Concepción, capital de la provincia del mismo nombre, había experimentado desde la década de 1840, gracias a la comercialización del trigo y a la minería del carbón, una paulatina transformación económica y social que había incidido en su desarrollo urbano y poblacional. La progresiva modernización que tomó lugar en la capital provincial involucró dentro de sí a otros procesos como los de urbanización e industrialización. Se apreciaron transformaciones significativas desde mediados del siglo XIX que no pasa­ron sólo por el crecimiento poblacional, sino además por el embellecimiento y construcción de nuevos edificios, el arreglo de calles y plazas, de puentes, la instalación de alumbrado público, de alcantarillado, etc. Si bien el centro de la ciudad y sus alrededores eran una muestra fehaciente del progreso, las periferias evidenciaban las carencias y la cara atrasada de una ciudad que no se desarrollaba de manera uniforme (Alarcón; Pedreros, 1989ALARCÓN, Hernán; PEDREROS, Pedro. Expansión urbana y condiciones de vida de los sectores populares en la ciudad de Concepción, 1890-1930. Tesis para optar al título de Profesor de Historia y Geografía -Universidad de Concepción. Concepción, 1989.; León, 2015LEÓN, Marco Antonio. Estudios sobre la “Capital del Sur”: ciudad y sociedad en Concepción, 1835-1930. Concepción: Ed. Archivo Histórico de Concepción, 2015.).

En 1919 se había fundado incluso una Universidad, a la par del hecho de que la instalación de numerosas industrias (de alimentos, textiles y vestuario entre las principales), ya generaba diversas consecuencias sobre la sociedad penquista, en particular sobre quienes formaban parte del proletariado. Si a mediados del siglo XIX las calles de esta urbe eran transitadas principalmente por población de origen campesino, en las décadas siguientes la heterogeneidad de los habitantes fue un reflejo de la diversificación de su economía. Para 1907, los empleados y obreros superaban ampliamente a los gañanes, labradores, lavanderas y costureras; tendencia que se consolidaría durante las décadas de 1920 y 1930. El ritmo horario y vertiginoso de la rutina industrial se estableció en muchos espacios laborales, haciéndose explícitos los comentarios críticos respecto del ruido, la contaminación, la basura y la congestión de determinadas vecindades.3 3 Véase al respecto, AHC. Vols. 295 y 313. La Patria, 5 jun. 1921. Conceptualizada en términos elogiosos desde el siglo XIX como la “Perla del Bío-Bío” o la “Capital del Sur” (Brito; Vivallos, 2011BRITO, Alejandra; VIVALLOS, Carlos. Inserción laboral y educación profesional de mujeres en Concepción-Chile (1895-1940). Universum, Talca: Universidad de Talca, v.26, n.1, p.39-57, 2011. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/pdf/universum/v26n1/art_03.pdf.
https://scielo.conicyt.cl/pdf/universum/...
; León, 2015LEÓN, Marco Antonio. Estudios sobre la “Capital del Sur”: ciudad y sociedad en Concepción, 1835-1930. Concepción: Ed. Archivo Histórico de Concepción, 2015.), desde la década 1920 esta perspectiva comenzó a modificarse y a adquirir matices, pues las consecuencias del progreso empezaron a ser visualizadas con una óptica menos placentera.

En estas circunstancias la cuestión social se hizo más visible. Las mismas élites se sorprendieron por la proliferación de pobres que irrumpían en la ciudad buscando oportunidades laborales. Su sola presencia era preocupante, dada la carencia de servicios básicos, el hacinamiento y la insalubridad que caracterizaba a los nuevos barrios o concentraciones habitacionales de obreros (Alarcón; Pedreros, 1989ALARCÓN, Hernán; PEDREROS, Pedro. Expansión urbana y condiciones de vida de los sectores populares en la ciudad de Concepción, 1890-1930. Tesis para optar al título de Profesor de Historia y Geografía -Universidad de Concepción. Concepción, 1989.; Benedetti, 2011BENEDETTI, Laura. La cuestión social en Concepción y los centros mineros de Coronel y Lota (1885-1910). Tomé: Ed. Al aire libro, 2011.). Igualmente, como si lo anterior no fuese suficiente, comenzó a apreciarse un estancamiento en la evolución de la población de la ciudad, que creció de manera significativa entre 1885 y 1907 (más de 15.600 personas cada diez años), pero luego de esta última fecha ese aumento disminuyó de manera constante: 55.530 habitantes en 1907, 64.074 en 1920, 74.589 en 1930 y 84.000 en 1940; debido en buena medida a la atracción migratoria generada por otras ciudades como Santiago y Valparaíso. Aparte de eso, también las estadísticas empezaron a evidenciar un crecimiento industrial más tímido, pues mientras en 1915 existían en la provincia 146 establecimientos con más de cinco trabajadores, para 1926 había 132. Situación explicable por el decaimiento del comercio del trigo y el carbón en este período y porque “el litoral penquista fue incapaz de renovar sus fuerzas productivas y sostener el crecimiento; su ritmo se hizo similar, en muchos términos, al de una región agraria empobrecida, pero fuertemente urbanizada” (Hernández, 1983HERNÁNDEZ, Hilario. El Gran Concepción: desarrollo histórico y estructura urbana. Informaciones Geográficas, n.30, p.47-70, 1983. , p.55).

Llama la atención que la cara negativa del progreso fuese enfatizada por un medio que decía representar el espíritu de adelanto de la ciudad, pero que era el más enfático en mostrar sus debilidades y carencias. Nos referimos al diario El Sur, publicación creada en 1882 que había transitado desde una postura partidista - siendo vocera en sus inicios del Partido Radical - hacia una más “independiente”, definiéndose, para el período que abordamos, como un medio regionalista y centrado en la información comercial. Desde un comienzo fue clara su filiación con la oligarquía local y los intereses de las familias más cercanas o simpatizantes del liberalismo, aunque sin tintes anticlericales, como ocurrió bajo la conducción de Aurelio Lamas Benavente, dueño del diario entre 1901 y 1943, período que culminó con la consolidación del carácter empresarial del diario al constituirse la Sociedad Anónima Diario El Sur de Aurelio Lamas. Empresa Periodística y de Renta (mayo de 1943). El perfil de su dueño: ingeniero agrónomo que compró el diario a su hermano Andrés en 1901, alcalde de la localidad de Penco y Quilpolemo, candidato a diputado, miembro de la Junta de Beneficencia, administrador del Cementerio y Presidente del Club Concepción - el club de la oligarquía de la ciudad (Muñoz, 1990MUÑOZ, Carlos. Club Concepción, 1867-1990. Concepción: Ed. Aníbal Pinto, 1990.) -; muestra en buena medida al público que este medio deseaba interpretar. Como asimismo el hecho de que Lamas participara, junto con el primer director del diario, en el comité establecido para impulsar la creación del Hospital Clínico y la Universidad de la ciudad. Este nexo entre el diario y Concepción continuó en años posteriores, en particular cuando el jefe de informaciones y subdirector de El Sur, el periodista Sergio González Monsalves, se convirtió en prosecretario de la Universidad. La consigna era clara: el diario no sólo informaba, sino que actuaba en la ciudad.

El vínculo con los grupos de poder se hizo evidente no sólo a través de algunas columnas de opinión, escritas por representantes políticos y empresariales de la ciudad y la zona, sino también por la publicidad (del comercio, las industrias y los servicios principales) y las temáticas abordadas (panorama político nacional y regional, adelantos urbanos, pulso de la economía, vida social), sensibles a los intereses y preocupaciones de un determinado sector. El escenario político descrito desde sus páginas trató de no evidenciar una inclinación explícita hacia algún sector (pese a que a veces manifestaba su visión liberal del mundo al defender el derecho a la vida, a la propiedad y a mantener una distancia prudente respecto de la Iglesia Católica). Pero sí fue más explícito al buscar insertarse dentro de la modernización de los medios de prensa de entonces (Sofía, 2003SOFÍA, Álvaro. Lea el mundo cada semana: prácticas de lectura en Chile, 1930-1945. Valparaíso: Ed. Universitarias de Valparaíso, 2003.), entregando mayor énfasis a las fotografías - como respaldo de la información escrita -, dando más lugar a las columnas de opinión, a la publicación de “primicias” y a la publicidad local. Su director entre 1921 y 1943 fue Luis Silva Fuentes, periodista y abogado que puso el acento tanto en los comentarios de contingencia política como en la línea de crítica urbana y social. Es probable que dichos énfasis le fuesen muy propicios no sólo para exponer su interés por la ciudad y la provincia, sino también para respaldar su posterior acceso a otros cargos de representación pública, como el de intendente, diputado y ministro de la Corte de Apelaciones de la vecina ciudad de Chillán.

Durante la década de 1920 y primeros años del siguiente decenio, es posible notar el desarrollo de una estrategia, por parte de El Sur, que combinaba objetivos y definiciones políticas, periodísticas y empresariales que le dieron un nuevo perfil a este medio impreso. El diario comenzó a buscar su instalación en el contexto sociocultural y en el mercado, tratando de ser no sólo un instrumento o transmisor de contenidos y opiniones, sino también una suerte de actor, que pudiese opinar y operar sobre el contexto de época. Para ello, consolidó un público lector específico: las élites (masculinas) de la ciudad que, aunque reducidas, fuesen capaces de leer y escribir, de contar con los medios que hicieran posible el consumo del diario, que pudiesen en su momento tener “voz” y “voto” para promover o frenar medidas puntuales y generales, y que fuesen capaces igualmente de hacer circular las ideas y mensajes transmitidos a través de este medio impreso. En otras palabras, buscó llegar a un público que en su momento fuese capaz de influir sobre la agenda local y nacional.

En tal sentido, abordar el tema de las inseguridades o los males urbanos y sociales que este diario presentaba como más recurrentes: la pobreza, la insalubridad y la delincuencia; le permitía instalar cultural y discursivamente un mensaje que identificara a este medio impreso y a quienes formaban parte de su equipo editorial, entregándole un “rostro”, un perfil al diario (Ossandón; Santa Cruz, 2001OSSANDÓN, Carlos; SANTA CRUZ, Eduardo. Entre las alas y el plomo: la gestación de la prensa moderna. Santiago: LOM, 2001.). Por ello, El Sur recurrió, para divulgar y concientizar a sus lectores (grupos acomodados y de clase media emergente) sobre tales males, a una serie de estrategias que convertían a la inseguridad en una de las consecuencias desagradables del progreso. Los recursos empleados fueron la reiteración de noticias asociadas a los males sociales; la frecuencia de titulares referidos a ellos; el uso y abuso de la adjetivación (alarmista, sobredimensionada) en notas, reportajes y crónicas; la inserción de publicidad que reiterara estas ideas; la selección de las primeras páginas para aludir a problemas urbanos derivados de los males antes citados; y el mayor empleo de imágenes y fotografías para reforzar ideas y hacer más directo e inmediato el acceso al contenido.

Antes del período aquí revisado se apreciaban algunos reportajes críticos sobre las malas condiciones sociales y sanitarias de Concepción, pero desde los años 20 en adelante se hicieron más frecuentes a medida que diversos acontecimientos, a nivel nacional, empezaban a ser comentados como síntomas de una suerte de crisis permanente. Así, fueron frecuentes las críticas al gobierno de Arturo Alessandri Palma (1920-1925) y a su incapacidad para resolver temas como la depreciación del valor de la moneda y la situación crítica de la industria salitrera. Hubo además convulsiones políticas que no fueron menores, en especial desde 1924: intervencionismo militar, períodos de “anarquía”, experimentación de modelos de gobierno (pasándose incluso por una República Socialista en 1932); las cuales empezaron a ser informadas junto con los progresivos avances de la presencia estatal en áreas hasta entonces no abordadas sistemáticamente, tales como el trabajo, la salud, la educación y la vivienda. Era la aparición del denominado Estado de bienestar que, aunque delineado en la Constitución de 1925, tomó forma más definida durante la década siguiente (Salazar; Pinto, 1999SALAZAR, Gabriel; PINTO, Julio. Historia contemporánea de Chile. Tomo I. Santiago: LOM, 1999.).

A nivel local, El Sur se volvió progresivamente más denunciante de los problemas urbanos, interpelando en los reportajes a las autoridades locales (Intendencia y municipio) y al gobierno de Emiliano Figueroa Larraín (1925-1927) en Santiago por el abandono en que se encontraba la ciudad.4 4 El Sur, 4 abr. 1926. Su director, Silva Fuentes, incorporó al diario editoriales con más opinión, reportajes gráficos y diversas crónicas urbanas, un género que tuvo como cultor destacado al periodista Norberto Soto, quien con el seudónimo de Iñigo García se encargó de diagnosticar numerosos males sanitarios y sociales, llegando incluso a afirmar en uno de sus textos: “No sé a quién se le ocurrió llamar a esta ciudad la Perla del Bío-Bío. El que le puso este nombre fue un ciego o un hombre dotado de un finísimo sentido irónico”.5 5 El Sur, 13 nov. 1924.

Crónicas como las de Iñigo García mapearon una ciudad fragmentada por los impulsos de modernización, que en varios planos eran expuestos como incompletos. Sus expresiones respondían a un proceso más complejo y no sólo a una opinión peregrina, pues, es preciso entender que en nuestro período se consolidaba un periodismo masivo que incorporaba nuevas secciones y géneros narrativos, que manejaba el tamaño y disposición de las fotografías, pero también de la publicidad; y que se veía enfrentado a la necesidad de captar más consumidores, acrecentados junto al desarrollo de la ciudad y la extensión de la educación (Rotker, 1992ROTKER, Susana. La invención de la crónica. Buenos Aires: Letra Buena, 1992.; Ossandón; Santa Cruz, 2001OSSANDÓN, Carlos; SANTA CRUZ, Eduardo. Entre las alas y el plomo: la gestación de la prensa moderna. Santiago: LOM, 2001.). Ello hizo que girara el interés hacia aspectos que hasta entonces eran considerados irrelevantes, tales como la vida cotidiana en las urbes industrializadas, que empezaron a ser frecuentes en varias secciones.

La crisis de 1929 no mejoró la percepción que se expresaba a través de la prensa sobre el medio urbano. Con manifestaciones más visibles en Concepción durante los meses de octubre y noviembre de 1930 (Mazzei, 1991MAZZEI, Leonardo. Sociedades comerciales e industriales y economía de Concepción, 1920-1939. Santiago: Ed. Universitaria, 1991.), las referencias a las secuelas lógicas de tal situación se vieron retratadas en diferentes notas y reportajes, sumándose a los problemas de higiene, contaminación y pobreza ya existentes los males propios de una crisis de envergadura.6 6 El Sur, 4 nov. 1930, 20 ago. y 9 oct. 1931, 19 ago. 1932 y 15 febr. 1934. De hecho, desde la perspectiva del diario, la ciudad mostraba defectos que eran propios de la improvisación o falta de iniciativa de las autoridades locales,7 7 El Sur, 10 mayo 1928, 13 jun. 1933 y 8 jun. 1935. algunas de ellas, por lo demás, con escasa permanencia en el cargo, como los Intendentes que, con la excepción de Herminio González (1911-1931), a veces con suerte alcanzaron a durar un año en su labor, en buena medida también por los vaivenes del gobierno central que los designaba. Se olvidaba, en este balance, que no todo era negativo y que también la historia de la urbe y su emplazamiento explicaban muchos de los problemas sociales y sanitarios,8 8 Como se hace notar en AHC. Vols. 313 y 323, y en La Patria, 7 mar. 1932 y 23 jun. 1934. los cuales, a ojos de los cronistas, evidenciaban un avance incompleto, propio de “una perla sin engaste”,9 9 El Sur, 23 ene. 1935. una joya inconclusa, que reflejaba la percepción de que los avances progresistas aún estaban en deuda con la población.

POBREZA Y MISERIA URBANA: CUANDO LAS DESIGUALDADES SE VUELVEN PRÓXIMAS Y POSIBLES

El Sur mostró a la ciudad de Concepción como un espacio productor de riesgos, pobreza y precariedades. Tal diagnóstico no era aplicable sólo a esta urbe, pues en este mismo período otras ciudades de Chile, como Santiago y Valparaíso, también experimentaban problemas derivados del crecimiento urbano y de la asimetría entre expectativas y satisfacción de necesidades (Espinoza, 1987ESPINOZA, Vicente. Para una historia de los pobres en la ciudad. Santiago: Ed. SUR, 1987.). Pero el propósito no era comparar, pues eso restaba fuerza a las imágenes de la amenaza y al sentido común del peligro que se promovía, en este caso, asociadas al desempleo, las enfermedades, los accidentes, las crisis económicas y políticas o las dificultades de la supervivencia.10 10 El Sur, 23 mayo 1924, 18 abr. 1926, 31 ago. 1933 y 1 jun. 1934.

Desde la década de 1920 en adelante, se hicieron más frecuentes los reportajes críticos a las malas condiciones sociales y sanitarias de la ciudad, los cuales eran integrados a otros acontecimientos que empezaban a ser comentados como muestra de una crisis permanente, reforzados por la unión de imágenes y narrativa. La caída de los ingresos fiscales por la disminución de las exportaciones y la crisis salitrera, entre otros temas, eran informados en un tono pesimista y con claras secuelas para la ciudad y la zona, afectándose las industrias locales y el consumo de trigo, legumbres y carnes, entre otros productos. Estos problemas hacían “…bajar bruscamente el precio de estos artículos acá, porque el mercado se llena de ellos y no hay colocación bastante; y entonces se cierran fábricas o se amengua considerablemente la producción” (El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 19 mayo 1921).

Pero en la zona también existían problemas que no eran menores. En 1920 comenzó una crisis en la minería carbonífera motivada por la restricción del consumo salitrero, agregándose a ello la competencia del carbón y el petróleo importado. Tal panorama originó huelgas y cesantía que impactaron en Concepción y que se tradujo, en lo inmediato, en la llegada a la ciudad de 1.600 huelguistas cesantes, con el temor, según la prensa, de que pudieran aumentar a 20.000. Se hablaba del impacto del ausentismo laboral en la producción y de cómo ello afectaba hasta a los ferrocarriles (El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 8 y 25 abr. 1920). Las crisis, por ende, eran vistas como algo próximo, que podían directa o indirectamente afectar a esta perla sureña.

Otros diagnósticos tampoco eran mejores. En una entrevista publicada por el diario El Sur, Francisco Amthauer, de la firma Gleisner y Cía, indicaba con claridad que: “Nos encontramos en peores condiciones que cualquier otra región; no tenemos industrias apreciables, vivimos en gran parte de los empleados públicos que, como demasiado se sabe, pocas veces son pagados con regularidad; no hay construcciones ni fiscales ni particulares” (El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 1 ene. 1924). Diagnóstico negativo, que contrastaba con las esperanzas y optimismo de antaño, pero que no explicaba la permanencia en la ciudad de sociedades comerciales, tanto en manos de nacionales como de extranjeros, al igual que de diversas industrias, las cuales continuaban y continuaron en Concepción después de estas fechas (Mazzei, 1991MAZZEI, Leonardo. Sociedades comerciales e industriales y economía de Concepción, 1920-1939. Santiago: Ed. Universitaria, 1991.). Para el mismo Amthauer, estos empresarios e industriales seguían de pie frente a los problemas económicos “por la sobriedad y mesura de los hombres de negocios locales”, pero más que mesura se sabía que la zona seguía siendo económicamente atractiva (Hernández, 1983HERNÁNDEZ, Hilario. El Gran Concepción: desarrollo histórico y estructura urbana. Informaciones Geográficas, n.30, p.47-70, 1983. ; Mazzei, 1991MAZZEI, Leonardo. Sociedades comerciales e industriales y economía de Concepción, 1920-1939. Santiago: Ed. Universitaria, 1991.).

¿Cómo contribuía este diario y su circulación a la construcción de miedos sociales? Precisamente cuando al reiterar determinadas informaciones sobre las precariedades de la ciudad y el aumento de la pobreza, entre otras, terminaba por transformar los temores y miedos individuales y difusos en temores y miedos concretos que podían ser identificados por los lectores, como ha sido estudiado en otras latitudes (Caimari, 2009CAIMARI, Lila. La ciudad y el crimen: delito y vida cotidiana en Buenos Aires, 1880-1940. Buenos Aires: Sudamericana, 2009.; Fausto, 2001FAUSTO, Boris. Crime e cotidiano: a criminalidade em São Paulo (1880-1924). São Paulo: Edusp, 2001.). Ese era el papel de muchas noticias, reportajes y crónicas que deliberadamente unían mensajes visuales y narrativos, los cuales exponían la crudeza de las situaciones descritas. Y ello no era menor en un medio que se distribuía a las élites de la ciudad y la provincia, y a quienes pretendían emularlas, pero además a personeros en la ciudad capital del país: Santiago, que se formaban una imagen distinta de la expuesta por las autoridades locales. ¿Qué tan operativo o eficaz era un discurso construido sobre representaciones más bien negativas? Es difícil poder acceder, desde un punto de vista histórico, a las emotividades elaboradas por los lectores del diario, pues si bien el tema de las emociones ha interesado a la historiografía en el último tiempo (Zaragoza, 2013ZARAGOZA, Juan Manuel. Historia de las emociones: una corriente historiográfica en expansión. Asclepio. , v.65, n.1, p.1-10, ene.-jun. 2013.), no siempre contamos con registros que nos permitan acceder, directa o indirectamente, a ellas. En nuestro caso, es más pertinente hacer notar el uso de la categoría de miedo derivativo, empleada por Lagrange (1995LAGRANGE, Hugues. La Civilité à l’épreuve: crime et sentiment d’insecurité. Paris: PUF, 1995. ), pero retomada por Kessler (2011KESSLER, Gabriel. El sentimiento de inseguridad: sociología del temor al delito. Buenos Aires: Siglo XXI, 2011.) para un contexto histórico y geográfico diferente. Dicho miedo derivativo no sólo hace referencia a los miedos surgidos de un miedo o temor mayor, sino que alude asimismo a una estrategia metodológica: entender que al leer la prensa no accedemos a las emociones en sí, sino más bien a un discurso sobre ellas.

En tal sentido, podemos suponer que la reiteración de imágenes y narraciones sobre las inseguridades cotidianas entre los lectores no debió pasar desapercibida, pues es muy probable que creara al menos cierta preocupación. Más aún cuando este diario, al referirse a grupos sociales tildados de peligrosos - en acción o en potencia - sólo reforzaba prejuicios y estigmas ya consolidados (Goffman, 2012GOFFMAN, Erving. Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu, 2012.). Así, se asociaba la pobreza a la criminalidad, antropomorfizando y territorializando los temores y miedos urbanos al identificarse a grupos específicos (los pobres) y al asociarlos a sectores de la ciudad bien definidos y conocidos (los barrios de la periferia). Tales impresiones eran a veces corroboradas por otras fuentes,11 11 AHC. Vols. 308 y 313 y La Patria, 5 abr. 1926 y 20 ago. 1932. como las del municipio o algunas informaciones dispersas aparecidas en La Patria, pero éstas no tenían la insistencia que se hacía presente desde las columnas de El Sur.

En dicha lógica, es válido preguntarse si existieron voces o visiones alternativas, desde el mismo diario, a este discurso sobre las inseguridades. Eventualmente surgían algunas publicaciones que retomaban la argumentación de que, pese a lo expresado, Concepción igual experimentaba avances.12 12 Véanse las ediciones de El Sur, del 28 oct. 1923, 24 sept. 1927 y 13 abr. 1931. Asimismo, hay críticas menos frecuentes a las incapacidades de la autoridad local - en concreto a los alcaldes -, entre 1927 y 1935, pero ello también tiene una explicación. En dicho período, no sólo en Concepción sino en el resto del país, no hubo elección popular de municipios, siendo reemplazados éstos por Juntas de Vecinos en donde los alcaldes, convertidos en jefes de dichas juntas, fueron designados directamente por el gobierno en Santiago. Tal vez, esto pudo menguar hasta cierta parte el espíritu crítico de El Sur, pues se materializaba la requerida intervención solicitada a las autoridades centrales. Pero ello refleja más ambigüedad y ambivalencia que claridad de ideas o principios en este discurso. Primero, porque no se define una postura respecto de la situación experimentada en el país, ya que no existe un cuestionamiento mayor a la imposición de la medida que partió con la dictadura de Carlos Ibáñez (1927-1931) y culminó en los primeros años del nuevo gobierno de Arturo Alessandri Palma (1932-1938). Y segundo, porque cuando se pedía la intervención de la autoridad central, era más bien en aquellas áreas que el diario definía y creía que eran prioritarias (olvidándose de los problemas de la clase media), pero cuando ello no era así, se enarbolaba la idea de que no era posible sacrificar la autonomía local en pos del centralismo.

Con más énfasis desde los años 20, las descripciones de El Sur sobre la miseria, la falta de higiene y la indiferencia de las autoridades ante estos temas, entre otros tópicos, fueron poco a poco construyendo no sólo un discurso sobre las variadas inseguridades urbanas, sino además las narrativas allí empleadas, ricas en epítetos y eufemismos, también reforzaron la insatisfacción de necesidades frente a iniciales y numerosas expectativas. Y ello tenía explicación. El modelo económico capitalista, que había tomado fuerza local y nacional desde el siglo anterior, había profundizado los contrastes, no sólo en el plano social y económico, sino asimismo en lo urbano, pues en las periferias de la ciudad se identificaba a una población pobre (muy diversa entre sí), que se contraponía a un centro institucional, comercial y residencial donde habitaban las élites locales (El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 24 dic. 1920, 10 abr. 1925).

La pobreza fue un tema recurrente, en particular la circunscrita a barrios populares como Aguas Negras, Bío-Bío, Chillancito, La Pampa y La Puntilla, que debían ser intervenidos, se indicaba, para evitar la propagación de los males derivados de su condición.13 13 El Sur, 8 abr. 1926 y 14 febr. 1930. Si bien los ejemplos de miseria y falta de higiene se repetían, entregando una imagen de la pobreza como algo permanente y hasta generacional, también comenzaban a aparecer referencias a una pobreza hasta el momento no bien identificada: una de carácter coyuntural. Caracterizada con más frecuencia después de la crisis económica de 1929, era retratada, respecto de aquella pobreza que se había naturalizado dentro del paisaje social y urbano de Concepción, como más próxima y posible en la medida que, producto de un descalabro económico de proporciones, podía terminar afectando a cualquier vecino y cambiar su condición de un momento a otro. He ahí el factor de imprevisibilidad que se volvía más latente después de 1929, no porque antes no existiera, sino porque ahora El Sur lo hacía notar como algo próximo o cercano para todos, no sólo para los sectores populares.

HIGIENE Y ENFERMEDAD: EL TEMOR A LA PROPAGACIÓN

A través de diversas crónicas y notas periodísticas, se decía que Concepción “desconoce los cuidados de la higiene y no está a tono con la época actual, más que de ornato, de aseo y de profilaxis, descuida la gente del pueblo que le sirve y las envuelve en sus propios males”. Se daba a entender que los pobres irradiaban los males sociales y sanitarios, lo que dejaba claro que aún avanzadas las primeras décadas del siglo XX seguía teniendo fuerza el discurso higienista decimonónico, en especial en lo concerniente al alcoholismo: “el tradicional enemigo de la raza”. El diario no presentó, al menos en nuestro período, una visión más equilibrada de estos males sociales o inseguridades de la vida en la ciudad, lo que no es extraño, pues como hemos indicado la exageración y repetición de ciertos contenidos, para que tuviesen efecto, debían seguir una línea constante que no admitía muchos matices. Si éstos existían, el mensaje a transmitir perdía su fuerza. De ahí que tampoco sean visibles evaluaciones muy distintas en los problemas presentados a través de sus páginas, aunque debemos hacer notar que respecto del tema sanitario se aprecia una mayor valoración de los avances en el plano institucional. Ello, porque del mejoramiento de la higiene individual y de la sanidad colectiva se hacía depender el futuro de la urbe penquista.14 14 Las citas corresponden, respectivamente, a El Sur, del 13 mayo 1930, 5 oct. 1923, 13 sept. 1920 y 12 oct. 1923.

Los temores y miedos proyectados por la probable propagación de enfermedades eran expuestos como ubicuos. Podían estar presentes no sólo en las calles, sino igualmente en las casas o espacios de trabajo como los talleres y las fábricas, desde los cuales se pensaba que una infección era capaz de “propaga[rse] en el aire viciado de los espacios en que se ocupan los obreros [que no tienen] las condiciones necesarias de ventilación y demás que se necesitan para evitar los contagios”. Misma condición expansiva que presentaba el alcoholismo y la prostitución: “La gran propagación de las enfermedades de trascendencia social, que tanto preocupa a nuestros hombres de gobierno, tiene, sin lugar a dudas, su fuente de contaminación más temible en las mujeres que se dedican a la práctica de la prostitución sin el más elemental control facultativo”.15 15 El Sur, 9 abr. 1920 y 15 mayo 1924.

Antes y después de 1929 se comentaba que el control de enfermedades y de los vicios sociales se veía dificultado por las limitaciones de capacidad y organización de las instituciones locales, como también por el presupuesto. Se aprovechaba este contexto para potenciar un pánico moral y sanitario expuesto como omnipresente en la periferia y en el centro urbano, vinculado al deterioro social y moral de la ciudad y a la naturaleza expansiva de la pobreza. Y ello tenía sentido, pues dicho pánico actualizaba temores y miedos previos y definía un peligro común, transformando así temores y miedos individuales en fenómenos sociales, como lo ha expuesto Stanley Cohen (2009COHEN, Stanley. Folk Devils and Moral Panics. (1972). Cornwall: Routledge, 2009.) para otros contextos.

La salvación de la raza fue la idea que conectó el malogrado panorama urbano y sanitario antes descrito y el protagonismo que se le estaba asignando al Estado desde la década de 1930. Para ello, la intervención en determinados barrios periféricos, en los conventillos, mercados, cantinas, prostíbulos, lagunas u otros espacios considerados infecciosos o poco higiénicos; se volvió fundamental. La insistencia de las informaciones en esta línea explicitaba que el papel de las autoridades debía ser preventivo y no sólo reactivo. Y en eso coincidieron en su momento El Sur y La Patria. Había que prevenir para evitar los riesgos o para reducir sus consecuencias, lo cual podía, a la larga, imprimir seguridad. Al acentuarse dicho carácter preventivo, aparecieron con más frecuencia editorial las referencias a una necesaria salvación de la raza, que comenzó a vincularse con la limpieza de la ciudad y con el requerido protagonismo estatal a través de sus instituciones y funcionarios. La idea de desterrar los problemas sanitarios y morales de la población, de evitar su debilitamiento a través de vicios y enfermedades (alcoholismo, sífilis, tuberculosis), como también de mejorar la especie en el plano físico y mental (eugenesia), se mantuvo en el discurso de El Sur.16 16 Véase El Sur, 28 oct. 1923, 10 jun. 1924, 6, 17 y 27 abr. 1926, 24 sept. 1927 y 14 febr. 1930.

Como muestra de la asimilación de estos planteamientos en el lenguaje, se comenzaron a generalizar términos de extracción biológica, de degeneración, de depuración de costumbres y vicios: “Si las autoridades penquistas tienen verdadero interés por realizar una campaña de depuración, deben empezar por prohibir, bajo pena de clausura, la venta de alcohol en los prostíbulos y dejar éstos en las mismas condiciones como funcionan en países más civilizados que el nuestro”. La idea era explicitar diagnósticos que respaldasen esta percepción degenerativa: “La ciudad… está llena de enanos, de contrahechos y de patizambos; todos llevan la marca de la tuberculosis”.17 17 El Sur, 3 jun. 1924 y 29 sept. 1925.

Tal panorama era presentado como insostenible, pues, de no hacerse algo en lo inmediato, se vería crecer a generaciones de niños con cuerpos debilitados e incapaces para el trabajo diario: “…no podrán ser… elementos útiles a la colectividad”. Las consideraciones sobre la salvación de la raza esgrimían como respaldo, de manera muy superficial y sin entregar cifras, estadísticas que supuestamente reflejaban el aumento de la mortalidad, el bajo crecimiento de la población y la frecuencia cada vez más constante del alcoholismo, la sífilis y la tuberculosis, entre otros males. Enfermedades que, en efecto, causaban muertes, pero que no eran nuevas dentro del escenario médico de la ciudad (Sanhueza, 1934SANHUEZA, Manuel. Algunas consideraciones sobre tuberculosis en Concepción. Revista de Asistencia Social, n.3, p.264-269, 1934.). En el caso de la mortalidad infantil, la preocupación y la alarma era mayor, pues se trataba del futuro de la nación, discurso biológico que entroncaba con el plano educativo y que se proyectaría varios años más tarde (Cabrera, 2014CABRERA, Josefina. La salvación de la patria y de la raza: discursos y políticas médico-educacionales en torno a la figura de Pedro Aguirre Cerda. Cuadernos chilenos de historia de la educación, n.2, p.69-86, 2014.). No obstante, estas consideraciones escasamente tenían un respaldo empírico y explícito. Si se revisan los registros numéricos del período, nos encontramos con tendencias más que con excepciones o alzas repentinas de enfermedades y muertes (INE, 1920-1935INSTITUTO Nacional de Estadísticas (INE). Estadísticas médicas, judiciales, policiales y carcelarias. 1920-1935.), lo que es reafirmado por algunos médicos contemporáneos (Ebensperger, 1934EBENSPERGER, Arnoldo. Contribución al estudio de la mortalidad infantil en Concepción. Revista de Asistencia Social, n.3, p.300-305, 1934.; Sanhueza, 1934SANHUEZA, Manuel. Algunas consideraciones sobre tuberculosis en Concepción. Revista de Asistencia Social, n.3, p.264-269, 1934.).

El temor al contagio continuó vigente a pesar de que paulatinamente se fue desarrollando una nueva institucionalidad sanitaria que no sólo hizo más presente y visible al Estado en la ciudad, sino que además buscó controlar la temida difusión de bacterias a través de medidas preventivas de higiene individual y salubridad urbana. Pero no sólo la presencia de enfermedades comunes generó alarma, pues la llegada de algunas de ellas con características epidémicas, como el tifus exantemático en 1933, fueron expuestas con tonos dramáticos: “el mal cunde”, “la epidemia avanza sin cesar”, entre otras expresiones.18 18 El Sur, 25 y 31 jul., 4 ago. y 24 oct. 1933. Si se buscaba que el Estado interviniera, como lo decían explícitamente varias de las crónicas y reportajes, debía presentarse entonces el panorama social y de salubridad como algo insoluble, en lo inmediato, de mantenerse las actuales condiciones. Sólo así era justificable solicitar al Estado, a través de las columnas del diario, que éste comenzara a cumplir su papel de administrador de riesgos presentes y futuros.

EL DELITO URBANO: LA ALARMA POR SU UBICUIDAD Y FRECUENCIA

Numerosas crónicas, noticias y reportajes reiteraron el vínculo establecido desde ataño entre pobreza y delincuencia. Ello contribuyó a estigmatizar a un sector de la población de Concepción que fue retratado como un productor de riesgo.19 19 El Sur, 7 abr. 1920, 22 sept. 1925 y 6 ene. 1934. Se criminalizaron sus costumbres, para justificar las acciones represivas e impositivas hacia ellos, estableciéndose a través de las páginas de El Sur una nueva vinculación ahora entre temor y control (Rodríguez, 2014RODRÍGUEZ, Esteban. Temor y control: la gestión de la inseguridad como forma de gobierno. Buenos Aires: Futuro Anterior, 2014.). Se creía que era posible gobernar la inseguridad frente al delito criminalizando la pobreza y reprimiendo a los pobres con un mayor rigor y manejo por parte de las instituciones locales y policiales.

En tal escenario cobró sentido nuevamente la noción de pánico moral, con la precisión de que dicha alarma ante la delincuencia no sólo tomó forma después de la crisis de 1929, sino también se encontró presente con bastante frecuencia en notas y crónicas de la década de 1920 e incluso antes, que hablaban de Concepción como un “nido de ladrones y maleteros”.20 20 El Sur, 7 dic. 1920 y 3 mayo 1924, 7 oct. 1920 y 21 sept. 1923. No obstante, fue a partir de dicha década que las referencias a los delitos comenzaron a ser más frecuentes aumentando las expresiones alarmistas, en buena parte para justificar una necesaria intervención del poder central en la reorganización de la policía local, que finalmente tomó lugar entre 1924 y 1927 finalizando con la creación del cuerpo de Carabineros en todo Chile. Pero ello no implicó una solución definitiva a los delitos, como tampoco la crisis un aumento exponencial de los mismos. De hecho, la revisión de las estadísticas judiciales, policiales y carcelarias del período no respalda la sobredimensión que desde El Sur se entregaba al fenómeno delictivo (INE, 1920-1935INSTITUTO Nacional de Estadísticas (INE). Estadísticas médicas, judiciales, policiales y carcelarias. 1920-1935.).

Los reportajes y crónicas tributaban a la construcción de un discurso que promovía una inseguridad subjetiva (temor al delito) que, como se dijo, no coincidía con un aumento cuantitativo en los delitos comunes. Así, al Estado no sólo se le pedía que entregase una respuesta frente al delito (inseguridad objetiva), sino también que fuese capaz de ensayar soluciones concretas para contener dicho miedo al delito. Ante tal escenario, el temor a la propagación de estos males aparecía expresado con el mismo énfasis que cuando se abordaba el tema sanitario, pero la alusión a que era preciso un castigo para este efecto se traducía en frases que hablaban de la necesaria “mano enérgica de la autoridad”. Esta idea de la extensión o contagio del delito a otros sectores de la urbe seguirá vigente en los años aquí examinados.21 21 Las citas aquí aludidas corresponden, respectivamente, a El Sur, 16 abr. 1922, 22 sept. 1925, 16 mayo 1930 y 8 jun. 1935. Para 1933, aún se hablaba de “verdaderas bandas de maleantes” que estaban “extendiendo el mal”, y cuando se quería explicar el “aumento asombroso de la criminalidad”, se decía que “hay muchos que también se apoderan de lo ajeno, por contagio, podríamos decir, porque el ambiente en que viven los incita al robo”.22 22 El Sur, 24 febr. 1933, 22 sept. 1933 y 6 ene. 1934. Este último destacado es nuestro.

Este discurso sobre la inseguridad en torno al delito transformaba los miedos individuales en temores sociales y éstos a su vez en una amenaza constante de posibles violencias. Era allí cuando aparecían las desconfianzas hacia las instituciones. Las alusiones a la deficiente dotación policial, a la necesidad de depurar este servicio, como también a las pésimas condiciones higiénicas de la cárcel, eran frecuentes.23 23 El Sur, 21 mayo 1920, 9 jun. 1926 y 19 oct. 1920. En ello, había coincidencia con la visión del municipio y de La Patria.24 24 AHC. Vol. 323. La Patria, 9 jun. 1926 y 3 mayo 1932. Este tono alarmista generaba desencuentros, intimidaba y desincentivaba la vida colectiva, más aún cuando se explicitaba que el delito no sólo tomaba lugar en las periferias, sino también en el centro de la ciudad y sus cercanías. Perdían fuerza los apoyos comunitarios en la medida que esta atmósfera de inseguridad llamaba a la población a cobijarse en sus viviendas o a transitar de manera “mecánica” entre el hogar y el espacio de trabajo. Se daba a entender que una buena parte de las calles y ambientes de la ciudad ya no eran espacios de encuentro, sino sólo de circulación. Parafraseando a Marc Auge, se habían convertido en una suerte de “no lugares” (Auge, 2000AUGE, Marc. Los “no lugares”: espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa, 2000. ), que convenía transitar siempre y cuando se adoptasen precauciones, evitándose así los encuentros fortuitos.

La temática delictiva, luego de la crisis de 1929, una y otra vez será vinculada a la pobreza y a las desigualdades sociales en general - de las cuales algunas veces se responsabiliza a las “clases poderosas” de la ciudad, pero sin mayor detalle -, siendo por ello necesario el llamado a la intervención decidida de las autoridades locales y nacionales. Frente a esta y otras situaciones no va a ser extraño que cuando se discuta sobre la necesaria modernización urbana, el tema de la delincuencia vuelva a cobrar figuración, en particular cuando se argumente que la falta de pavimentación de numerosas calles - no sólo periféricas sino igualmente cercanas al centro - y la falta de alumbrado, creaban las condiciones propicias para la perpetración de delitos.25 25 El Sur, 24 ene., 15 y 25 febr. 1930, 6 jun. 1935.

La repetición de noticias relativas a delitos y crímenes terminaba por hacer ver a estos últimos como fenómenos casi instalados para siempre en la población. La exposición mediática de esta suerte de “oleada [delictiva] de eventos difusos”, compuesta por noticias y recomendaciones sobre determinados lugares, horarios, actitudes y apariencias; buscó transformar a casos particulares en una tendencia, en datos ordinarios de una realidad que pretendió ser expuesta y reflejada por el diario hasta aquí revisado.

CONCLUSIONES

Mediante el examen de las editoriales, reportajes y crónicas urbanas aparecidas en el diario El Sur, hemos podido apreciar cómo dicho medio de prensa propició la construcción de miedos sociales a través de las representaciones de aquellos temas que se visualizaban como atentatorios al orden cotidiano y que eran presentados casi como irresolubles. En la trama de sentido que la publicación buscó entregarle a todos estos problemas, apareció paulatinamente desde los años 20, y en particular después de 1929, una frecuente e insistente apelación a la necesaria intervención de las autoridades, no sólo municipales, sino también estatales, en la resolución de los males sociales.

Las representaciones sobre las inseguridades buscaron identificar los peligros externos e internos que afectaban y podían afectar a la ciudad y su sociedad. Dichas inseguridades retratadas cobraron relieve en la medida que fueron vinculadas a las transformaciones del período en el ámbito político, social y económico, como también a los cambios en el mundo del trabajo, debido a la inestabilidad y precarización laboral que una sociedad más compleja conllevaba. Por ello, las noticias, y los diversos acontecimientos que hemos sintetizado, cobraron sentido para los contemporáneos en la medida que estaban insertos dentro de un sentido común y eran presentados a través de adjetivos altisonantes y conmovedores, los cuales no eran gratuitos, pues apuntaban a proyectar variados sentimientos que podían ir desde el temor, pasando por el miedo y la rabia, hasta la impotencia. Ello dependía de la información y del sentido de realidad que pudiesen tener los lectores, aspecto difícil de abordar retrospectivamente, pero que, a nuestro entender, no implica desconocer que los mensajes explícitos o implícitos del medio de prensa aquí revisado pudiesen generar variadas consecuencias. En tal sentido, consideramos que el tiraje de este medio, el cual no ha sido posible de precisar, no constituye necesariamente un buen indicador del número de lectores, ya que no mide su influencia, como sí creemos que lo hace la función desempeñada (ser vocero de intereses locales), el lenguaje aquí utilizado (adjetivante y sobredimensionador) y su distribución a nivel urbano y provincial. De hecho, para la época abordada, este medio apuntaba precisamente a grupos que podían ejercer presión para impulsar o acelerar cambios.

El diagnóstico presentado tenía una intencionalidad clara, pues a partir de los numerosos factores que, de manera independiente o entrelazada, configuraban una vida insegura en Concepción, se buscaba indicar que la respuesta a dichos males debía pasar por la intervención del Estado sobre dichos problemas. De ahí que explícita e implícitamente se promovieran consensos, más que punitivos, de intervención y generación de nuevas normativas sociales, proceso que ahora aparecía explicitado, pero bajo la dirección de la oligarquía local, vinculada principalmente al diario aquí examinado. Tal situación, a nuestro entender, se desprende de las mismas notas, reportajes y comentarios de los periodistas, en especial cuando se apelaba a la mayor efectividad del gobierno central por sobre el gobierno local, respaldando así los criterios de un modelo estatal aún en ciernes: el benefactor o asistencialista. Pero ello implicó una ambigüedad, pues se pedía la intervención en las áreas diagnosticadas y expuestas por el diario, pero cuando se sobrepasaban tales áreas, volvía a cobrar vida la defensa de la autonomía e intereses locales. Los énfasis en determinadas informaciones, estimamos, tampoco eran gratuitos, pues es muy probable que la dirección del diario respaldara tal línea en la medida que después este interés, por la ciudad y su sociedad, se convirtiera en una buena base de apoyo no sólo para informar, sino también para actuar en la ciudad.

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  • 1
    Esta investigación fue desarrollada dentro del proyecto FONDECYT nº 1140777.
  • 2
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 4 abr. 1926.
  • 3
    Véase al respecto, AHCARCHIVO Histórico de Concepción (AHC). Vols. 295, 308, 313 y 323.. Vols. 295 y 313. La Patria, 5 jun. 1921.
  • 4
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 4 abr. 1926.
  • 5
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 13 nov. 1924.
  • 6
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 4 nov. 1930, 20 ago. y 9 oct. 1931, 19 ago. 1932 y 15 febr. 1934.
  • 7
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 10 mayo 1928, 13 jun. 1933 y 8 jun. 1935.
  • 8
    Como se hace notar en AHCARCHIVO Histórico de Concepción (AHC). Vols. 295, 308, 313 y 323.. Vols. 313 y 323, y en La PatriaLA PATRIA. Concepción, 1923-1935., 7 mar. 1932 y 23 jun. 1934.
  • 9
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 23 ene. 1935.
  • 10
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 23 mayo 1924, 18 abr. 1926, 31 ago. 1933 y 1 jun. 1934.
  • 11
    AHCARCHIVO Histórico de Concepción (AHC). Vols. 295, 308, 313 y 323.. Vols. 308 y 313 y La PatriaLA PATRIA. Concepción, 1923-1935., 5 abr. 1926 y 20 ago. 1932.
  • 12
    Véanse las ediciones de El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., del 28 oct. 1923, 24 sept. 1927 y 13 abr. 1931.
  • 13
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 8 abr. 1926 y 14 febr. 1930.
  • 14
    Las citas corresponden, respectivamente, a El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., del 13 mayo 1930, 5 oct. 1923, 13 sept. 1920 y 12 oct. 1923.
  • 15
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 9 abr. 1920 y 15 mayo 1924.
  • 16
    Véase El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 28 oct. 1923, 10 jun. 1924, 6, 17 y 27 abr. 1926, 24 sept. 1927 y 14 febr. 1930.
  • 17
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 3 jun. 1924 y 29 sept. 1925.
  • 18
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 25 y 31 jul., 4 ago. y 24 oct. 1933.
  • 19
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 7 abr. 1920, 22 sept. 1925 y 6 ene. 1934.
  • 20
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 7 dic. 1920 y 3 mayo 1924, 7 oct. 1920 y 21 sept. 1923.
  • 21
    Las citas aquí aludidas corresponden, respectivamente, a El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 16 abr. 1922, 22 sept. 1925, 16 mayo 1930 y 8 jun. 1935.
  • 22
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 24 febr. 1933, 22 sept. 1933 y 6 ene. 1934. Este último destacado es nuestro.
  • 23
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 21 mayo 1920, 9 jun. 1926 y 19 oct. 1920.
  • 24
    AHCARCHIVO Histórico de Concepción (AHC). Vols. 295, 308, 313 y 323.. Vol. 323. La PatriaLA PATRIA. Concepción, 1923-1935., 9 jun. 1926 y 3 mayo 1932.
  • 25
    El SurEL SUR. Concepción, 1920-1935., 24 ene., 15 y 25 febr. 1930, 6 jun. 1935.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    19 Mar 2018
  • Fecha del número
    Jan-Apr 2018

Histórico

  • Recibido
    25 Ago 2017
  • Acepto
    06 Nov 2017
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