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“Como en familia”: Relaciones sociales en centros comunitarios

“Like a family”: Social relationships in senior community center

“Como família”: relações sociais em centros comunitários

Resumen:

El objetivo es analizar las relaciones sociales resignificadas “como en familia” en centros comunitarios. El estudio es una etnografía realizada en Paysandú, Uruguay, con 84 personas ancianas quienes viven solas, y que participaron en entrevistas individuales y en grupos focales. Para el análisis de las narrativas se utilizó análisis de discurso, análisis de metáforas y análisis de contenido. Los resultados muestran un proceso de resignificación de las relaciones entre compañeros en términos de relaciones familiares, cuyo sentido se sustentan en los significados y prácticas del sistema de parentesco consanguíneo. Esta resignificación es realizada por las mujeres ancianas, pero no por los ancianos varones. En base a los hallazgos, la familia continúa como un fuerte referente cultural entre estas mujeres ancianas, al resignificar relaciones entre extraños en términos de familia.

Palabras clave:
Ancianos; Familia; Parentesco; Centros comunitarios; Hogares unipersonales

Abstract:

The aim is to analyze the resignified social relations "like a family" in community centers. The study is an ethnography carried out in Paysandú, Uruguay, with 84 older people who live alone and participated in individual interviews and focus groups. The narratives were analyzed using discourse analysis, metaphor analysis, and content analysis to identify meanings and practices. The results show a process of resignifying relationships among companions in terms of family relationships, whose meaning is based on the meanings and practices of the consanguineous kinship system. This resignification is carried out by older women but not men. Based on the findings, the family continues to be a strong cultural reference among these older women, which allows them to redefine relationships between strangers in terms of family.

Keywords:
Older adults; Family; Kin; Community center; Living alone

Resumo:

O objetivo é analisar as relações sociais ressignificadas “como em família” em centros comunitários. O estudo é uma etnografia realizada em Paysandú, Uruguai, com 84 idosos que moram sozinhos e que participaram de entrevistas individuais e grupos focais. As narrativas foram analisadas por meio de análise de discurso, análise de metáforas e análise de conteúdo para identificar significados e práticas. Os resultados evidenciam um processo de ressignificação dos relacionamentos entre colegas em termos das relações familiares, cujo significado se fundamenta nos significados e práticas do sistema de parentesco consanguíneo. Essa ressignificação é realizada por mulheres idosas, mas não por homens idosos. Com base nos dados, a família continua sendo uma forte referência cultural entre essas mulheres idosas, o que lhes permite redefinir as relações entre estranhos em termos familiares.

Palavras-chave:
idosos; família; relação; centros comunitários; famílias unipessoais

Introducción

La vejez se piensa como un envejecimiento en familia y en casa. Por una parte, las relaciones familiares se consideran como las relaciones sociales más importantes en la etapa de la vejez, y a veces, como las únicas existentes. La fuerza de las relaciones familiares se asienta en interacciones e intercambios de larga duración, intensos lazos afectivos y de confianza mutua propios de los parentescos consanguíneos. Por otra parte, la casa es el espacio ideal para envejecer, ya que es donde las relaciones familiares adquieren materialidad, se dan las prácticas de los parentescos y los significados de estar en familia; esta es la razón por la cual las políticas sociales para el envejecimiento promueven envejecer en casa (Sandra HUENCHUAN, 2018HUENCHUAN, Sandra. Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: Perspectiva regional y de derechos humanos. Santiago: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2018.). Esta idea de envejecer en casa asume, implícitamente, que las personas ancianas coresiden con su familia. En este sentido, la familia y la casa son un paradigma dominante en el estudio de la vejez, basta revisar la amplia literatura sobre los estudios sobre familia y envejecimiento para constatar su preeminencia en este campo del conocimiento.

Sin embargo, en las últimas décadas, el estudio de otro tipo de relaciones sociales durante la vejez y distintas a las de la familia evidencian un papel destacado en la vida de los ancianos. Así, las relaciones de amistad o entre vecinos o conocidos adquieren la misma fuerza social y simbólica como acontece con cualquier relación de parentesco, es decir, son relevantes en la vida de las personas ancianas, a pesar de ser valoradas como lazos interpersonales débiles (Neal KRAUSE, 2006KRAUSE, Neal. “Social relationships in late life”. In: BINSTOCK, Robert; GEORGE, Linda (Eds.). Handbook of aging and the social sciences. 6th ed. Ámsterdam: Elsevier, 2006. p. 182-201.).

Una vía para promover relaciones sociales distintas a las relaciones familiares son las intervenciones comunitarias; estas constituyen una estrategia para mejorar la conectividad social, y para enfrentar los efectos negativos del aislamiento social entre la población anciana (Gabrielle LINDSAY-SMITH et al., 2018LINDSAY-SMITH, Gabrielle; O’SULLIVAN, Grant; EIME, Rochelle; HARVEY, Jack; van UFFELEN, Jannique. “A mixed methods case study exploring the impact of membership of a multi-activity, multicentre community group on social well-being of older adults”. BMC Geriatrics, Berlín, v. 18, n. 1, p. 226-239, sep. 2018.). Uno de estos espacios de intervención son los centros comunitarios, donde se ofrece una diversidad de programas y actividades recreativas, educativas, de voluntariado y de salud. Entre sus beneficios están el incentivar la amistad o lazos de reciprocidad, primordialmente entre quienes viven solos, ahí tienen la oportunidad de interactuar con otras personas, siendo este uno de sus mayores beneficios y una motivación para acudir a ellos (Ronald ADAY; Gayle KEHOE; Lori FARNEY, 2006ADAY, Ronald; KEHOE Gayle; FARNEY, Lori. “Impact of senior center friendships on aging women who live alone”. Journal of Women & Aging, London, v. 18, n. 1, p. 57-73, oct. 2006.; Helena ARAYA; M Soledad HERRERA; Miriam RUBIO, 2017ARAYA, Alejandra; HERRERA, Soledad; RUBIO, Miriam. “Develando la experiencia de un grupo de personas mayores en un centro de día”. Gerokomos, Logroño, v. 28, n. 3, p. 131-134, sep. 2017.; Susan HALLAM et al., 2012HALLAM, Susan; CREECH, Andrea; VARVARIGOU, María; MCQUEEN, Hilary. “Perceived benefits of active engagement with making music in community settings”. International Journal of Community Music, Toronto, v. 5, n. 2, p. 155-174, 2012.; Junhyoung KIM et al., 2015KIM, Junhyoung; IRWIN, Lori; KIM, May; CHIN, Seungtae; KIM, Jun. “The role of leisure engagement for health benefits among Korean older women”. Health Care for Women International. London, v. 36, n. 12, p. 1357-1374, dic. 2015.; Rebecca ADAMS; Rosemary BLIESZNER, 1993ADAMS, Rebecca; BLIESZNER, Rosemary. “Resources for friendship intervention”. The Journal of Sociology & Social Welfare, Michigan, v. 20, n. 4, p. 159-175, dic. 1993.).

Diversos estudios reportan como un hallazgo marginal que estas relaciones interpersonales con distinto grado de cercanía son valoradas como relaciones significativas, y en ocasiones adquieren el significado de familia, utilizando para ello la expresión de “estar en familia” (Jane SOUTHCOTT, 2009SOUTHCOTT, Jane. “‘And as I go, I love to sing’: the Happy Wanderers, music and positive aging”. International Journal of Community Music, Toronto, v. 2, n. 2-3, p. 143-156, 2009.; Laura KADOWAKI; Atiya MAHMOOD, 2018KADOWAKI, Laura; MAHMOOD, Atiya. “Senior centres in Canada and the United States: A scoping review”. La Revue Canadienne du Vieillissement, Cambridge, v. 37, n. 4, p. 420-441, dic. 2018.; Cherly LEE; Cecilia AYÓN, 2006LEE, Cherly; AYÓN, Cecilia. “The power of groups for older adults: A comparative study of European American and Latino senior mutual aid groups”. Social Work with Groups, London, v. 29, n. 2-3, p. 23-39, sept. 2006.). Sin embargo, poco o nada se profundiza en este significado de “estar en familia” ni en sus prácticas ni en su fuerza simbólica, a pesar de su importancia para entender las experiencias de envejecer en espacios externos al hogar y en particular, entre quienes viven solos.

Mi interés es analizar estas relaciones sociales valoradas “como estar en familia” en los centros comunitarios, particularmente entender cómo estas relaciones sociales asimilan significados y prácticas del sistema de parentesco consanguíneo para transformarse en relaciones similares a las de parentesco. Este tipo de relaciones “como estar en familia” se da, por lo general, entre personas de la misma edad, género, clase u otros rasgos sociales (Kath WESTON, 1997WESTON, Kath. Families we choose. Lesbians, gays, kinship. New York: Columbia University Press, 1997.; Margaret NELSON, 2013NELSON, Margaret. “Fictive kin, families we choose, and voluntary kin: What does the discourse tell us?” Journal of Family Theory & Review, Hoboken, v. 5, n. 4, p. 259-281, dic. 2013.; Katherine ALLEN; Rosemary BLIESZNER; Karen ROBERTO, 2011ALLEN, Katherine; BLIESZNER, Rosemary; ROBERTO, Karen. “Perspectives on extended family and fictive kin in the later years: Strategies and meanings of kin reinterpretation”. Journal of Family Issues, Thousand Oaks, v. 32, n. 9, p. 1156-1177, sep. 2011.). En esta línea de interpretación, quienes asisten a los centros comunitario comparten algunos rasgos sociales, además de la edad, ya que los usuarios más frecuentes son mujeres ancianas quienes viven solas (KADOWAKI; MAHMOOD, 2018KADOWAKI, Laura; MAHMOOD, Atiya. “Senior centres in Canada and the United States: A scoping review”. La Revue Canadienne du Vieillissement, Cambridge, v. 37, n. 4, p. 420-441, dic. 2018.; Ronald ADAY; Braudon WALLACE; Karen KRABILL, 2019ADAY, Ronald; WALLACE, Braudon; KRABILL, Jennifer. “Linkages between the senior center as a public place and successful aging”. Activities, Adaptation & Aging, London, vol. 43, n. 3, p. 211-231, jul. 2019.). Vivir en hogares unipersonales es un rasgo de la feminización del envejecimiento poblacional, ya sea por decisión propia o derivado de la falta de parientes vivos. La disminución de la fertilidad ha conllevado a que las personas ancianas cuenten con pocos o ningún hermano, así como pocos hijos o ninguno, añadiéndose la ausencia de una pareja por las altas tasas de divorcio o separación durante la etapa de la prevejez o la vejez, y no solo por viudez (Ashton VERDERY et al., 2019VERDERY, Ashton; MARGOLIS, Rachel; ZHOU, Zhangjun; CHAI, Xiangnan; RITTIRONG, Jongjt. “Kinlessness around the world”. Journals of Gerontology: Series B, Oxford, v. 74, n. 8, p. 1394-1405, nov. 2019.). Este conjunto de características es lo que se denomina la tercera transición demográfica. En este sentido, es común que mujeres ancianas experimenten la ausencia cotidiana de relaciones familiares en el espacio de la casa, una situación opuesta a la representación de envejecer en casa en compañía de la familia. De ahí la importancia de comprender esta construcción simbólica de relaciones entre extraños en términos de relaciones familiares al interior de los centros comunitarios y particularmente entre las mujeres ancianas.

Metodología

Los datos provienen de un estudio etnográfico realizado en la ciudad de Paysandú, Uruguay, entre 2017 y 2019. En el estudio participaron 84 ancianos quienes vivían solos y acudían a grupos de adultos mayores en centros comunitarios. En América Latina, Uruguay es uno de los países con un estadio muy avanzado de envejecimiento (UNITED NATIONS, 2020) y con el mayor número de personas ancianas viviendo solas; un 10% de la población anciana vivía sola en 1990, cifra que aumentó al 23% en 2010 (HUENCHUAN, 2018HUENCHUAN, Sandra. Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible: Perspectiva regional y de derechos humanos. Santiago: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2018.), por otra parte, un 84% de las mujeres ancianas eran viudas y un 72% de estas vivían en hogares unipersonales en 2015 (Rosario AGUIRRE; Sol SCAVINO, 2018AGUIRRE, Rosario; SCAVINO, Sol. Vejeces de las mujeres. Desafíos para la igualdad de género y la justicia social en Uruguay. Montevideo: Doble Clic Editoras, 2018.).

Durante el trabajo de campo se realizaron tanto entrevistas individuales como colectivas; entre los ejes temáticos se preguntó sobre su experiencia de vivir solos y el papel de los centros comunitarios para enfrentar la soledad. Las entrevistas individuales fueron de tipo abierta y focalizada, realizándose la mayoría en la casa de las personas, con una duración entre 50 y 120 minutos. Las entrevistas colectivas fueron seis grupos focales en clubes de la tercera edad auspiciados por la Intendencia de Paysandú, el grupo de adultos mayores de la Universidad de la República Uruguay, así como en asociaciones de jubilados y pensionados. Los grupos focales tuvieron una duración de entre 50 y 90 minutos. Todas las entrevistas fueron audio grabadas y transcritas verbatim en el editor del programa Ethnograph V.6.

Del total de ancianos participantes, fueron seleccionadas las narrativas de 55 ancianas mujeres y de 20 hombres ancianos, que contenían discursos sobre el significado de las relaciones en el grupo comunitario. La ausencia de una pareja era una condición común, ya fuera por viudez, divorcio o soltería, así como la residencia en hogares unipersonales; la otra condición era la ausencia de hijos, ya que 38% no tenían hijos viviendo en Paysandú y 14% no tuvieron hijos, por lo cual estas personas carecían de la experiencia de la convivencia cotidiana con hijos durante la vejez. Estas características eran los rasgos de un contexto donde no solo vivían solos en una casa, sino además estaba vacía de vínculos familiares. En este sentido, las narrativas eran construidas en contextos domésticos carentes de parentescos consanguíneos.

Los textos de las transcripciones se leyeron línea por línea y se codificaron los segmentos donde se describía, denominaba o valoraba las relaciones sociales existentes en los centros comunitarios. Para los segmentos de los textos de los grupos focales se incluía tanto la voz individual de quien narraba, como las voces múltiples o simultáneas en la toma de turnos de la conversación. Estos segmentos fueron las unidades de análisis tanto para el análisis de discurso como para el análisis de contenido.

En el análisis de discurso se utilizaron diversas técnicas, siguiendo la propuesta del pluralismo analítico de Gerard Steen (2007STEEN, Gerard. Finding metaphor in grammar and usage. A methodological analysis of theory and research. Ámsterdam; Philadelphia: John Benjamins Publishing Company, 2007.), con el fin de producir un mapa de dominios y categorías del uso léxico y simbólico del lenguaje empleado en las narrativas de lo vivido respecto a las relaciones sociales en los centros comunitarios. Un primer análisis fue la desfragmentación textual de las acciones discursivas (STEEN, 2007STEEN, Gerard. Finding metaphor in grammar and usage. A methodological analysis of theory and research. Ámsterdam; Philadelphia: John Benjamins Publishing Company, 2007.), es decir, analizar la estructura narrativa en cuanto a sus componentes de apertura, continuidad, cambio y expresiones de apoyo o disenso. En las unidades de análisis de los grupos focales, además, se diferenció entre la voz principal, es decir, la voz de quien colocaba y desarrollaba el tema de exposición, las voces de apoyo o disidencia, y el ruido de voces que es -cuando varias personas hablan al mismo tiempo-, así como la toma de turnos en la conversación colectiva. Asimismo, las siguientes dimensiones discursivas fueron analizadas: el tipo de discurso ya fuera descriptivo, expositivo o argumentativo; la producción léxica referente a los léxicos utilizados para nombrar a las relaciones y su campo conceptual de procedencia; y la producción de significados de la experiencia cognitiva respecto a las relaciones sociales en el centro comunitario.

Posteriormente, y derivado del análisis previo, se hizo un análisis de metáforas, ya que el uso del lenguaje metafórico tenía una presencia discursiva central. La metáfora entendida como una forma de uso del lenguaje, revela cómo se significa la vivencia o el modo de estar-en-el-mundo al utilizar enunciados simbólicos o de sentido provenientes de un campo distinto al del fenómeno al que se refiere (Paul RICOEUR, 2002RICOEUR, Paul. Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II. 2da ed. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2002.). Una frase u oración era metafórica cuando la forma lingüística utilizaba un léxico nominal, pronombre o sustantivo distinto al que correspondería emplear para nominar relaciones de amistad o de conocidos o de compañeros, que serían las formas lingüísticas esperadas para nombrar las interacciones sociales existentes en los centros comunitarios.

Estas formas de lenguaje constituyeron las unidades discursivas para el análisis de metáforas. Primero se procedió a la descomposición gramatical de la estructura oracional, quien es el sujeto, los tiempos verbales, las modalizaciones argumentativas, descriptivas o valorativas, con el fin de establecer cuáles eran los léxicos y los sentidos insertados provenientes de campos distintos a la amistad o compañerismo. Ello permitió delimitar el dominio de la fuente conceptual, es decir, de cual campo social se tomaban los léxicos para nombrar y significar las relaciones sociales. Al mismo tiempo, se consideró el contexto narrativo donde se inserta la metáfora; siguiendo a Zazie Todd y Simon Harrison (2008TODD, Zazie; HARRISON, Simon. “Metaphor analysis”. In: HESSE-BIBER, Sharlene; LEAVY, Patricia (Eds.). Handbook of emergent methods. Nueva York: The Guilford Press, 2008. p. 479-494.), se consideró no solo la estructura narrativa, sino particularmente las voces de apoyo o disidencia y el contenido del ruido de voces. A partir de estos elementos se analizó el efecto de sentido de la oración metafórica en base al léxico proveniente de otros campos relacionales y aplicados a las relaciones sociales en el centro comunitario.

El análisis de contenido dilucidó las prácticas vinculadas a lo simbólico. Para ello se utilizó la propuesta de Rebecca Adams y Rosemary Blieszner (1994ADAMS, Rebecca; BLIESZNER, Rosemary. “An integrative conceptual framework for friendship research”. Journal of Social and Personal Relationships, Thousand Oaks, v. 11, n. 2, p. 163-184, may. 1994.), quienes establecen una serie de parámetros para caracterizar las prácticas interactivas de relaciones interpersonales distintas a las de parentesco; ello incluye no solo el análisis de las prácticas, sino también de sus dimensiones afectivas y cognitivas que lo acompañan. En particular, se identificó el parámetro de nivel de intimidad, y, de acuerdo a la propuesta de las autoras, se analizó el compartir experiencias de vida, los sentimientos ligados a la convivencia, las acciones de apoyo social y las actividades recreativas compartidas entre ellas. Una vez identificadas las prácticas sociales y el lenguaje simbólico, se analizaron las similitudes intra e inter sujetos para identificar diferencias entre hombres y mujeres.

El proyecto de investigación fue aprobado por dos comités de ética, uno en México y otro en Uruguay; las personas ancianas dieron su consentimiento informado y se utilizan seudónimos para el anonimato.

Resultados

En Uruguay, el impulso e incremento a los grupos de adultos mayores se ha dado desde una política social orientada a fortalecer espacios de participación para este sector de la población, así como de dialogar con ellos. En este sentido, estas organizaciones no solo reciben apoyo gubernamental y asesoramiento técnico, sino también están aglutinados en la Red Nacional de Organización de Personas Mayores (REDAM), la cual acompaña la toma de decisiones en materia de política social para el envejecimiento (INMAYORES, 2016INMAYORES. Instituto Nacional de las Personas Mayores. Segundo Plan Nacional de Envejecimiento y Vejez 2016-2019. Montevideo: Ministerio de Desarrollo Social, 2016.).

En Paysandú, durante el trabajo de campo, se identificaron alrededor de 24 grupos de adultos mayores, ya fueran clubes de la tercera edad, asociaciones de jubilados y pensionistas, y grupos comunitarios de adultos mayores. A nivel nacional, se sabe que un 24% de ancianos entre 65 y 79 años participan activamente en alguno de estos grupos, descendiendo al 19% entre los mayores de 80 años, además la mayoría son mujeres (MIDES, 2014MIDES. Ministerio de Desarrollo Social. Revisión de indicadores de vejez y envejecimiento. Montevideo: Ministerio de Desarrollo Social, 2014.), pero no se disponen de cifras para Paysandú. De acuerdo a las autoridades entrevistadas, es difícil disponer de una cifra de personas que acuden a estos grupos, dada la movilidad intra e intergrupos. Asimismo, estos grupos estaban registrados en la REDAM, y participaban activamente de las reuniones nacionales en Montevideo, según lo compartido por dos de sus representantes, quienes formaron parte de las ancianas participantes en este estudio.

Los ancianos participantes son personas envejecidas de entre los 60 y 94 años, con una edad promedio de 75.6 años y un 14% son mayores de 85 años. Por otro lado, sus niveles de dependencia son leves, un 70% padecían alguna enfermedad crónica y un 42% alguna discapacidad visual o motriz, pero lo suficientemente autónomos para movilizarse fuera de casa por sí mismos, incluso los mayores de 90 años. A Ernestina en varias ocasiones me la encontré por la calle manejando su motocicleta; a sus 92 años, utilizaba la motocicleta para recorrer distancias largas, y caminaba cuando eran cortas.

Su presencia y participación en estos grupos de adultos mayores formaban parte de sus estrategias para enfrentar el vivir solos y el sentimiento de soledad que le acompaña. Esta estrategia deviene de que los centros comunitarios para adultos mayores constituyen una oportunidad para la creación de nuevos contactos sociales, y la socialización derivada de ello funciona como una estrategia para enfrentar la soledad y el aislamiento social (KADOWAKI; MAHMOOD, 2018KADOWAKI, Laura; MAHMOOD, Atiya. “Senior centres in Canada and the United States: A scoping review”. La Revue Canadienne du Vieillissement, Cambridge, v. 37, n. 4, p. 420-441, dic. 2018.).

Cuando se vive solo, existe una ausencia de convivencia familiar cotidiana en la casa. Este es el hecho subyacente en la experiencia de sentimientos de soledad entre las personas ancianas participantes. Una experiencia que también compartían quienes coresidían con la familia. En los grupos focales participaron 14 mujeres ancianas casadas, pero quienes expresaban sentirse solas al igual de quienes vivían solos, ya que estaban solas en casa durante el día. Era la situación de Mirta, quien primero nos aclaró que, “bueno no es mi caso [vivir sola], gracias a Dios no estoy sola porque tengo mi esposo”, pero posteriormente reconoció sentirse sola en su casa. Su esposo salía a trabajar durante el día y sus hijos ya no vivían con ellos, en el trasfondo de lo dicho, estaba la experiencia compartida de sentirse sola. Palabras similares externó Felipe, al referir que estaba solo durante el día y parte de la noche, porque su hijo, quien vivía con él, estudiaba y trabajaba. Así, unos y otros pertenecían a una misma comunidad, entendida esta comunidad en su sentido cultural, es decir, conformado por experiencias, significados, emociones y prácticas compartidas (Renato ROSALDO, 1991ROSALDO, Renato. Cultura y verdad. Nueva propuesta de análisis social. Mexico: Grijalbo, 1991.), que en este caso era residir en una casa vacía de convivencia familiar.

El personal de los centros comunitarios también reconocía estas experiencias de soledad entre quienes asistían a ellos. Para Emilia ese era el problema central: “la Intendencia nos brinda la mayoría de las cosas, nos brinda el espacio, la luz eléctrica, el agua, el gas, entonces acá, en este centro, no pasa por el problema económico, pasa por la soledad que hay en el adulto mayor”. Por eso, el personal responsable de los centros comunitarios y de las asociaciones incentivaban que se relacionaran entre ellos. Silvia, encargada de otro centro comunitario gubernamental, consideraba al centro no solo como un espacio de actividades, sino también de convivencia, como explicaba: “yo lo único que siempre les digo a ellas, que traten justamente de venir a este lugar, que es el lugar de encuentro, de risas, de charlas”. Las ancianas compartían la misma perspectiva, para Alicia era “pasar un momento todos reunidos, es muy lindo, venir a relacionarse con gente”, como respuesta a la pregunta de si acudir al centro comunitario tenía otros beneficios, además de mantenerse ocupado para enfrentar la soledad. Los ancianos varones no lo expresaron, aunque sí eran parte de las voces colectivas de apoyo a esta opción. Describir el espacio como un lugar de encuentro y establecer relaciones sociales más allá de su red social y familiar abrían las puertas a la construcción de otro tipo de interacciones significativas en la vida de las personas ancianas.

De las relaciones entre compañeros a las relaciones “como en familia”

Las relaciones sociales al interior del centro comunitario formalmente son relaciones entre compañeros. Este tipo de relaciones poseen un grado mínimo de cercanía y afectividad, y son consideradas la fase inicial de lazos de amistad, cuando se transita de ser extraños a conocidos (ADAMS; BLIESZNER 1994ADAMS, Rebecca; BLIESZNER, Rosemary. “An integrative conceptual framework for friendship research”. Journal of Social and Personal Relationships, Thousand Oaks, v. 11, n. 2, p. 163-184, may. 1994.). Si bien las mujeres ancianas mencionaban la existencia de este tipo de relación entre compañeras, los varones ancianos no aludieron al tema durante sus entrevistas individuales ni en los grupos focales. Así, las mujeres ancianas coincidían en que el vínculo entre ellas era el de ser compañeras. Al inicio de la conversación utilizaban siempre el sustantivo de “compañeras” en femenino y en plural. De igual modo, cuando alguien introducía el tema de los vínculos sociales en los grupos focales, empleaban el mismo sustantivo de “compañeras”, lo cual era aprobado por las demás, hablando al mismo tiempo en apoyo a lo dicho; en cambio, los ancianos varones guardaban silencio. Por otra parte, los adjetivos que acompañaban al sustantivo “compañeras” no solo describían, sino también significaban, la vivencia como especial con el uso reiterado del adjetivo “divino”. En el discurso cotidiano de los uruguayos, dicho adjetivo califica de manera superlativa o en grado extremo la característica positiva de un acontecimiento o una relación o una persona; en este caso, “compañeras divinas” expresaba el significado extremadamente positivo atribuido a las relaciones entre ellas. Gloria se expresó de sus compañeras del centro comunitario, durante la entrevista en su casa, en términos de que “tengo unas compañeras divinas, divinas”, aludiendo a esa interconexión especial entre ellas, al repetir dos veces el adjetivo “divinas”. A través de esta práctica discursiva, resignificaban su relación como una relación de cercanía.

Pero, la expresión “compañera divina” se registraba como un significado subordinado, ya que en los grupos focales no siempre toda alusión léxica a este significado se acompañaba de voces de apoyo e incluso, se cambiaba de tema de conversación. Esta subordinación discursiva se debía a la existencia de otro significado dominante en los discursos de los grupos focales: “como en familia”, que adquiría una producción lingüística más relevante, expresiva y simbólica.

Esta expresión “como en familia” u otros como: “esto es una gran familia”, “somos como una gran familia”, eran expresiones cuya estructura de significación revelaban la construcción de las relaciones entre ellas en términos de parentesco. Cuando hablaban con el sustantivo de compañera, era en primera persona del singular, solo el hablante le atribuía ese significado, no era un significado compartido con las demás; a diferencia de la expresión “como en familia”, el uso del pronombre “nosotras”, es hablar en primera persona del plural, lo cual incluía a quien habla y a las demás, por lo cual tenía un significado colectivo, es decir, todas se sentían “como en familia”. Estos discursos significantes de “como en familia” se acompañaba de voces de apoyo, hablando al mismo tiempo, utilizando expresiones como “es cierto eso”, “sí” o “gracias a Dios”, esto es, las otras estaban de acuerdo con el significado atribuido a las relaciones sociales entre ellas. Y al igual que con el significado de “compañeras divinas”, los ancianos varones guardaban silencio a lo largo de los discursos que aludían a “como en familia” y los parentescos que involucraban.

El utilizar el sustantivo de familia alude a un discurso metafórico a través del cual se representa al grupo comunitario como una familia. Esta redescripción lingüística de las relaciones entre ellas como si fueran las relaciones de una familia se daba a través de resignificar estas relaciones como relaciones de parentesco. La familia es una forma de describir cualquier relación social que posee características especiales y por ello se percibe como familia (Jaber GUBRIUM; David BUCKHOLDT, 1982GUBRIUM, Jaber; BUCKHOLDT, Davida. “Fictive family: Everyday usage, analytic, and human service considerations”. American Anthropologist, London, v. 84, n. 4, p. 878-885, dic. 1982.) y las relaciones de parentesco son las múltiples formas de relacionarse al interior de la familia y de nombrar a alguien cuando se le percibe como parte de la familia.

Dos funciones discursivas adquirían el lenguaje metafórico basado en los parentescos. Una como argumento para sustentar la resignificación de las relaciones al interior del grupo comunitario; la otra, cómo se apropiaban de ciertas relaciones de parentesco para dar materialidad a la resignificación.

La relación de parentesco entre padres ancianos e hijos adultos era el referente metafórico para convencer a otros de que el grupo actuaba como una familia. Sus discursos argumentaban que las prácticas de cuidar del otro existentes entre padres e hijos se reproducían en las interacciones entre ellas. Esto es, los hijos “están al pendiente” de sus madres ancianas, y lo mismo sucedía entre ellas. Si alguna madre no llega al encuentro con sus hijos o a casa en sus horarios habituales, sus hijos se comunican para preguntar si está bien o aconteció alguna situación adversa. Alicia explicaba como su hijo, quien vivía al lado de su casa, está al pendiente de ella, “me pierdo unas horas y ya están, ‘¿dónde estás, dónde estás? (ríe)’, así que, gracias a Dios, estoy bien cuidada”. Este comportamiento era el mismo entre sus compañeras, si alguien no iba por uno o dos días al centro comunitario, las demás se comunicaban para preguntar si estaba bien o si sufrió algún contratiempo. La misma Alicia comentaba: “las compañeras de acá del salón [centro comunitario] también, si no aparecemos por uno o dos días, [llaman] ‘¿te pasó algo?, ¿estás bien?, no has venido’”, por eso concluía que “dentro de todo, también como una familia más que tenemos acá”. Las prácticas de “preocuparse por el otro” o “cuidar del otro” es un rasgo por el cual al interior de la familia se valora si un pariente es realmente familia o no (GUBRIUM; BUCKHOLDT, 1982GUBRIUM, Jaber; BUCKHOLDT, Davida. “Fictive family: Everyday usage, analytic, and human service considerations”. American Anthropologist, London, v. 84, n. 4, p. 878-885, dic. 1982.). En este sentido, las acciones propias de un parentesco entre padres e hijos y reproducidos al interior del grupo comunitario les permitía argumentar que las otras se comportan como familia. Estas prácticas de solidaridad es el recurso simbólico más relevante en la construcción de las “familias por elección” entre personas homosexuales y lésbicas (WESTON, 1997WESTON, Kath. Families we choose. Lesbians, gays, kinship. New York: Columbia University Press, 1997.), o en el parentesco ficticio respecto a relaciones con amigos y vecinos, entre mujeres ancianas (María Elena RUIZ; Edward RANSFORD, 2012RUIZ, María Elena; RANSFORD, Edward. “Latino elders reframing familismo: Implications for health and caregiving support”. Journal of Cultural Diversity, Lisle, v. 19, n. 2, p. 50-57, summer, 2012.) o por ancianos en grupos comunitarios (ALLEN; BLIESZNER; ROBERTO, 2011ALLEN, Katherine; BLIESZNER, Rosemary; ROBERTO, Karen. “Perspectives on extended family and fictive kin in the later years: Strategies and meanings of kin reinterpretation”. Journal of Family Issues, Thousand Oaks, v. 32, n. 9, p. 1156-1177, sep. 2011.; NELSON, 2013NELSON, Margaret. “Fictive kin, families we choose, and voluntary kin: What does the discourse tell us?” Journal of Family Theory & Review, Hoboken, v. 5, n. 4, p. 259-281, dic. 2013.), es decir, lo argumentado por las ancianas forma parte de los procesos de resignificación de relaciones no consanguíneas, a las cuales se les atribuye rasgos de familia en razón de las prácticas realizadas.

La apropiación de roles de parentesco para resignificar las relaciones al interior del grupo era el esfuerzo discursivo más relevante para dar materialidad al significado de “como en familia”. Ello implicaba que la resignificación se sustentaba en una descripción metafórica cuyos enunciados de sentido no solo eran los léxicos de parentesco, sino también las prácticas y funciones de dichos parentescos. Los enunciados simbólicos provenían de tres parentescos: abuela, hermana y madre.

En torno al parentesco de abuela se desarrollaban discursivamente dos formas de significado al interior de los grupos. Uno, el más dominante, y asimilado por quienes participaban en la actividad de Abuelas Creativas. Esta es una actividad encaminada a fomentar relaciones intergeneracionales entre niños pequeños y personas ancianas, actividad en la cual participan tanto mujeres como hombres, a pesar de la feminización del nombre. Quienes participaban, dedicaban una parte importante del tiempo en el centro comunitario a elaborar manualidades y utilizarlas en actividades lúdicas con niños en escuelas de educación preescolar, tales como la de cuenta cuentos teatralizados, cocinar juntos, jugar al futbol o bailar. En una de las visitas a uno de dichos centros comunitarios, tanto mujeres ancianas como hombres ancianos confeccionaban coloridos gorros y delantales de chef para los niños y las niñas, para la actividad de aprender a cocinar a realizarse en la siguiente semana.

En los discursos de las mujeres ancianas existía una fuerte apropiación del rol de abuelas, discursos en donde los ancianos varones no intervenían ni participaban en el ruido de voces. El uso del pronombre personal nosotras dominaba para resaltar el rol de abuelas que desempeñaban con los niños y las niñas. Para las mujeres ancianas, el rol de abuelas consistía en otorgar afecto a ellos y a ellas, quienes no eran sus nietos o sus nietas, reproduciendo así lo que sucede en las relaciones de abuela-nietos o nietas al interior de las familias. Las abuelas son quienes se responsabilizan de cultivar las relaciones de parentesco y mantener relaciones intergeneracionales cercanas y de afecto, no así los abuelos varones quienes se mantienen como figuras de autoridad (Yoshinori KAMO; Chizuko WAKABAYASHI, 2003KAMO, Yoshinon; WAKABAYASHI, Chizuko. “Grandparenthood”. In: PONZETTI Jr., James (Ed.). International encyclopedia of marriage and family. 2nd ed., v. 1. New York: Thomson Gale, 2003. p. 760-764.). En cierto sentido, en los centros comunitarios se reproducían estas prácticas asociadas al parentesco de abuela. La justificación para expresar afecto por parte de las ancianas se argumentaba en base a la representación que tenían de estos niños o niñas. Ellas argumentaban que, en la actualidad, los niños y las niñas carecían de afecto porque sus madres trabajaban, especialmente los niños o las niñas “chiquitos”, como decía Ofelia para referirse a los menores de 6 años. Por lo tanto, la actividad de Abuelas Creativas no solo era para convivir con los niños o las niñas, sino principalmente para brindarles el afecto del cual carecían en sus casas. Mirta afirmaba “son chiquitos, pero también les falta afecto, mimos y todas esas cosas, entonces, nosotros vamos, y [los niños] están chonchos”, esta última expresión coloquial significa estar contentos en grado superlativo, en este caso, por recibir afecto. Y ellas, a su vez, se sentían satisfechas de brindar afecto como si fueran sus abuelas, “nos venimos con el alma grande”. Emilia, responsable de un centro comunitario, refuerza este significado, al afirmar que “el rol de ellas, son como abuelas sustitutas”.

Por otra parte, la semántica de este parentesco refería a un solo componente de la relación abuelas-nietos o nietas, no era solo por aludir únicamente al elemento femenino del parentesco, sino también porque solo incluía a un solo elemento de la díada, el de abuela. Las ancianas se autonombraban “abuelas” y los niños y las niñas les reconocían el papel de “abuelas”. Así, Mirta narraba como al finalizar estos encuentros generacionales, los niños y las niñas les suplicaban: “no se vayan abuelitas, no se vayan, vinieron los abuelitos”. El componente ausente era el de nietos o nietas. Las ancianas nunca nombraban a los niños o a las niñas con el léxico de nietos o nietas ni ellos o ellas se autoidentificaban como nietos o nietas de estas mujeres ancianas, es decir, el vocabulario de parentesco atribuido al rol en la actividad de Abuelas Creativas era solo evocativo para abuela, excluyendo el componente de nieto o nieta.

Otra referencia semántica al parentesco de abuela era el creado por mujeres adultas que asistían al centro comunitario, quienes resignificaban una relación existente entre ellas y una mujer anciana del grupo comunitario. Estas mujeres adultas compartían la experiencia de no haber convivido con sus abuelas, ya sea porque sus abuelas murieron antes de nacer ellas o estuvieron alejadas de la vida familiar, en virtud de ello, una relación de mayor cercanía se construía con una de las mujeres ancianas del centro comunitario. Dicho vínculo era significado como una relación de abuela-nieta. En general, la anciana era una mujer viuda sin hijos y de más de 80 años, quien asumía el rol de abuela y una mujer adulta entre 50 y 60 años. Lina, no conoció a ninguna de sus abuelas, tenía 56 años y acudía al centro comunitario por sentirse sola, sus dos hijos migraron a Montevideo y su esposo trabajaba todo el día. El afecto de una abuela lo encontró con Gloria, “yo acá las quiero a todas, pero Gloria, para mí, es mi afinidad, porque es como mi abuela” (el énfasis es mío). Gloria, de 90 años, era viuda desde hacía 20 años y no procreó hijos. Cuando Lina expresó su especial relación con Gloria, ella puso su mano en el brazo de Lina y confirmó “es mi nieta”. A diferencia de la relación de parentesco atribuido a la actividad de Abuelas Creativas, en este, ambas se identificaban en su respectivo rol de abuela y de nieta.

De manera marginal aparecieron en los discursos otros dos parentescos: el de hermanas y de madre. El primero aludía a resignificar una especie de intimidad entre amigas, pero nombrada como una relación entre hermanas. Relaciones caracterizadas por ser una fuente potencial de apoyo, la existencia de sentimientos de cercanía y de ser significativa la relación (Marilyn IHINGER-TALLMA; Ying-Ling HASIAO, 2003IHINGER-TALLMA, Marilyn; HASIAO, Ying-Ling. “Sibling relationship”. In: PONZETTI Jr., James (Ed.). International encyclopedia of marriage and family. 2nd ed., v. 4. New York: Thomson Gale, 2003. p. 1504-1511.). Clara interrumpió a su compañera, quien explicaba la cercanía emocional y de intimidad entre ellas a causa del vínculo existente, favorecido por las relaciones cotidianas al interior del grupo comunitario. Clara expresó “somos como hermanas, porque hay un vínculo recién ahora”, esto es resignificar la relación entre ellas con el atributo del parentesco de hermanas, e incluía a todas en el grupo comunitario, al conjugar el verbo en tercera persona del plural.

En cambio, el parentesco de madre era adjudicado a la referente. Nombre que se le da a quien por parte de la Intendencia de Paysandú se responsabiliza de coordinar el grupo comunitario, quien es una empleada gubernamental envestida de autoridad, y una mujer más joven en edad comparado a quienes asisten a los centros comunitarios. Para las mujeres ancianas, la forma de conducirse y de interaccionar con ellas, mostrando no solo un genuino interés por ellas, sino también porque realizaba acciones más allá de su responsabilidad como empleada de la Intendencia, era equiparado a lo que una madre realiza con sus hijos o hijas, y lo expresaban en términos de “es nuestra madre”. Ello representa, por una parte, adjudicar un parentesco femenino con autoridad: la madre es quien dirige la familia, la referente es quien dirige el grupo, pero, al mismo tiempo expresa afecto, a través de acciones domésticas femeninas. Las acciones de tipo culinario son un ejemplo, ya que compartir cotidianamente la comida es central en la construcción de sentido en una relación de parentesco (WESTON, 1997WESTON, Kath. Families we choose. Lesbians, gays, kinship. New York: Columbia University Press, 1997.). En uno de los grupos focales, en tono de broma y entre risas, Marta decía “acá el único drama que hay, si vos le hacés caso a la referente, ¡salís gorda!, ¡salís gorda!, porque la comida no te falta, siempre tiene la atención”. Tener la atención es expresar afecto por el otro. Y respecto a esto, en estos discursos, los hombres ancianos sí formaban parte de las voces de apoyo, pero solo en cuanto a las muestras de afecto.

La interacción en los grupos comunitarios significada “como en familia” adquiere su fuerza expresiva y semántica en una práctica discursiva que utiliza como campo de referencia metafórica las formas simbólicas de familia, para crear una red de significados de parentesco para atribuirlos a las relaciones existentes en el centro comunitario. De esta forma, transforman sus relaciones entre compañeros en relaciones familiares. De acuerdo con Bernard Bel et al., (2007BEL, Bernard; BROUWER, Jan; DAS, Biswajit; PARTHASARATHI, Vibodh; POITEVIN, Guy. “Overture: Recasting 'the social' as 'the symbolic'”. In BEL, Bernard; BROUWER, Jan; DAS, Biswajit; PARTHASARATHI, Vibodh; POITEVIN, Guy (Eds.). The social and the symbolic. Los Angeles: Sage Publications, 2007. p. 9-35.), un grupo adquiere rasgos propios y se diferencia de grupos similares cuando utiliza otras formas simbólicas que son compartidas entre sus miembros. En esta línea de pensamiento, estos grupos comunitarios, al utilizar formas simbólicas del sistema de parentesco consanguíneo para resignificar sus relaciones, el grupo comunitario adquiere un rasgo distinto. Así, tanto las relaciones en el grupo como el espacio del centro comunitario se redescribe en términos de estar en familia.

Las prácticas de parentesco en los grupos comunitarios

El utilizar la terminología del parentesco para etiquetar las relaciones sociales, se acompaña también de una recuperación de las prácticas de la cultura familiar. En este sentido, léxico y prácticas es lo que reproduce la centralidad de la familia en el mundo cotidiano de las personas (Carolyn BABULA, 2001BABULA, Carolyn. “Family I imagine”. In: FAUBION, James (Ed.). The ethics of kindship. Ethnographic inquiries. Boston: Rowman & Littlefield Publishers, 2001. p. 250-265.). Así, la forma de materializar este referente cultural es a través de utilizar las prácticas del sistema de parentesco consanguíneo, es decir, no solo se les nombra, sino se argumenta que actúan como parientes, reproduciendo las prácticas de parentesco entre ellas. Las prácticas de estas relaciones interpersonales “como en familia” corresponden a prácticas relativas al tiempo, la intensidad emocional, la cercanía, y los apoyos recíprocos entre ellas.

La resignificación de las relaciones al interior del grupo comunitario como relaciones familiares requiere de un proceso temporal de largo alcance. El tiempo provee la posibilidad no solo de la interacción sino también de involucrarse en un repertorio de prácticas, las cuales, en función de su repetición a lo largo del tiempo, meses o años, se reinterpretan con un sentido distinto al de ser compañeros. La mayoría de las personas ancianas reportaron una asiduidad de por lo menos tres años a dichos centros comunitarios, pero otras, llevaban más de 10 años acudiendo a un centro comunitario. El tiempo era un referente relevante para sustentar el significado de estar “como en familia”. Graciela comentaba, “nosotros, yo qué sé, hace 20 y pico de años que estamos [en el grupo], entonces, somos como una gran familia”; esta permanencia temporal hizo posible transitar a una interacción de mayor cercanía e intimidad debido a sus encuentros y convivencias a lo largo del tiempo. Alicia, quien acudía desde hacía 14 años al centro comunitario, decía “uno comparte, [pero], más, comparte uno muchísimas vivencias y nos acompañamos una a la otra”.

En varios de los grupos focales, al momento de explicar cómo es que compartían sus experiencias, alguna narraba espontáneamente episodios de violencia intrafamiliar en su niñez. En ese momento, todos y todas guardaban silencio, escuchándola. Al final, se oían las voces de empatía, “a vos te hace bien”, “acá tenés apoyo de nosotras”, era evidente que conocían la historia con antelación. Este grado de intimidad era posible en virtud de una interacción de larga duración, que permitía no solo la cercanía emocional, sino también ese grado de confianza mutua, cómo para narrar este tipo de experiencias.

Asimismo, esta dimensión temporal de largo alcance posibilita la reproducción de prácticas de solidaridad, similares a las que acontece en las familias. Estas prácticas eran referidas como acciones realizadas solo por las mujeres ancianas. Así, prácticas de apoyo mutuo e incluso de actuar como cuidadoras ante una emergencia o una circunstancia especial, eran no solo evocativas de prácticas de parentesco, sino también de cómo estas prácticas habitan reflexivamente en sus interrelaciones reproduciendo funciones familiares. En Paysandú, la infraestructura sanitaria del tercer nivel de atención médica era limitada, razón por la cual acudían, con cierta frecuencia, a consulta médica de especialidad a Montevideo. Un viaje de cinco horas por carretera y un día dedicado a navegar por los servicios de salud en la capital. Y más que viajar y desplazarse solas por Montevideo, iban siempre acompañadas. Una mayoría de ellas no contaban con algún familiar en Paysandú quien las acompañara, por eso, era recurrente escuchar anécdotas de estos viajes a Montevideo en compañía de alguna compañera del centro comunitario. Aparte, en situaciones de crisis, alguien asumía el rol de cuidadora de otra compañera, ya fuera permaneciendo en el hospital, mientras alguno de los hijos, quien vivía fuera de Paysandú, llegaba uno o dos días después de su ingreso hospitalario. O como en el caso de Concepción, quien se fracturó un pie, sin hijos ni hermanas en Paysandú, fue cuidada durante varios meses por una de sus compañeras, en un arreglo consistente en permanecer en casa de la compañera durante el día, y por las noches regresar a su casa a dormir. Este involucramiento en el cuidado es semejante a las prácticas de parentesco consanguíneo de apoyar y cuidar a los miembros envejecidos de la familia.

También, rituales de celebraciones familiares eran reproducidos en los grupos. Uno de ellos es la celebración del cumpleaños. Pero no es la reunión entre amigas o compañeras para festejar el cumpleaños de alguien, actividad frecuente y programada por la responsable del centro comunitario en una cafetería o restaurante de la localidad. Esta celebración era especial y única, a semejanza de los rituales familiares que fortalecen los lazos de solidaridad y se trasmiten generacionalmente. En varios grupos focales, alguna de ellas narraba que nunca tuvieron una celebración ni regalo de cumpleaños durante su infancia y adolescencia, ya sea por pobreza extrema o separación forzada de su familia durante esta etapa de la vida. Así que sus compañeros del centro comunitario le organizaban una celebración de cumpleaños a semejanza de una fiesta infantil, y la obsequiaban con regalos. La idea era reproducir una fiesta tal como los padres organizan cuando sus hijos son niños. Lo que el grupo hacía era realizar el mismo ritual familiar, actuando como una familia para la festejada. Celebración que venía a llenar un vacío biográfico y, al mismo tiempo, fortalecía los lazos afectivos entre ellos.

La casa constituye el espacio de la familia, ese espacio privado donde se asientan prácticas y afectividades de parentesco. Pero, el espacio del centro comunitario es un espacio público maleable a otros significados. El centro comunitario se convertía en un hogar, como explicaba Gloria, “me siento como en mi casa o mejor que en mi casa. Acá es donde yo disfruto más el día”. Este significado de hogar era trasladado desde una casa vacía de relaciones familiares, porque vivían solas, al centro comunitario, lleno de relaciones. Por eso, ahí encontraban una familia y un hogar, como expresaba Inés, “a lo largo del tiempo, lo que hemos cosechado es una familia, es la segunda casa de todas nosotras”. La alusión a “una segunda casa” representa no una extensión de la familia consanguínea, sino una familia en un espacio que se vivencia como una segunda casa paralela a la familia consanguínea. De hecho, al completar Inés su idea, refería como es necesario separar ambas “familias”, respetando los espacios y tiempos de la propia familia, y estar “como en familia” en el centro comunitario.

Así, el centro comunitario se convertía en un sector del mundo cotidiano con un espacio y tiempo propios para construir significados y experimentar las relaciones sociales a su interior como si fueran relaciones de parentesco, e integrarse a la vida personal de las personas ancianas.

Estas prácticas de parentesco realizadas al interior del grupo comunitario complementan simbólicamente la ausencia de relaciones familiares en la casa. Ello implica admitir la importancia que tiene la familia en la vida de estas mujeres ancianas, y el papel relevante que aún mantiene la familia en la vida social de las personas envejecidas.

Discusión

Los hallazgos de este estudio documentan una forma de construir familia fuera del ámbito de la consanguinidad y del espacio del hogar durante la vejez. Este no es un hallazgo aislado, otros estudios en distintos campos del envejecimiento, ofrecen evidencias del uso de formas simbólicas del sistema de parentesco que se atribuyen a relaciones interpersonales sin vínculo de consanguinidad, tanto al interior de la casa, como en espacios externos al mismo. En contextos de cuidado de largo plazo en casa, la cuidadora-trabajadora y la mujer anciana a quien se cuida utilizan el lenguaje de la relación de parentesco madre-hija o abuela-nieta para denotar la existencia de un vínculo especial entre ellas (Anne MARTIN-MATTHEWS, 2007MARTIN-MATTHEWS, Anne. “Situating "home" at the nexus of the public and private spheres. Ageing, gender and home support work in Canada”. Current Sociology, Thousand Oaks, v. 55, n. 2, p. 229-249, mar. 2007.) o las cuidadoras-trabajadoras enfatizan que cuidan a la persona anciana como si fuera de su propia familia (Lisa DODSON; Rebekah ZINCAVAGE, 2007DODSON, Lisa; ZINCAVAGE, Rebekah. “‘It's like a family’ Caring labor, explotation, and race in nursing homes”. Gender & Society, Thousand Oaks, v. 21, n. 6, p. 905-928, dic. 2007.). Lo mismo se reporta entre trabajadoras domésticas en hogares de la clase media o alta, quienes, después de largos períodos de tiempo de interacción mutua, se “convierten en parientes” y se refieren a su relación con sus empleadores ancianos en términos de una relación entre madre e hija (Paola SACCHI; Pier VIAZZO, 2018SACCHI, Paola; VIAZZO, Pier. “Families and the elderly along the Shores of the Mediterranean: Old and new forms of relatedness”. Ethnologie Française, París, v. 48, n. 3, p. 427-438, jul. 2018.). Fuera del hogar, se reporta el mismo uso del lenguaje de parentesco en las instituciones de cuidado de largo plazo, como serían los asilos (Nikhil PAZHOOTHUNDATHIL; Ajay BAILEY, 2021PAZHOOTHUNDATHIL, Nikhil; BAILEY, Ajay. “This place is (now) my own home. It is my home till my death”: Older adults (re)creating home through daily rhythms and kinning in formal care settings. Geoforum, Ámsterdam, v. 124, p. 207-216, 2021.); e incluso relaciones con vecinos o amigos son significadas como relaciones de parentesco, empleando el lenguaje de hijas o nietas o hermanas o abuelas (ALLEN; BLIESZNER; ROBERTO, 2011ALLEN, Katherine; BLIESZNER, Rosemary; ROBERTO, Karen. “Perspectives on extended family and fictive kin in the later years: Strategies and meanings of kin reinterpretation”. Journal of Family Issues, Thousand Oaks, v. 32, n. 9, p. 1156-1177, sep. 2011.; Judith BARKER, 2002BARKER, Judith. “Neighbors, friends, and the nonkin caregivers of community-living dependent elders”. The Journal of Gerontology: Series B, Oxford, v. 57, n. 3, p. S158-S167, may. 2002.).

Estos hallazgos, tanto de los estudios citados anteriormente como los aquí reportados, llevan la discusión a repensar el concepto de familia utilizado en las investigaciones, y posicionar la discusión en el terreno de otros términos conceptuales de familia. Preguntarse cuáles tipos de relaciones describimos como familia, más allá de que sean o no parientes, es cuestionar el “modelo de monopolio” de familia que plantea a la consanguinidad como una realidad universal y única (Irene LEVIN, 1993LEVIN, Irene. “Family as mapped realities”. Journal of Family Issues, Thousand Oaks, v. 14, n. 1, p. 82-91, ene. 1993., p. 84). Si bien en las últimas décadas se reconoce la existencia de variados tipos de familias, las mismas se sustentan en el sistema de parentesco consanguíneo. Esto es, variaciones pensadas en la circularidad de la consanguinidad, que margina el estudio de cualquier otra forma de familia construida a partir de relaciones sin consanguinidad (Scott HARRIS, 2008HARRIS, Scott. “What is family diversity? Objective and interpretive approaches”. Journal of Family Issues, Thousand Oaks, v. 29, n. 11, p. 1407-1425, nov. 2008.). En este sentido, los hallazgos aquí presentados se sitúan como evidencias de análisis alternativos frente a este “modelo de monopolio” de familia. El interés es dirigir nuestra perspectiva a formas de familia poco o nada ortodoxas, así como fuera del espacio del hogar o la casa. Un acercamiento que rompe con la mirada estructural del parentesco consanguíneo y se centra en el proceso de dar sentido a las relaciones interpersonales, lo cual refiere a cómo construimos familia y a quienes incluimos en ella (ALLEN; BLIESZNER; ROBERTO, 2011ALLEN, Katherine; BLIESZNER, Rosemary; ROBERTO, Karen. “Perspectives on extended family and fictive kin in the later years: Strategies and meanings of kin reinterpretation”. Journal of Family Issues, Thousand Oaks, v. 32, n. 9, p. 1156-1177, sep. 2011.). Es precisamente la opción analítica privilegiada en este trabajo.

Una postura como la antes expuesta, obliga a repensar algunas premisas que circulan en el estudio del envejecimiento. Aquí destacaría el recurrente concepto de familismo que es atribuido a las familias latinoamericanas (Joyce ARDITTI, 2006ARDITTI, Joyce. “Editor's Note”. Family Relations: An Interdisciplinary Journal of Applied Family Studies, Nueva Jersey, v. 55, n. 3, p. 263-265, jul. 2006.), y que en Uruguay se afirma, aún existe un contexto de familismo que explica porque la familia continúa siendo un fuerte referente cultural y actor central en la vida de los ancianos (Karina BATTHYÁNY; Natalia GENTA, 2021BATTHYÁNY, Karina; GENTA, Natalia. “Gender and care in Uruguay: Ground covered and challenges to current policies”. In: GUIMARÂES, Nadya; HIRATA, Helena (Eds.). Care and care workers. A Latin American perspective. Berlín: Springer, 2021. p. 149-164.). Los debates en torno al familismo enfatizan el papel de la familia, sin cuestionarse a cuál familia hacen referencia. En términos de análisis social, esta perspectiva privilegia aquellas familias conformadas por parentescos consanguíneos, dejando de lado cualquier otro tipo de familia basada en relaciones no consanguíneas. Esto implica reproducir en un debate, no solo con implicaciones analíticas, sino también de propuestas de la política social, de ese “modelo de monopolio” de familia consanguínea. Un asunto que merece una posición más crítica.

Otra discusión a tomar en cuenta es la que destacan Sylvia Yanagisako y Jane Collier (1987YANAGISAKO, Sylvia; COLLIER, Jane. “Toward a unified analysis of gender and kinship”. In: COLLIER, Jane; YANAGISAKO, Sylvia (Eds.). Gender and kinship. Essays toward a unified analysis. Stanford: Stanford University Press, 1987. p. 15-50., p. 29) respecto a que los sistemas de parentesco y las cuestiones de género deberían ser trabajados en conjunto para el análisis de la familia, al existir una distinción de prácticas y significados entre hombres y mujeres. Los hallazgos muestran discursos diferenciados entre mujeres ancianas y hombres ancianos, y si bien estas diferencias discursivas podrían ser interpretadas en función de roles de género, las explicaciones deberían superar una visión universal y homogénea de estos roles familiares, e introducir un análisis de generación. Si tomamos en cuenta el contexto cultural y social de la generación a la cual pertenecen los ancianos participantes, que es la generación de quienes nacieron en la primera mitad del siglo XX, los discursos de las mujeres ancianas de este estudio pueden ser explicados en función de la división sexual de roles al interior de la familia, pero ya no para la generación de los Baby Boomers o la generación Millennials, para quienes la familia ha jugado un papel distinto, y los roles de género se han transformado. De ahí que el análisis del familismo y los roles de género durante la vejez requieran de categorías distintas a las utilizadas hasta hoy.

Para concluir, una perspectiva sobre la heterogeneidad de familias a partir de formas de familia no consanguíneas requiere traer esta discusión de la periferia y colocarla en el centro de la agenda de investigación. Incluir las variantes de familia en base a los sistemas de parentesco consanguíneo es insuficiente para comprender la multiplicidad de experiencias de envejecer en el siglo XXI. Las transiciones en las formas de envejecer requieren considerar variantes de familia en base a relaciones no consanguíneas, no solo en torno a las formas “como en familia” aquí analizadas, sino también analizar otras formas como serían los parentescos ficticios o las familias de elección. Pocas veces las nuevas formas de familia entran en la discusión en el campo del envejecimiento, pero la tercera transición demográfica y la diversidad de subgrupos entre la población envejecida nos marcan la necesidad de repensar el análisis de a quién incluimos como familia, y, por ende, qué entendemos por familia

Referencias

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  • Como citar este artículo de acuerdo con las normas de la revista:

    ROBLES-SILVA, Leticia. ““Como en familia”: Relaciones sociales en centros comunitarios”. Revista Estudos Feministas, Florianópolis, v. 32, n. 1, e91188, 2024.
  • Agradecimiento:

    Agradezco a Sheila Martínez su apoyo durante la organización y análisis del material de campo.
  • Financiación:

    CSIC. Universidad de la República. Uruguay. Proyecto 22. Proyectos de Vinculación Universidad-Sociedad y Producción. Modalidad 2 2016.
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    No se aplica
  • Aprobación de un comité de ética en investigación:

    Comité de ética, investigación y bioseguridad del Centro Universitario de Ciencias de la Salud. Universidad de Guadalajara. Aprobación CI/060/2016. Consejo del Centro Universitario Regional, Litoral Norte de la Universidad de la República. Aprobación Exp. 311110-000276-16.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    25 Mar 2024
  • Fecha del número
    2024

Histórico

  • Recibido
    30 Set 2022
  • Revisado
    16 Dic 2023
  • Acepto
    28 Ago 2023
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