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Dime ¿qué rol prefieres? Experiencias de descubrimiento e interacciones entre practicantes de BDSM en la ciudad de Córdoba (Argentina)

Tell Me, Which Role Do You Prefer? Experiences of Discovery and Interactions Between BDSM Practitioners in The City of Córdoba (Argentina)

Resumen

Este artículo busca analizar la (re)producción de guiones sexuales e interacciones de roles en eventos donde se permitía la realización de prácticas BDSM. En estos encuentros se daba una primera división entre sus participantes mediante membretes adhesivos con bordes coloreados para diferenciar roles de dominación, roles de sumisión, curiosos/curiosas y switches . Desde allí, busco indagar por los procesos de descubrimiento de la categoría BDSM y la construcción de roles desde las experiencias eróticas, así como analizar las (im)posibilidades de interacción entre las personas de acuerdo a los colores de los membretes.

Guiones sexuales; Roles; Interacciones; BDSM

Abstract

This article seeks to analyze the (re)production of sexual scripts and role interactions in events where BDSM practices were allowed. In these gatherings, a first division was made among participants by means of adhesive labels with colored borders to differentiate domination roles, submission roles, curious people and switches. From there, I aim to investigate the processes of discovery of BDSM as a category and the construction of roles from erotic experiences, as well as to analyze the (im)possibilities of interaction between people according to the colors of the labels.

Sexual scripts; Roles; Interactions; BDSM

Planteos introductorios

Esmeralda, rubí, jacinto, caledonia. jaspe.

El color, al igual que estas piedras, es precioso.

Y más precioso aún, ya que a diferencia de lo que ocurre con ellas, no es posible poseerlo.

El color se nos escapa entre los dedos.

No se lo puede encerrar en un alhajero, pues se desvanece en la oscuridad.

(Derek Jarman, Croma ).

Una noche a mediados de julio del 2015 me dirigí por primera vez a un evento BDSM, alojado en una residencia privada en la zona norte de la capital cordobesa.1 1 Como pautas de lectura, en el escrito utilizo cursivas para denotar categorías o expresiones de “experiencia cercana” ( Geertz, 1994 [1983]), nociones empleadas dentro de determinados grupos sociales que comparten un conjunto de significaciones contextuales que posibilitan el entendimiento de las mismas. De esa forma, las cursivas diferenciarán -por ejemplo- la categoría evento , un espacio de encuentro organizado y frecuentado por las personas con quienes realicé trabajo de campo, de “evento” como una reunión genérica. Por su parte, los nombres de las personas fueron cambiados para cumplir con una ética del anonimato, sin diferenciar entre sus nombres legales y aquellos empleados durante los encuentros sucedidos en el trabajo de campo. Finalmente, sobre el uso de marcadores de género, opto por indicar las categorías de autoadscripción de las personas cuando recupere experiencias individuales, pero cuando refiera a grupos heterogéneos empleo una escritura no binaria que pueda dar cuenta de la diversidad de identidades sexo-genéricas. Había sido invitado por Nicolás, a quien conocía como organizador de fiestas orientadas para varones que buscaban vínculos socio-eróticos con otros varones. Tras un mensaje de texto que avisaba sobre mi llegada, abrí la reja metálica que daba paso al jardín delantero de la casa, lugar donde Nicolás me recibió. Lo saludé con un beso en la mejilla y pregunté si mi vestimenta era acorde a la esperada. Sin tener conocimientos previos sobre las particularidades de un evento BDSM, decidí vestir un pantalón jean negro, zapatos y campera de cuero, y una remera también negra. Para la ocasión, había construido un primer personaje sobre lo que consideraba propicio para la velada que asistía, evocando experiencias pasadas en recitales de rock. Tranquilo, estás muy bien, me gusta tu campera . La respuesta de mi anfitrión fue alentadora.

Desde la casa se escuchaba música de bandas que conocía, dentro de géneros como metal industrial y gótico. Lo primero que noté al ingresar fue una mujer vestida con una remera de red, un gorro de cuero de corte militar, y una lapicera en mano. Ubicada detrás de una barra de madera, solicitó mi nombre para tacharlo de la lista de personas invitadas por les organizadores del evento , dentro de les cuales se encontraba Nicolás. En ese momento se produjo una de las preguntas que orienta las indagaciones de este escrito: ¿qué color querés? Junto a un cuaderno, se disponían membretes adhesivos con bordes coloreados -rojo, blanco y negro-, donde las personas escribían el nombre que deseaban emplear durante la noche. Tras consultar sobre su significado, surgió una catalogación que distinguía roles dentro de los eventos: rojo para identificar dominantes/dóminas , blanco para hacer lo mismo con sumisos/sumisas , y negro para demarcar tanto curiosos/curiosas como switches .2 2 El término curioso/curiosa era utilizado para designar personas que tenían poca experiencia, o que sentían atracción por las prácticas , pero aún no las habían experimentado. En ambos casos, se suponía que por el momento no se definían en roles de dominación o roles de sumisión . Por su parte, switch eran aquellas personas que sentían placer tanto en dominar como en ser dominadas , variando la posición desde diversos factores contextuales. En cuanto a los colores, en eventos organizados por otros grupos hubo variaciones, como el uso del azul para identificarse como curioso/curiosa o el verde para presentarse como switch , pero el principio de diferenciación entre colores y roles era el mismo.

Esta escena sucedió a comienzos de mi pesquisa doctoral en antropología, centrada en el estudio de formas de (re)producción de subjetividades y sujeciones en espacios de sociabilidad organizados y frecuentados por practicantes de BDSM en la ciudad de Córdoba. En tanto acrónimo conformado por tres pares de siglas, les propies practicantes referenciaron el conjunto de mayúsculas como prácticas consensuadas de bondage disciplina -ataduras realizadas con distintos elementos, aunque se prefería el uso de cuerdas de materiales orgánicos, como yute o algodón-; juegos de roles donde una persona ejercía la dominación sobre la sumisión voluntaria de otra persona; y vínculos de sadismo y masoquismo atravesados por experiencias donde ciertos dolores y humillaciones eran resemantizadas desde el placer. Recuperando a Michel Foucault (1997FOUCAULT, Michel. Sex, power, and the politics of identity. En: Ethics: subjectivity and truth. Estados Unidos, The New York Press, 1997 [1984], pp.163-173. [1984]), se trataría de procesos de erotización de relaciones estratégicas de poder, donde surgiría la posibilidad de dislocar o desterritorializar la genitalidad como aquella zona corporal hegemónicamente considerada erógena. En dichas transformaciones, se habilitaría el trazado de otras cartografías deseantes mediadas por la intervención prostética de diversas sustancias y objetos, donde este cuerpo expandido podría ser pensado como una gran superficie erótica ( Preciado, 2014PRECIADO, Paul. Testo yonqui. Sexo, drogas y biopolítica. Madrid, Paidós, 2014 [2008]. [2008]). Asimismo, estas formas de sociabilidad fueron descriptas por las personas con quienes realicé trabajo de campo como condimentos que saborizaban sus intercambios eróticos.

A partir de estos planteos introductorios, me propongo indagar en algunas relaciones entre la construcción de “guiones sexuales” ( Gagnon, (2004GAGNON, John. Scripts and the coordination of sexual conduct. En: An interpretation of desire. Essays in the study in sexuality. Estados Unidos, Chicago University Press, 2004 [1974]. pp.59-87. [1974]) y las interacciones de roles entre practicantes de BDSM, en eventos donde ocurría una primera división entre les participantes a partir de membretes adhesivos de bordes coloreados.3 3 En cuanto a las personas que asistían, los eventos congregaban a no más de sesenta practicantes de entre 20 y 60 años, que habitualmente concurrían en parejas o grupos de amigues, y no tanto así en solitario. La mayoría eran estudiantes de nivel superior y profesionales de camadas medias tanto del sector privado como público. Sobre las identidades sexo-afectivas de estas personas, gran parte de las mujeres decían haber tenido experiencias bisexuales, mientras que casi todos los varones se posicionaban desde relaciones heterosexuales. No obstante, en lugar de acentuar el valor de la genitalidad y consagrar la penetración como acto culminante, las prácticas BDSM exploraban otras aristas de la sexualidad, donde lo central era el deseo ( Califia, 2008 [1995-1979]). Pensando en la construcción de “espacios liminoides” ( Turner, 2015 [1982]), los eventos permitían una momentánea suspensión de los binomios varón/mujer y heterosexual/homosexual, centrando el placer en los intercambios eróticos mediados por ejercicios de dominación y sumisión Para ello, realicé una serie de entrevistas abiertas con practicantes , tanto concurrentes como organizadores de los encuentros nocturnos. Un aspecto fundamental de las entrevistas fue propiciar la producción de “espacios biográficos” ( Arfuch, 2002ARFUCH, Leonor. El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2002. ), dando lugar a que cada persona recuperara sus experiencias vividas en la narración de exploraciones eróticas. Utilizar la rama de un árbol como un juego , o conocer personas que estuviesen en la misma , formaban parte de esos recuerdos evocados. Por otro lado, también participé de los eventos de forma activa, bajo la premisa de Loïc Wacquant (2006WACQUANT, Loïc. Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2006 [2000]. [2000]) cuando señala la importancia de la “participación con observación” como una forma de deconstruir “el discurso moralista -que alimenta por igual la celebración y la difamación- que produce la ‘mirada lejana’ de un observador exterior situado por detrás o por encima del universo específico” (p. 24). Adentrarme en las prácticas me permitió analizar las posibilidades e imposibilidades de interacción entre las personas, barreras mediadas -en un primer momento- por los membretes que identificaban los roles de preferencia.4 4 En este mismo sentido, pienso en los aportes de Gustavo Blázquez (2020) cuando propone la construcción de “conocimientos excitados”, atentos tanto a los registros éticos del trabajo de campo como a los capitales eróticos que puedan entrar en juego en nuestros vínculos. Como un elemento fundamental, el autor propone que la participación debe ir acompañada por un saber y hacer-saber sobre nuestros objetivos de pesquisa, en una apuesta por la horizontalidad entre las personas con quienes entablamos vínculos en la investigación.

En cuanto al orden del texto, en primer lugar, construyo una breve crónica sobre la organización de encuentros entre practicantes de BDSM en la ciudad de Córdoba. Con base en las entrevistas, esta tentativa no busca elaborar un mapa exhaustivo sobre espacios y tiempos, sino trazar posibles coordenadas que sirvan como puntos de ubicación en constante movimiento. Luego, presento mi primera experiencia en un evento donde debía escoger un membrete que indicara un rol, así como mis temores ante la posibilidad de romper las reglas dispuestas por les organizadores. Después, recupero relatos evocados por practicantes donde surgieron narraciones de descubrimiento con relación al BDSM, las iniciaciones en sus prácticas y los guiones culturales que aparecían en sus recuerdos. A continuación, me adentro en algunas escenas ocurridas durante los eventos desde el trazado de sesiones ,5 5 Por sesión se entendía el recorte espaciotemporal donde dos o más personas acordaban -de forma consensuada- realizar determinadas prácticas . En tanto una performance socio-erótica, una sesión se dividía usualmente en tres etapas: un primer momento donde se definían las prácticas y los límites que serían tomados en cuenta; una segunda fase donde se daba la ejecución de las prácticas propiamente dichas; y el final del trayecto llamado after care , que implicaba caricias o cualquier otro tratamiento que ayudara a las personas a estabilizarse. En otras palabras, la sesión era un proceso donde debía generarse un ingreso y una salida, siempre desde el trazado de acuerdos compartidos. instancias que devinieron fundamentales para comprender las interacciones socio-eróticas entre les asistentes desde sus roles autopercibidos. Finalmente, propongo algunas palabras de cierre recuperando un elemento central que me indicaran mis interlocutores: la compleja danza entre poder y control .

Hacia un panorama local

Una de las preguntas que solía hacer en entrevistas giraba en torno a los primeros encuentros públicos entre practicantes de BDSM que recordaran para la ciudad de Córdoba. Todas las respuestas recalcaron la importancia de una etapa inicial de contactos virtuales, principalmente en Mazmorra -hoy conocida como Mazmo -, una red social creada en la ciudad de Buenos Aires durante el año 2005. Se trata de una página gratuita de foros de participación abierta y con la posibilidad de generar une usuarie, aunque estas opciones presentan diferencias en cuanto a la participación: sin ser usuarie se puede acceder a los foros, pero no se puede interactuar con otres usuaries en las distintas conversaciones. En estos foros pueden encontrarse temáticas que vinculan “personas afines al BDSM y la sexualidad libre”, como se aprecia en la presentación de la página.6 6 Para más información, ver: https://mazmo.net/ Algunos de los foros servían para buscar contactos eróticos, mientras otros reunían consejo sobre técnicas y precauciones de seguridad, o bien ofrecían materiales audiovisuales donde se representase contenido relacionado con estos mundos sociales. En años posteriores, la virtualidad dio paso a la organización de encuentros entre quienes ya formaban parte de los foros, atrayendo a personas de distintas provincias del país. En este sentido:

[…] la aparición de Internet y junto con ella la posibilidad de encontrar en el anonimato otras personas con los mismos intereses, deseos o curiosidades, fue clave tanto para la expansión de las prácticas e ideas sobre el BDSM, como para la conformación de, en principio, grupos de personas afines a tal universo ( Marcet, 2017MARCET, María Eugenia. Procesos de construcción de identidades en una comunidad BDSM en Buenos Aires. Boletín Onteaiken (24), Córdoba, CIECS-CONICET-UNC, 2017, pp.97-110. http://onteaiken.com.ar/ver/boletin24/onteaiken24-09.pdf
http://onteaiken.com.ar/ver/boletin24/on...
: 101).

En este pasaje de una virtualidad a encuentros presenciales, algunas personas se conocían con anterioridad por participar en los mencionados foros, y otras se fueron acercando por curiosidad o deseos de conocer otres practicantes . Aquelles con quienes conversé marcaron una temporalidad entre los años 2012 y 2013 como el periodo donde sucedieron las primeras reuniones cordobesas. Un entrevistado rememoraba la búsqueda de un establecimiento que les permitiera encontrarse, hasta que un bar céntrico les concedió su terraza durante una noche primaveral. Al tratarse de una actividad definida como social , y enmarcarse dentro de las normativas vigentes para locales comerciales, no se permitió la realización de prácticas . El objetivo central fue comenzar a trazar relaciones entre practicantes , compartir experiencias en sus trayectorias con el BDSM, y pensar en encuentros futuros donde pudieran concretarse sesiones .

Desde estos puntapiés iniciales, con el pasar de los años fueron organizándose diversos espacios de sociabilidad que presentaban características particulares. Por un lado, estaban los eventos , encuentros alojados en casas particulares o locales comerciales que cerraban sus puertas para les practicantes , organizados bajo una temporalidad aproximada de dos meses. Como mencionara, en los eventos se permitía la realización de prácticas y les participantes empleaban membretes adhesivos con bordes coloreados que indicaban el rol de su preferencia. En estos espacios también podían emplearse reglas protocolares , donde cada pareja o grupo disponía sus formas de interacción durante la velada. Esto se observaba en los tratamientos que les sumises dispensaban a les dominantes , los modos de dirigirse verbalmente unes a otres, o incluso las maneras de ocupar el espacio de acuerdo a los roles autopercibidos.7 7 Sobre el protocolo , la rigidez o laxitud en que era comprendido variaba entre les practicantes . Una división fundamental se daba desde el concepto de escuelas . Por un lado, se encontraba la vieja escuela , donde los roles eran considerados como un componente cuasi innato de la persona, y todo vínculo erótico era entendido como protocolar . Por otro lado, para la nueva escuela los roles eran aprendidos desde la experimentación, brindando la posibilidad de cambiar o fluctuar -como era el caso de les switches -, y el protocolo era un elemento empleado para construir una sesión . En otras palabras, había una importante diferencia entre ser un rol y estar en un rol.

Por otro lado, se encontraban las reuniones sociales hospedadas en bares de la ciudad donde se reservaba un sector y las puertas permanecían abiertas para un público general. Debido a estas características, no estaba permitido realizar prácticas ni regían los mismos protocolos diferenciadores de roles como en los eventos . El objetivo de estos encuentros era generar instancias de acercamiento para quienes no conocían a otres practicantes , o personas que estuviesen interesadas en comenzar a vincularse con el BDSM. Por ello, las reuniones sociales solían organizarse algunos viernes por la noche tras las rutinas laborales de quienes asistirían, o los sábados con anterioridad a los eventos . Como me contara una de las responsables de coordinar estos espacios, se trataba de crear un momento de encuentro alrededor de algo para comer, unas bebidas y un poco de conversación amena.

Finalmente, se ubicaban encuentros a los que llamé “pedagogizantes” destinados a la enseñanza de algunas técnicas, tanto para personas que no tuvieran conocimientos previos como para practicantes que asistían a otros espacios de sociabilidad. Durante los años 2016 y 2017 se organizaron talleres de bondage en un centro cultural de la ciudad, donde se promovía el aprendizaje de esta práctica desde un doble aspecto tanto erótico como artístico. Aquí también podían pensarse distintas presentaciones en discos o festivales eróticos, donde se montaban escenas de prácticas como spank -golpes brindados con la mano u otros instrumentos- y bondage , así como performances donde los personajes asumían posiciones jerárquicamente diferenciadas.8 8 Un hecho significativo fue la participación de practicantes en un stand durante la SexpoErótica desde el año 2014 hasta la actualidad. En dicho espacio se destinaron principalmente tareas de demostración de técnicas, pero también hubo charlas informativas, venta de juguetes para ser empleados en sesiones , y momentos donde se invitaba a personas del público a que probasen alguna de las acciones que allí transcurrían. Este gran evento es un festival multisensorial gestado en la ciudad en el año 2005, y que actualmente cuenta con diecisiete ediciones ininterrumpidas (salvo durante la pandemia). En tanto una combinación de mercado y festejo, el espacio “propone un encuentro celebratorio en torno a lo que, desde la organización del evento, llaman sexualidad, sensualidad y placeres ” (Ruíz, Bianciotti y Robledo Achaval, 2020:169), marcando un importante hito anual en el calendario nocturno de muches cordobeses. Entre los años 2016 y 2018 participé del stand en demostraciones de spank con otres practicantes y personas del público, en paseos de sumises asumiendo un rol de dominación , y en la entrega de folletos informativos para les asistentes. En estas instancias eran regulares las conversaciones con quienes se acercaban, informando sobre temáticas como los roles dentro de las sociabilidades BDSM, y la centralidad del consentimiento para el trazado de sesiones futuras.

Resulta importante señalar que con el transcurrir de los años, además, fueron formándose distintos grupos tras rupturas y alianzas entre practicantes , proceso que tuvo un freno a comienzos del 2020 con el advenimiento de la pandemia por COVID, y un resurgir de los encuentros hacia finales del año 2021 bajo los recaudos sanitarios pertinentes. De acuerdo a les propies participantes, cada uno de estos grupos presentaba matices particulares que los diferenciaba en cuanto al foco que hacían en sus propuestas. Por ejemplo, uno de los grupos supo hacer hincapié en las relaciones tipo femdom o de dominación femenina , organizando cenas protocolares donde les sumises servían los alimentos a las dóminas , y la asistencia se reservaba solo a mujeres dominantes y otras personas que prefiriesen roles de sumisión sin importar su género autopercibido. Este grupo también era considerado por otres como más fuerte en sus interacciones, lo que se traducía desde estas interpretaciones como una mayor intensidad en las prácticas . Otro grupo supo focalizar una parte de sus noches a montar escenas de suspensión , una técnica bondage que consistía en elevar con cuerdas a una persona sobre el nivel del suelo, a partir del trazado de distintas ataduras sobre el cuerpo.

El antropólogo curioso

Las narrativas de “descubrimiento” fueron centrales en los relatos de les practicantes con quienes conversé, procesos que implicaban ponerle nombre a un deseo que muchas veces consideraban anormal o prohibido . Comenzar a participar de encuentros entre personas que compartían intereses eróticos similares fue crucial, transitando caminos donde los golpes y las humillaciones eran resemantizadas. Como también surgiera en otras investigaciones consultadas, se trataba de transformar la perversión desde algo que se escondía hacia una práctica que constituía placeres cotidianos ( Zilli, 2018ZILLI, Bruno. A perversão domesticada: BDSM e o consentimento sexual. Rio de Janeiro, Papéis Selvagens, 2018. ; Gregori, 2016GREGORI, Maria Filomena. Prazeres perigosos: erotismo, gênero e limites da sexualidade. São Paulo, Companhia das Letras, 2016. ; Díaz Benítez, 2015DÍAZ BENÍTEZ, María Elvira. O espetáculo da humilhação, fissuras e limites da sexualidade. Mana, 21(1), Rio de Janeiro, PPGAS-UFRJ, 2015, pp.65-90. https://doi.org/10.1590/0104-93132015v21n1p065
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; Facchini y Rossetti Machado, 2013FACCHINI, Regina; ROSSETTI MACHADO, Sarah. Do sadomasoquismo erótico ao BDSM: discursos de legitimação, direitos sexuais e convenções sociais sobre gênero e sexualidade no contexto brasileiro pós-redemocratização. In: Seminário Internacional Fazendo Gênero 10, Florianópolis, Brasil, 2013. https://www.fg2013.wwc2017.eventos.dype.com.br/resources/anais/20/1386613543_ARQUIVO_ReginaFacchini.pdf
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). En este sentido, sería provechoso traer a colación mi propia experiencia con sociabilidades BDSM, categoría que desconocía con anterioridad a la entrevista que mantuve con Nicolás, y que devino en la invitación a mi primer evento .

A modo de requisito para asistir, mi interlocutor me indicó que debía leer las reglas del encuentro que serían publicadas en una página web que gestionaba el equipo organizador. Como me contara, la intención era desalentar que fuesen pajeros , palabra que designaba personas -supuestamente- no interesadas en aprender y cumplir con las normas. Asimismo, se esperaba que todes les concurrentes supieran que existía un código, y que de romperse alguno de los puntos podían correr sanciones, que iban desde un llamado de atención hasta la expulsión del evento y la prohibición futura de participar de otras veladas. Algunas de las reglas pregonaban por el respeto hacia el lugar y las personas presentes, así como el cuidado de los distintos objetos que estaban a disposición para las prácticas . Otras reglas apuntaban a excluir algunas acciones, como el consumo de estupefacientes, tomar fotografías durante el evento , o emplear materia fecal ( scat ) u orina ( lluvia dorada ) en las sesiones . Como parámetro general, se esperaba que toda interacción fuera coordinada desde el modelo seguro, sensato y consensuado o SSC . Con estas categorías se indicaba que todo acto debía ser seguro en cuanto al pleno conocimiento de las técnicas y las medidas de precaución tendientes a evitar lesiones; sensato en cuanto al trazado de límites y la capacidad de razonamiento de las personas involucradas para brindar respuestas concisas; y consensuado en cuanto al mutuo acuerdo para hacer o no hacer algo, conociendo todos los elementos (objetos, tiempos, espacios, intensidades) que formarían parte de una sesión .9 9 Durante el trabajo de campo, observé que las reglas fueron similares en todos los grupos que organizaban espacios de sociabilidad para practicantes de BDSM, aunque con algunas diferencias. Por un lado, algunas reglas eran compartidas, como el respeto por las personas presentes en los eventos , y la prohibición de hacer escenas que implicaran scat o lluvias doradas . Por otro lado, existía una regla que desalentaba las relaciones sexuales pero que se encontraba sujeta a lo que cada grupo entendiera por “sexo”, siendo principalmente interpretado como penetraciones. En este sentido, la rigidez de la regla podía variar según el local donde fuese organizado el evento: si era en una residencia privada, podía destinarse un cuarto con iluminación tenue y preservativos para que les asistentes mantuvieran relaciones coitales (o, al menos, para brindar esa posibilidad), pero en locales comerciales, donde se coordinaba la mayoría de los eventos , existían ordenanzas gubernamentales que prohibían performances sexuales. Para algunes entrevistades, este punto resultaba beneficioso para diferenciarse de eventos organizados en la ciudad de Buenos Aires, donde decían que había mucho sexo y poco BDSM . Un último punto sobre las reglas fue su arbitrariedad. Luego del primer encuentro al que asistí, la regla que prohibía las relaciones sexuales fue excluida de las normas -al menos para dicho grupo-, abriendo el espacio para que los participantes pudiesen incluir prácticas de penetración. De la misma forma, una de las reglas desalentaba las prácticas extremas e indicaba que debía consultarse a les organizadores si determinada interacción podía llevarse a cabo, aunque no se explicitaba de antemano qué era entendido por extremo .

Ahora bien, el hecho de encontrarme con un mundo reglado no resultaba una novedad si comprendemos que toda performance social tiene sus modos de normar y ordenar el accionar de las personas ( Schechner, 2000SCHECHNER, Richard. Performance. Teoría y prácticas interculturales . Buenos Aires, Libros del Rojas, 2000 [1988]. [1988]). El problema planteado en esta instancia fue la existencia de regulaciones explícitas, en las que se advertía que ante su infracción habría sanciones. La posible expulsión del evento despertó confusiones y miedos sobre cómo debía abordar el trabajo de campo, fundamentalmente con relación a los límites de mi participación mediada por la elección de un membrete coloreado que, al menos en primera instancia, marcaba una preferencia hacia un rol. En particular, una de las reglas del encuentro mencionaba que no se puede tener contacto con ningún sumiso sin permiso del dominante o la dómina del mismo , por lo que me preguntaba hasta dónde podía interactuar con les practicantes sin interferir en dicha norma. ¿Si saludaba a una persona que portaba un membrete de sumisión sin pedir permiso sería motivo suficiente pare generar descontentos? En otras palabras, desconocía las lógicas que mediaban los vínculos sociales entre roles de dominación y roles de sumisión , categorías que hasta ese momento no me eran del todo familiares. A este respecto, recordé el consejo de Rosana Guber cuando advierte que:

[…] el investigador parte de una ignorancia metodológica y se aproxima a la realidad que estudia para conocerla. Esto es: el investigador construye su conocimiento a partir de una supuesta y premeditada ignorancia. Cuanto más sepa que no sabe (o cuanto más ponga en cuestión sus certezas) más dispuesto estará a aprehender la realidad en términos que no sean los propios (2011:19).

Posicionarme como un sujeto que desconocía este universo social fue un primer paso para adentrarme en la pesquisa, aunque en este caso la “ignorancia” era más que un supuesto. Por ello, tras la pregunta ¿qué color querés? escogí un membrete de bordes negros para presentarme como curioso , debido a mi falta de experiencia en estas prácticas eróticas. Al mismo tiempo, entendí que aquel membrete me permitiría dar cuenta de un interés por aprender sobre las particularidades de estas relaciones, aunado a una curiosidad antropológica. Nicolás fue una maravillosa compañía en estos primeros pasos. Durante el evento me presentó otres practicantes para que pudiera conocer sus nombres -al menos el que figuraba en el membrete-, me enseñó distintos objetos y mobiliarios que formaban parte de la parafernalia del encuentro, y me mostró los usos de algunos de esos juguetes para que los probara.

Aquella noche me dispuse a observar las interacciones entre las personas, como la que aconteció entre uno de los organizadores del evento y otro de los asistentes. El primero lucía un membrete de bordes blancos en su antebrazo derecho, pues se identificaba como switch , y el segundo portaba un membrete de bordes rojos sobre su pectoral izquierdo. Por lo que sucedió luego de una breve charla que mantuvieron, comprendí que se había tratado de una solicitud de permiso por parte del primer varón para mantener una sesión compartida con la sumisa del segundo. Tras un sí que no pude escuchar pero que devino visible en las acciones, emplearon un antifaz de cuero para tapar los ojos de la muchacha. Posteriormente, con un deslizamiento lento desde el hombro hacia las manos, ambos varones elevaron los brazos de ella y los colocaron en una estructura similar a un trapecio: una barra de metal sostenida por cadenas a una viga del techo, en cuyos extremos se disponían dos muñequeras destinadas a inmovilizar las extremidades superiores. Quizás para incrementar la experiencia de sometimiento, el varón de membrete rojo tomó una cadena y la adosó al collar de cuero que portaba su sumisa . Con un movimiento rápido, el dominante enroscó la cadena sobre su mano y acortó la distancia en relación al cuello de ella. Acto seguido comenzó a darle spanks en las nalgas con la palma de la mano, mientras ella gemía, y el varón switch empleaba un flogger para spankear los brazos. Esta escena, entre otras que sucedieron durante el trabajo de campo, me ayudaron a pensar en los modos de interactuar entre les practicantes desde sus roles autopercibidos, marcados y diferenciados por los colores de sus membretes, así como en las formas de acercarse y construir acuerdos para sesionar en espacios destinados a sociabilidades bedesemeras .

Entre descubrimientos y aprendizajes

Inspirado en escenas como la descripta en el apartado anterior, comencé a preguntarme por cómo se construía una performance BDSM en estos eventos , así como indagar en los procesos que condujeron a algunes participantes a identificarse con un rol. Para el caso de Alberto, varón dominante de 56 años al momento de nuestra conversación, no fue un conocimiento que tuviera de antemano o que circulara de forma abierta. Antes de entrar en contacto con el acrónimo BDSM, interpretaba gran parte de sus experiencias eróticas desde un sentimiento de perversidad , algo negativo o que debía reprimir pues no se adecuaba a lo socialmente comprendido como “sexo bueno” (Rubin, 1984).10 10 Gayle Rubin nos advierte que las sociedades construyen jerarquías morales que diferencian algunas prácticas y vinculaciones eróticas como “buenas” o “malas”, de acuerdo a cambiantes parámetros históricos, legales, políticos, culturales, etc. No obstante, advierte que mayormente se comprende por una “buena” sexualidad aquella que se realiza en el seno de una pareja heterosexual, bajo los designios de la monogamia y en búsqueda de fines procreativos. Con variaciones, todo aquello que comience a alejarse del “círculo mágico” recae en el terreno de lo abyecto, operando diversas sanciones sobre las personas involucradas, así como la agitación de pánicos morales ante las “malvadas” sexualidades. En este caso, el BDSM erosiona muchos de esos parámetros al alejarse de una heterosexualidad obligatoria, al emplear objetos externos a la corporalidad cárnica, al descentrar lo genital de los contactos, al erotizar los diferenciales de poder… entre otras características. Recordando aventuras con una pareja en sus años de juventud, reconstruyó una escena donde ambes se encontraban jugando a orillas de un río en la zona serrana cordobesa. Entre caricias y besos, tomó una varilla de sauce y comenzó a golpear los glúteos de la muchacha, quien accedió al castigo mientras mordía su labio inferior y profería sonoros resoplidos. En sus propias palabras: “ a eso lo tengo como una primera imagen consciente de que el castigo o la dominación producían placer ” (Alberto, entrevista, 27/06/2016). Con la posibilidad de acceder a internet desde conexiones hogareñas durante los años noventa, comenzó a participar de foros virtuales e interiorizarse con estas formas de sociabilidad. En este punto remarcó aquella divergencia que separaba prácticas sexuales convencionales , focalizadas en contactos genitales destinados a penetrar y finalizar en una eyaculación, de otros encuentros que adicionaban una suerte de condimento a la vida erótica.

En un relato con elementos similares, las vivencias de Eliana, mujer switch de 25 años al momento de la entrevista, también incluyeron prácticas que catalogaba como por fuera de una supuesta convencionalidad. Como me dijera, gustaba que le dieran cachetadas o la insultasen mientras era penetrada, situación que muchas veces generaba vacilaciones a la hora de pedir a sus parejas que cumplieran con dichas acciones. Esos gustos eróticos le representaban una carga social , como llamara al sentimiento ante deseos sexuales que se alejaban de lo aprendido como “normal”. Antes de conocer las particularidades del BDSM, sus encuentros eróticos colisionaban con temores a que otras personas pensaran que estaba loca , o que sus pedidos fueran tildados como peligrosos dentro de un esquema sexual normativo. Estos imaginarios comenzaron a resquebrajarse cuando conoció a un varón dominante con quién construyó un vínculo de confianza, situación fundamental para gestar experiencias bedesemeras . Rememorando esos encuentros, entre risas recalcaba que “es como si me hubiese leído como un libro abierto” (Josefina, entrevista, 01/06/2016). Una y otra vez, retornaba con fuerza el descubrimiento como imagen discursiva en las entrevistas con practicantes .

Estos devenires se relacionaban con la eficacia performativa de las palabras y su potencial para (re)crear mundos sociales. Como señala Facundo Saxe (2015)SAXE, Facundo Nazareno. La noción de performatividad en el pensamiento de Judith Butler: queerness, precariedad y sus proyecciones. Estudios Avanzados (24), Santiago de Chile, Instituto de Estudios Avanzados-USACH, 2015, pp.1-14. https://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/ideas/article/view/2269
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, en un recuento de los aportes butlerianos sobre estas temáticas, el acto de nombrar produce efectos de reconocimiento e identificación.11 11 Como cara de una misma moneda, el autor advierte sobre los usos injuriantes del discurso, en tanto el insulto puede emplearse de modos subversivos o como apalanque de las relaciones de poder. Desde sus palabras, podemos comprender que “como somos seres que necesitan del lenguaje para existir, el lenguaje puede herirnos” ( Saxe, 2015: 8). A futuro, sería provechoso analizar los empleos locales de categorías como “perversión” o “locura” para nombrar prácticas eróticas que escapan de lo normalizado, sobre todo desde la naturalización de una concepción médico-política jerarquizada de la sexualidad. En este sentido, conocer sobre el BDSM como categoría resultó de gran importancia para que un grupo de personas pudiesen enunciar sus eroticidades, al tiempo que entablar contactos con otras personas que compartiesen similares sentires. Este universo discursivo particular posibilitó a mis interlocutores un doble movimiento: por un lado, nombrar algo que consideraban placentero en sus experiencias eróticas, y, por otro lado, explicar su disconformidad con una sexualidad a la que llamaban vainilla .12 12 Cuando se enunciaba el término vainilla se hacía como sinónimo a una sexualidad convencional , explicada como el guion ampliamente difundido de sexo oral, seguido de penetración, y terminando en una obligada eyaculación. También surgía como expresión metafórica en relación a una popular galleta argentina, cuyo sabor simbolizaba el aburrimiento de comer siempre lo mismo, siendo el BDSM un agregado de otros ingredientes que le otorgarían al sexo nuevos sabores. Este pasaje del sentimiento de vergüenza a nombrarse como practicantes resultó en una importante transformación subjetivante, donde muchos de los estigmas asociados a imaginarios negativos fueron combatidos desde el aprendizaje que supuso socializar a través de prácticas y roles diferenciados (Bezreh et al, 2012). Una frase recurrente que solían repetir les entrevistades era una vez que probás no hay vuelta atrás , afirmando que no podrían retornar a una sexualidad alejada del BDSM.

En vinculación con estos procesos discursivos, la curiosidad fue un potente impulsor que acompañó a estas personas en sus búsquedas por otras formas de construir placeres, donde las experiencias de descubrimiento fueron puntos bisagras en los relatos biográficos sobre sus caminos hacia nombrarse practicantes . Entendiéndolos como procesos en permanente reconfiguración, aquellos hallazgos conllevaron el trazado de guiones sexuales “novedosos” para personas que consideraban la asfixia, los golpes o los insultos como por fuera de una sexualidad “normal”. Sobre este parecer, John Gagnon (1974 [2004]) comprende los guiones como metáforas semejantes a un plano o proyecto arquitectónico, un blueprint -dirá el autor- que (des)hace una superficie gozosa multisensorial en constante reconfiguración. En sus palabras:

[el guion] es una unidad lo suficientemente grande como para comprender elementos simbólicos y no verbales en una secuencia de conducta organizada y limitada en el tiempo a través de la cual las personas prevén su comportamiento futuro y comprueban la calidad de la conducta en curso. Estos guiones nombran a los actores, describen sus cualidades, los motivos del comportamiento de los participantes y establecen la secuencia de actividades, tanto verbales como no verbales, que deben tener lugar para concluir con éxito el comportamiento y permitir la transición a nuevas actividades (Gagnon, 1974:61, traducción propia).13 13 Texto original: “[a script] is a unit large enough to comprehend symbolic and nonverbal elements in an organized and time-bound sequence of conduct through which persons both envisage future behavior and check on the quality of ongoing conduct. Such scripts name the actors, describe their qualities, indicate the motives for the behavior of the participants, and set the sequence of appropriate activities, both verbal and nonverbal, that should take place to conclude behavior successfully and allow transitions into new activities ”.

En este sentido, otra pregunta pivotal durante las entrevistas fue sobre los primeros recuerdos de imágenes que asociaran a prácticas BDSM, en particular relacionados a productos culturales.14 14 Desde la teoría de la guionización, comprendemos que la vida sexual no puede ser pensada en términos universales, como si se tratase de un imperativo expresado de igual forma en todo tiempo y lugar. Por el contrario, se trata de un entramado históricamente situado, donde las experiencias concretas sobre lo sexual, así como lo que las personas hacen (y no hacen) en el plano sexual, serán resultado de las particulares circunstancias de aprendizaje establecidas en cada grupo social. Estos procesos conllevan luchas de poder en la institución tanto de lo que será considerado “normal” como de lo que recaerá en el terreno de las “desviaciones”. Para el autor, un espacio privilegiado para el estudio de los guiones sexuales son los productos culturales gestados en las propias sociedades, como películas y libros, donde se establecerán modelos “buenos” y “malos” a seguir. Para ello, propone una visión dinámica compuesta por tres niveles: por un lado, el nivel intrapsíquico, entendido como la reapropiación de esquemas mentales que las personas emplean como guías para la acción presente y la planificación a futuro; por otro lado, el nivel interpersonal, donde entran en juego las interacciones entre las personas, basándose en pautas de comportamiento que estructuran los encuentros; y finalmente, el escenario cultural en que actúan los distintos parámetros legales, morales, políticos, económicos, etc. Indagar en una interrelación profunda de estos niveles podría ofrecer valiosos aportes para el estudio del BDSM local, tarea pendiente para futuros escritos. Las respuestas ofrecieron un amplio abanico de películas -aunque también libros, cómics, videoclips y series televisivas-, que podían agruparse en dos conjuntos diferenciados. En el primero de los casos, se trataba de escenas pornográficas donde una persona era sometida de variadas formas por otra persona, secuencias que luego pudieron decodificar como una performance de roles de dominación y roles de sumisión . En las propias narraciones, la contemplación de estas escenas iba acompañada por una sensación de extrañeza frente a lo desconocido, que a su vez despertaba deseos eróticos -a los que llamaban morbos - sobre lo que sucedía en pantalla. Sin embargo, la evocación de estas imágenes aparejaba como problema una cualidad efímera en sus recuerdos, puesto que les entrevistades borraban los historiales de búsqueda en internet (o ingresaban desde una ventana de incógnito), y no retenían los nombres particulares de las películas. Asimismo, también supieron advertirme sobre escenas que calificaban como pornografía extrema , describiéndolas como producciones fílmicas donde el foco se daba en mostrar las prácticas propiamente dichas, quedando por fuera la demarcación previa de límites y el after care que buscara estabilizar a les participantes. Estas ausencias investían un problema, pues podían generar un imaginario considerado erróneo, donde lo importante parecía ser dominar a otra persona sin que fueran evidentes los acuerdos consensuados, ni las instancias de entrada y salida de una sesión . En particular, esto podía tener el efecto de borronear los difusos contornos entre un acto de sometimiento involuntario, y la representación erotizada de un acto similar, ignorando el trabajo de montaje y edición que conllevan las películas.15 15 Podemos pensar estas escenas desde las indagaciones de María Elvira Díaz Benítez (2015) sobre “pornografía de humillación”, donde aborda los límites de la performance como una “fisura” que juega desde la construcción de una realidad espectacularizada. Para la autora, quienes consumen estas imágenes saben que se trata de una actuación, pero exigen que la misma parezca real, demandando que las emociones (como el miedo o el asco) puedan verse en los cuerpos de quienes componen una escena particular. Como señala la autora, la “fisura” se produciría en un instante clave donde realidad y ficción se anudan de manera estrecha, donde -por veces- puede tornarse indistinguible la distinción entre abuso y consentimiento. En sus palabras: “La fisura es la evidencia de que la práctica ultrapasó la expectativa de dolor, es una pequeña escisión donde el acto (o representación del acto) se torna violencia, aunque luego la fisura se rehaga por medio de la sociabilidad que envuelve la dinámica de este grupo de sets de filmación” ( Díaz Benítez, 2015: 78-79, traducción propia). Si bien la propia “fisura” acontece en un ambiente controlado, eso puede resultar evidente para quienes constituyen un equipo de grabación, pero no necesariamente comprendido por quienes consumen la escena final.

El segundo grupo de películas aludido por mis interlocutores referenciaba largometrajes “comerciales” donde aparecían relaciones interpretadas como BDSM, o que expresamente empleaban el acrónimo. Dentro de las menciones recurrentes, consideraban que algunas películas presentaban vínculos acordes a los modos en que transitaban sus propias vivencias, como fuera el caso de La secretaria (2002). Este filme constituiría un “buen guion” sobre BDSM al incluir amor y respeto como elementos presentes entre les personajes, pero también dejaba una puerta abierta a pensar que existía una ligazón entre la sumisión de la muchacha y sus prácticas de autoflagelación. Otras producciones, como 50 sombras de Grey (2015), eran tildadas de “malos guiones” puesto que la dominación estaría basada en parámetros económicos abusivos, aunque reconocían el interés que había despertado en muchas personas por conocer más sobre BDSM. Estas aparentes contradicciones me sirvieron para pensar en el carácter contextual de los guiones sexuales que propone John Gagnon (1974 [2004]), donde lo “bueno” o “malo” distaba de ser un punto inamovible. Embebidos en valores y parámetros morales de lectura, los guiones fluctúan entre diversas interpretaciones, no siendo guías estáticas para la acción.

Entrar en conocimiento con el acrónimo BDSM, con las prácticas y modos de sociabilidad que se vinculaban con dicha categoría, permitió a mis interlocutores comenzar un proceso situado de autoadscripción a un rol específico. No obstante, esto no implicaba que los recorridos fueran caminos unidireccionales, puesto que los roles podían variar, en tanto la experimentación era una parte importante en las narraciones de descubrimiento. Tampoco significaba que no hubiese recuerdos de dominación y sumisión con anterioridad al hallazgo lexical. Más bien, lo central fue construir un mundo social desde palabras que clasificaban y calificaban el accionar de un conjunto de personas, brindando un marco de referencia que separaba lo prohibido de un estilo de vida . Esta separación también producía un quiebre entre una sexualidad comprendida como convencional , y los condimentos que excitaban la vida erótica. Entonces, ahora me pregunto por las formas de interacción entre practicantes en eventos a partir de sus roles marcados por membretes de colores diferenciados.

Los colores del evento

A la pregunta “¿Qué significan las palabras ‘rojo’, ‘azul’, ‘negro’, ‘blanco’?”, podemos, desde luego, señalar cosas que tienen estos colores -¡pero nuestra capacidad para explicar los significados de estas palabras no va más allá! Por lo demás, no tenemos idea en absoluto de su uso, o una idea muy tosca y hasta cierto punto falsa.

(Ludwig Wittgenstein, Observaciones sobre los colores ).

La participación en los eventos se daba por medio de invitaciones de otres practicantes hacia quienes deseaban asistir, para garantizar -por así decirlo- un cierto conocimiento de las personas sobre las formas de sociabilidad planteadas desde vínculos BDSM. Los contactos se daban a través de aplicaciones de mensajería o redes sociales gestionadas por el grupo organizador, donde también se compartían las reglas de los eventos . Cada persona debía aceptar de forma expresa dichas normativas, para luego recibir la dirección donde se realizaría el encuentro. También se anoticiaba sobre la temática planteada para el evento , una suerte de hilo conductor que proponía actividades o estéticas particulares. Por ejemplo, en una noche llamada Primal algunes sumises asumieron un rol de presas mientras otras personas oficiaban de cazadoras , y en otra velada nombrada Masquerade Ball se solicitó que todes portaran distintos tipos de máscaras o antifaces como parte de sus atuendos.

Con las asistencias confirmadas, se confeccionaba una lista en la que iban tachándose los nombres -propios o de fantasía- de las personas mientras llegaban. Luego, escogían un membrete con los colores que representaban su rol autopercibido en estos espacios donde se permitía realizar sesiones , a diferencia de las reuniones sociales . Esta separación devenía beneficiosa para tener una primera información sobre las personas y los roles que deseaban asumir, una forma de comunicación no verbal que anticipaba las (im)posibilidades de interacción. La adscripción a un rol, mediado por un diacrítico material que presentaba un esquema de colores tripartito, podía actuar como un primer impedimento frente a los deseos de sesionar con otre asistente. Esto implicaba que, al menos en un comienzo, no podía solicitarse a una persona que lucía un membrete de bordes rojos que asumiera una posición de sumisión , puesto que mediante el membrete indicaba que construía placer desde la dominación . El respeto por los roles formaba parte de las reglas de los encuentros, un conjunto de normas cuya fuerza performativa residiría en el acto de nombrar ( Bourdieu, 2000BOURDIEU, Pierre. Elementos para una sociología del campo jurídico. En: BOURDIEU, Pierre; TEUBNER, Gunther (ed.). La fuerza del derecho. Bogotá, Siglo del Hombre Editores, 2000 [1987], pp.153-220. [1987]). Por ello, además de ser enviadas antes del evento , las reglas eran recordadas en voz alta por les organizadores cuando había ingresado la mayoría de las personas previamente confirmadas.

Vinculado al ejercicio normativo, la organización de los encuentros contaba con personas que asumían una posición de moderadoras , demarcadas por una banda elástico brillante en el brazo. Su función se basaba en controlar que el transcurrir de las sesiones se diera dentro de los parámetros indicados, además de actuar ante posibles conflictos entre practicantes . Esto implicaba que cualquier infracción podía ser meritoria de una intervención por parte de les moderadores , como participar de una sesión sin ser invitade con anterioridad o realizar acciones sin el previo acuerdo de todas las personas involucradas. En algunos casos se efectuaba un llamado de atención para corregir el transcurso de las prácticas , o bien solicitar la finalización de la sesión . El entramado de reglas se encontraba acompasado con el seguimiento de un esquema donde el consentimiento debía ser la piedra angular que separaba -en una delgada y frágil línea- prácticas BDSM de otras catalogadas como abuso ( Zilli, 2018ZILLI, Bruno. A perversão domesticada: BDSM e o consentimento sexual. Rio de Janeiro, Papéis Selvagens, 2018. ; Bauer, 2014BAUER, Robin. Queer BDSM intimacies. Critical consent and pushing boundaries. Londres, Palgrave Macmillan, 2014. ; Jozifkova, 2013JOZIFKOVA, Eva. Consensual sadomasochistic sex (BDSM): the roots, the risks, and the distinctions between BDSM and violence. Current Psychiatry Reports , 15(9). Suiza, Springer, 2013. https://doi.org/10.1007/s11920-013-0392-1
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; Newmahr, 2011NEWMAHR, Staci. Playing on the edge. Sadomasochism, risk and intimacy. Estados Unidos, Indiana University Press, 2011. ; Henkin y Holiday, 2003HENKIN, William; HOLIDAY, Sybil. Consensual sadomasochism. How to talk about it and how to do it safely?. Los Ángeles, Daedalus Publishing, 2003. ). Por ello, al momento de trazar una sesión , se esperaba que las personas pautasen de antemano el conjunto de prácticas que estarían incluidas, así como cuáles podrían negociarse en el transcurso del intercambio erótico, y cuáles quedarían excluidas desde un comienzo.16 16 Sobre esta característica de fragilidad, recupero los aportes de Geneviève Fraisse (2011 [2007]) cuando señala que todo acto de consentimiento resulta de un accionar íntimo, pero nunca solitario, puesto que implica un movimiento entre una persona que propone y otra que responde. El problema radica en que el consentimiento puede obtenerse mediante la coerción, haciendo uso de las propias posiciones jerárquicas en que se encuentran las personas. A este respecto, Camila Fernandes et al. (2020) apuntan una crítica al ideal de sujeto autónomo y racional pensado desde el campo jurídico, así como a las concepciones sobre el consentimiento que manan de esta esfera, debido a la imposibilidad de someter toda experiencia a una sola forma de comprender un fenómeno. Por ello, proponen trabajar desde las “porosidades” del consentimiento en tanto un conjunto de relaciones sociales que no deben darse por sentadas, sino que compelen a pensar en procesos de permanente negociación, sopesando las (im)posibilidades concretas de aceptar o rechazar una propuesta. Este diálogo podía variar dependiendo del grado de familiaridad que las personas tuviesen entre ellas, así como de las posibilidades del propio lugar.

Entonces, ¿cómo interactuaban los colores durante los eventos ? Para abordar esta pregunta, recupero una escena transcurrida en un encuentro organizado en una casona cultural de la ciudad. En un momento de la noche, mientras me encontraba en una sala ambientada con velas y destinada a prácticas de spank , ingresó una pareja que conocía con anterioridad. Se trataba de una dómina y su compañero sumiso , quienes portaban sus respectivos membretes en partes visibles de sus cuerpos. Además de esas marcas, el desplazamiento por el lugar brindaba pistas sobre sus roles: caminaban unides por una cadena que conectaba un collar del sumiso con una muñequera en posesión de la dómina . El recorrido desde la puerta hacia el centro de la sala se dio precedido por quien ejercía el rol de dominación , seguida detrás por quien se encontraba en rol de sumisión , donde la cadena servía como un elemento guía que marcaba tanto el camino como la dirección a seguir. El lugar elegido para sesionar fue un potro , un caballete de madera con bases acolchonadas, donde una persona se arrodillaba y apoyaba el pecho, dejando las nalgas libres para los chirlos .

La secuencia de spanks no se dio de forma desordenada. Más bien, cada uno de los golpes fue tramando una coreografía, donde la mano y otros juguetes marcaban distintos ritmos e intensidades en el transcurrir de la sesión . Primero comenzaron con spanks separados por intervalos de unos pocos segundos, para luego ir incrementando paulatinamente la potencia y frecuencia de los mismos. También fueron variando las zonas corporales implicadas, recibiendo la mayoría de los golpes en nalgas, muslos y omóplatos. Esta segmentación respetaba la construcción de un cuerpo spankeable , que desarmaba y rearmaba dicha corporalidad desde las especificidades de una determinada práctica ( Weiss, 2012WEISS, Margot. Techniques of pleasure: BDSM and the circuits of sexuality. Carolina del Norte, Duke Press University, 2012. ). Bajo estas coordenadas, las áreas antes mencionadas eran consideradas verdes , pudiendo ser receptáculo de mayor intensidad, en comparación a zonas amarillas -como extremidades y pectorales- y zonas rojas -como articulaciones, genitales o cabeza-; aunque esta división podía variar dependiendo de cada persona y el conocimiento que tuvieran sobre sus propios límites . Asimismo, la sesión incluyó el contacto permanente entre la pareja, como mantener una mano en la nuca del sumiso o acariciar luego de una seguidilla de golpes en una misma área.

Pasados unos treinta minutos, la dómina convocó a dos personas para que se unieran en la sesión , siendo yo una de esas personas.17 17 A lo largo del trabajo de campo comencé a participar de sesiones como spanker , persona en rol de dominación en prácticas de golpes, en lo que suele llamarse dominación física . No obstante, continué empleando un membrete de curioso ante el temor de ubicarme en otra categoría, hasta que en una reunión social fui interpelado a cambiar de color. En una ronda de presentaciones, conté algunos datos sobre mi persona y mencioné que participaba en los encuentros como curioso , a lo que otra de las practicantes respondió: “dejate de joder y elegí spanker, si todos sabemos que te gusta”. Cuando acudimos a su llamado, nos solicitó que ambas participáramos de la escena spankeando al sumiso , mientras ella acariciaba la espalda de su compañero. Como planteaban las reglas del encuentro, no se podía ingresar en una sesión que ya hubiese comenzado sin el previo consentimiento de las personas involucradas. En el seguimiento de esta norma, preguntamos si la pareja estaba de acuerdo en incluirnos, esperando una respuesta afirmativa antes de preparar nuestras manos para los golpes. La dómina consultó al sumiso si deseaba permitir que nosotres nos uniésemos en la coreografía de spanks , y el muchacho profirió un sonoro sí a voz alta. Luego de construir un contrato verbal de consentimiento , accedimos a la invitación y cada une concentró su atención en una de las nalgas.

En este breve ejemplo, se dibujó lo que un interlocutor narrara como uno de los ejes centrales de las interacciones entre les practicantes . Franco, varón dominante de 42 años al momento de la entrevista, explicaba que el consentimiento debía ser entendido desde la interrelación de dos conceptos: control y poder . El primero de los términos aludía a aquello que la parte dominante tomaba para sí y que la parte sumisa entregaba, un momento donde se brindaba la voluntad de ser sometide. El ejercicio de control conllevaba que una persona accedía a obedecer las órdenes de otra persona, como fue el caso de la escena narrada donde el joven sumiso fue llevado y spankeado por su pareja. Por su parte, y como cara de una misma moneda, la noción de poder referenciada por Franco implicaba un vaivén dialéctico donde ambas partes se pensaban de manera recíproca. Como dijera: “el sumiso en la relación, o en el momento de interactuar, es el ser más poderoso de los dos, es quien tiene el poder y cede el control” (Franco, entrevista, 26/01/2016). La pregunta de la dómina hacia su sumiso por permitir o denegar la participación de otras personas, podía ser leída como el respeto por la relación y la sesión . Al mismo tiempo, mostraba que no se trató de una orden impuesta, sino que implicó el diálogo en una danza entre control y poder .

Estas interacciones conllevaban para Franco responsabilidades en ambas partes, un compromiso donde el consentimiento debía ser respetado a rajatabla. No obstante, el seguimiento de las reglas que cada pareja o grupo construyera para sus interacciones no implicaba delimitar dichos parámetros de relacionamiento en una instancia solitaria y definitiva. A este respecto, retomo la propuesta de Robin Bauer (2014)BAUER, Robin. Queer BDSM intimacies. Critical consent and pushing boundaries. Londres, Palgrave Macmillan, 2014. de pensar en un “ working consent ”, donde señala la existencia de un carácter continuo en los procesos de hacer, deshacer y reorganizar los acuerdos entre practicantes . Para la autora, este aspecto transitorio brinda una cualidad contextual que permite definir límites en distintos momentos del encuentro. La entrega del control de forma voluntaria suponía negociar prácticas permitidas y vedar otras, un elemento producido desde el propio vínculo que formaba parte de las (im)posibilidades en una sesión . Por ejemplo, en la escena antes relatada, el sumiso nos solicitó que no le hiciésemos cosquillas, puesto que se trataba de algo que consideraba por fuera de su agrado. Cabe señalar que los límites, a la vez que son construidos desde el consentimiento , también pueden moverse bajo el mismo tratamiento. Como explica Serge Latouche (2014LATOUCHE, Serge. Límite. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2014 [2012]. [2012]), el problema de los límites consiste en que se encuentran signados por una irreductible arbitrariedad. Esto implicaba que las fronteras entre lo permitido y lo prohibido no eran del todo rígidas, pudiendo moverse según los designios de las personas. De manera similar, resultaba que para Franco:

Los límites vos los rompés conociendo a la otra persona, porque ya entrás en un plano de confianza tan grande que vos te das cuenta si el que está siendo sometido puede más. Y si no, probás de exigirle, pero hasta cierto punto. Ese límite en el sumiso o sumisa también es tu límite (Franco, entrevista, 26/01/2016).

En el caso de la dómina y su sumiso , al tratarse de una pareja que convivía y mantenía una relación BDSM en la cotidianeidad, conocían gran parte de las cosas que les producían placer y hasta dónde podían expandir sus límites . El tensionar este último punto formaba parte de la experimentación, donde algunas prácticas constituían límites duros que no podían pasarse -pues generaban displacer-, como fue el pedido de no provocar cosquillas. Asimismo, los límites blandos eran aquellos que podían moverse dentro de determinados momentos, o en situaciones particulares donde probar también generaba ciertos morbos . Las relaciones bedesemeras no estaban libradas a una azarosa disposición, sino que el diálogo constante y el autoconocimiento -así como conocer los deseos de otres- se hacían presentes.

Consideraciones finales

Desde la perspectiva del intercambio de dones desarrollada por Marcel Mauss (2012MAUSS, Marcel. Ensayo sobre el don. Forma y función del intercambio en las sociedades arcaicas. Madrid, Katz Editores, 2012 [1924]. [1924]), las interacciones entre los colores del evento implicaban un constante dar, recibir y retribuir placer. Aquellas personas que se ubicaban en posiciones de sumisión hacían dádiva del control de sus acciones, mientras que les practicantes que disfrutaban de la dominación devenían en receptáculos del preciado bien. Como dijera Catalina, mujer sumisa de 30 años al momento de la entrevista, entre ambas partes se construía un contrato donde resultaba imprescindible la reciprocidad. En el caso de que una persona no estuviese de acuerdo en hacer algo, o fuese forzada por fuera del montaje de papeles en una sesión , comenzaban a surgir ruidos que entorpecían la comunicación. En esas situaciones podía ingresarse en terreno de abusos, una problemática mencionada en varias ocasiones en entrevistas y conversaciones casuales. Como una salvaguarda, la tríada seguro, sensato y consensuado se esgrimía como el parámetro desde el cual se contemplaba si una sesión podía continuar, o si debía detenerse.

Sobre estos puntos, el intercambio planteaba dos cuestiones fundamentales para el análisis de las interacciones entre practicantes durante los eventos . El primero implicaba que la autopercepción de un rol se vinculaba de manera estrecha con procesos de construcción intersubjetiva mediados por descubrimientos y aprendizajes. En esos caminos surgían “guiones” que eran considerados contextualmente buenos o malos para seguir, dependiendo de los modos en que cada persona interpretaba las sociabilidades BDSM. Asimismo, la curiosidad jugó un papel primordial en las narraciones de mis entrevistades, llevándoles a búsquedas que resultaron en el encuentro con formas de nombrar sus deseos eróticos, que otrora consideraran como cosas raras . En este pasaje, se abría un abanico de categorías que comenzaban a formar parte de un vocabulario cotidiano, conociendo también otras personas con gustos eróticos similares con quienes intercambiar recomendaciones de diversos productos culturales -películas, libros, cómics- relacionados a los mundos bedesemeros .

En estas construcciones performativas de los “guiones” aparecían citados ciertos elementos diferenciadores. Por ejemplo, en cuanto a la dominación , Franco consideraba que una imagen ampliamente difundida era una persona con vestimenta formal, una mirada fuerte y un porte erguido, que fuese de mayor edad que la persona en posición de sumisión , y con un mejor pasar socioeconómico. En tanto diacrítico, podían portar un bolso o maletín con sus juguetes siempre preparados para ser usados en una sesión . Anexado a ello, una imagen recurrente sobre la sumisión era una persona frágil y dependiente de la contrapartida dominante , cuyos movimientos esperaban de órdenes para cumplir. Este estricto esquema binario fue llamado por Catalina como una visión romántica del BDSM , sustentada por practicantes que consideraban el placer de la persona dominante como el único objetivo de la persona sumisa .18 18 Estas imágenes ameritan al menos dos consideraciones. Por un lado, si bien narradas como estereotipos, podían ser acopiadas en tanto recursos para la construcción de escenas, como sucedía en algunas presentaciones públicas, donde uno de los varones dominantes vestía un traje formal y una máscara veneciana. Debido a su atuendo y su corporalidad tonificada, entre el público se lo apodaba el christian gray cordobés , en alusión al personaje de 50 sombras de Gray , lo que atraía a muchas personas. Por otro lado, la visión romántica del BDSM conllevaba el peligro de cristalizar los roles patriarcales de la mujer pasiva y el hombre activo, donde el potencial disruptivo de los “guiones” bedesemeros , capaces de construir una sexualidad que erotiza las jerarquías de poder, resultaba opacado por la reproducción acrítica de guiones heteronormativos. Como indicara Catalina, muchas personas empleaban este esquema como una excusa para sustentar vínculos abusivos, donde primaba la violencia y no así el trazado de acuerdos consensuados. Esta polaridad era combatida desde la propuesta de voluntariedad en la entrega del control y el ejercicio del poder por parte de quien se encontraba en un rol de sumisión . Al mismo tiempo, como apuntara Eliana, parte de sus descubrimientos consistieron en comprender que no se trataba de roles antagónicos, sino de una posibilidad por fluctuar entre posiciones. La propia experimentación devenía en una potente herramienta para la construcción de “conocimientos corporizados” ( Turley, 2016TURLEY, Emma. “Like nothing I’ve ever felt before”: understanding consensual BDSM as embodied experience. Psychology & Sexuality , 7(2), Reino Unido, Routledge, 2016, pp.149-162. https://doi.org/10.1080/19419899.2015.1135181
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), donde los roles no eran marcadores sociales permanentes de una persona. Como metáfora, los membretes podían caer durante una excitante sesión , o podían olvidarse en otra habitación, o bien podían cambiar los colores de sus bordes con el pasar de los encuentros.

Este punto me lleva al respeto por los roles autopercibidos de las personas como segundo elemento fundamental de las interacciones durante los eventos . Como principio orientador, este respeto se relacionaba con las (im)posibilidades de sesionar , puesto que no se trataba de que cualquier persona con un membrete de bordes rojos ordenase y sometiese a cualquier persona con membrete de bordes blancos o negros. Las sesiones eran un “serio entretenimiento” ( Newmahr, 2010NEWMAHR, Staci. Rethinking kink: sadomasochism as serious leisure. Qualitative Sociology (33), Springer, 2010, pp.313-331. https://doi.org/10.1007/s11133-010-9158-9
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) trazado desde factores como la confianza mutua, el saber sobre los gustos eróticos de la otra persona, o experiencias pasadas que les involucraban. Como fuera en la escena de la dómina y su sumiso , la familiaridad facilitaba una lectura corporal para aumentar o aminorar la intensidad de una práctica: los cambios en la respiración, la repentina curvatura de la columna, o apretar los puños podían ser señales a tomar en cuenta. En otras oportunidades, cuando las personas no se conocían tanto entre sí, resultaban importantes las conversaciones previas, momento donde eran evocados los límites que debían ser cumplidos durante una sesión . Aquí también se involucraba el trabajo de les moderadores , quienes podían aconsejar sobre el uso de los instrumentos, sobre las medidas de seguridad tendientes a evitar lesiones en las prácticas , o para evacuar cualquier duda.

Finalmente, destaco que las interacciones entre practicantes no eran senderos de mano única, ya que “El dominante tiene que estar dando permanentemente. El dominante pide ofreciendo. Un dominante no puede pedir porque sí, siempre tiene que ofrecer, porque la otra persona pide satisfacción, pide estar bien, pide sentirse contenida” (Franco, entrevista, 26/01/2016). El contrato maussiano de dones y contradones debía circular de manera constante, en un espiral donde los intercambios consensuados tornaban un golpe displacentero en un gozoso spank . El control , al igual que el collar en tanto diacrítico que indicaba sumisión , era otorgado y recibido bajo mutuos acuerdos.

Referencias bibliográficas

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  • 1
    Como pautas de lectura, en el escrito utilizo cursivas para denotar categorías o expresiones de “experiencia cercana” ( Geertz, 1994GEERTZ, Clifford. Desde el punto de vista del nativo. Sobre la naturaleza del conocimiento antropológico. En: Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas. España, Paidós, 1994 [1983], pp.73-89. [1983]), nociones empleadas dentro de determinados grupos sociales que comparten un conjunto de significaciones contextuales que posibilitan el entendimiento de las mismas. De esa forma, las cursivas diferenciarán -por ejemplo- la categoría evento , un espacio de encuentro organizado y frecuentado por las personas con quienes realicé trabajo de campo, de “evento” como una reunión genérica. Por su parte, los nombres de las personas fueron cambiados para cumplir con una ética del anonimato, sin diferenciar entre sus nombres legales y aquellos empleados durante los encuentros sucedidos en el trabajo de campo. Finalmente, sobre el uso de marcadores de género, opto por indicar las categorías de autoadscripción de las personas cuando recupere experiencias individuales, pero cuando refiera a grupos heterogéneos empleo una escritura no binaria que pueda dar cuenta de la diversidad de identidades sexo-genéricas.
  • 2
    El término curioso/curiosa era utilizado para designar personas que tenían poca experiencia, o que sentían atracción por las prácticas , pero aún no las habían experimentado. En ambos casos, se suponía que por el momento no se definían en roles de dominación o roles de sumisión . Por su parte, switch eran aquellas personas que sentían placer tanto en dominar como en ser dominadas , variando la posición desde diversos factores contextuales. En cuanto a los colores, en eventos organizados por otros grupos hubo variaciones, como el uso del azul para identificarse como curioso/curiosa o el verde para presentarse como switch , pero el principio de diferenciación entre colores y roles era el mismo.
  • 3
    En cuanto a las personas que asistían, los eventos congregaban a no más de sesenta practicantes de entre 20 y 60 años, que habitualmente concurrían en parejas o grupos de amigues, y no tanto así en solitario. La mayoría eran estudiantes de nivel superior y profesionales de camadas medias tanto del sector privado como público. Sobre las identidades sexo-afectivas de estas personas, gran parte de las mujeres decían haber tenido experiencias bisexuales, mientras que casi todos los varones se posicionaban desde relaciones heterosexuales. No obstante, en lugar de acentuar el valor de la genitalidad y consagrar la penetración como acto culminante, las prácticas BDSM exploraban otras aristas de la sexualidad, donde lo central era el deseo ( Califia, 2008CALIFIA, Patrick. Un lado oscuro de la sexualidad lésbica. En: WEINBERG, Thomas (comp.). BDSM: estudios sobre la dominación y la sumisión. Barcelona, Bellaterra, 2008 [1995-1979], pp.141-151. [1995-1979]). Pensando en la construcción de “espacios liminoides” ( Turner, 2015TURNER, Victor. Do ritual ao teatro. A seriedade humana de brincar. Brasil, Universidade Federal do Rio de Janeiro, 2015 [1982]. [1982]), los eventos permitían una momentánea suspensión de los binomios varón/mujer y heterosexual/homosexual, centrando el placer en los intercambios eróticos mediados por ejercicios de dominación y sumisión
  • 4
    En este mismo sentido, pienso en los aportes de Gustavo Blázquez (2020)BLÁZQUEZ, Gustavo. Metodologías horizontales y conocimientos excitados. Algunas reflexiones sobre placeres eróticos en la etnografía. En: CORNEJO, Inés; RUFER, Mario (comp.). Horizontalidad: hacia una crítica de la metodología. México, CALAS, 2020, pp.251-276. cuando propone la construcción de “conocimientos excitados”, atentos tanto a los registros éticos del trabajo de campo como a los capitales eróticos que puedan entrar en juego en nuestros vínculos. Como un elemento fundamental, el autor propone que la participación debe ir acompañada por un saber y hacer-saber sobre nuestros objetivos de pesquisa, en una apuesta por la horizontalidad entre las personas con quienes entablamos vínculos en la investigación.
  • 5
    Por sesión se entendía el recorte espaciotemporal donde dos o más personas acordaban -de forma consensuada- realizar determinadas prácticas . En tanto una performance socio-erótica, una sesión se dividía usualmente en tres etapas: un primer momento donde se definían las prácticas y los límites que serían tomados en cuenta; una segunda fase donde se daba la ejecución de las prácticas propiamente dichas; y el final del trayecto llamado after care , que implicaba caricias o cualquier otro tratamiento que ayudara a las personas a estabilizarse. En otras palabras, la sesión era un proceso donde debía generarse un ingreso y una salida, siempre desde el trazado de acuerdos compartidos.
  • 6
    Para más información, ver: https://mazmo.net/
  • 7
    Sobre el protocolo , la rigidez o laxitud en que era comprendido variaba entre les practicantes . Una división fundamental se daba desde el concepto de escuelas . Por un lado, se encontraba la vieja escuela , donde los roles eran considerados como un componente cuasi innato de la persona, y todo vínculo erótico era entendido como protocolar . Por otro lado, para la nueva escuela los roles eran aprendidos desde la experimentación, brindando la posibilidad de cambiar o fluctuar -como era el caso de les switches -, y el protocolo era un elemento empleado para construir una sesión . En otras palabras, había una importante diferencia entre ser un rol y estar en un rol.
  • 8
    Un hecho significativo fue la participación de practicantes en un stand durante la SexpoErótica desde el año 2014 hasta la actualidad. En dicho espacio se destinaron principalmente tareas de demostración de técnicas, pero también hubo charlas informativas, venta de juguetes para ser empleados en sesiones , y momentos donde se invitaba a personas del público a que probasen alguna de las acciones que allí transcurrían. Este gran evento es un festival multisensorial gestado en la ciudad en el año 2005, y que actualmente cuenta con diecisiete ediciones ininterrumpidas (salvo durante la pandemia). En tanto una combinación de mercado y festejo, el espacio “propone un encuentro celebratorio en torno a lo que, desde la organización del evento, llaman sexualidad, sensualidad y placeres ” (Ruíz, Bianciotti y Robledo Achaval, 2020:169), marcando un importante hito anual en el calendario nocturno de muches cordobeses. Entre los años 2016 y 2018 participé del stand en demostraciones de spank con otres practicantes y personas del público, en paseos de sumises asumiendo un rol de dominación , y en la entrega de folletos informativos para les asistentes.
  • 9
    Durante el trabajo de campo, observé que las reglas fueron similares en todos los grupos que organizaban espacios de sociabilidad para practicantes de BDSM, aunque con algunas diferencias. Por un lado, algunas reglas eran compartidas, como el respeto por las personas presentes en los eventos , y la prohibición de hacer escenas que implicaran scat o lluvias doradas . Por otro lado, existía una regla que desalentaba las relaciones sexuales pero que se encontraba sujeta a lo que cada grupo entendiera por “sexo”, siendo principalmente interpretado como penetraciones. En este sentido, la rigidez de la regla podía variar según el local donde fuese organizado el evento: si era en una residencia privada, podía destinarse un cuarto con iluminación tenue y preservativos para que les asistentes mantuvieran relaciones coitales (o, al menos, para brindar esa posibilidad), pero en locales comerciales, donde se coordinaba la mayoría de los eventos , existían ordenanzas gubernamentales que prohibían performances sexuales. Para algunes entrevistades, este punto resultaba beneficioso para diferenciarse de eventos organizados en la ciudad de Buenos Aires, donde decían que había mucho sexo y poco BDSM . Un último punto sobre las reglas fue su arbitrariedad. Luego del primer encuentro al que asistí, la regla que prohibía las relaciones sexuales fue excluida de las normas -al menos para dicho grupo-, abriendo el espacio para que los participantes pudiesen incluir prácticas de penetración. De la misma forma, una de las reglas desalentaba las prácticas extremas e indicaba que debía consultarse a les organizadores si determinada interacción podía llevarse a cabo, aunque no se explicitaba de antemano qué era entendido por extremo .
  • 10
    Gayle Rubin nos advierte que las sociedades construyen jerarquías morales que diferencian algunas prácticas y vinculaciones eróticas como “buenas” o “malas”, de acuerdo a cambiantes parámetros históricos, legales, políticos, culturales, etc. No obstante, advierte que mayormente se comprende por una “buena” sexualidad aquella que se realiza en el seno de una pareja heterosexual, bajo los designios de la monogamia y en búsqueda de fines procreativos. Con variaciones, todo aquello que comience a alejarse del “círculo mágico” recae en el terreno de lo abyecto, operando diversas sanciones sobre las personas involucradas, así como la agitación de pánicos morales ante las “malvadas” sexualidades. En este caso, el BDSM erosiona muchos de esos parámetros al alejarse de una heterosexualidad obligatoria, al emplear objetos externos a la corporalidad cárnica, al descentrar lo genital de los contactos, al erotizar los diferenciales de poder… entre otras características.
  • 11
    Como cara de una misma moneda, el autor advierte sobre los usos injuriantes del discurso, en tanto el insulto puede emplearse de modos subversivos o como apalanque de las relaciones de poder. Desde sus palabras, podemos comprender que “como somos seres que necesitan del lenguaje para existir, el lenguaje puede herirnos” ( Saxe, 2015SAXE, Facundo Nazareno. La noción de performatividad en el pensamiento de Judith Butler: queerness, precariedad y sus proyecciones. Estudios Avanzados (24), Santiago de Chile, Instituto de Estudios Avanzados-USACH, 2015, pp.1-14. https://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/ideas/article/view/2269
    https://www.revistas.usach.cl/ojs/index....
    : 8). A futuro, sería provechoso analizar los empleos locales de categorías como “perversión” o “locura” para nombrar prácticas eróticas que escapan de lo normalizado, sobre todo desde la naturalización de una concepción médico-política jerarquizada de la sexualidad.
  • 12
    Cuando se enunciaba el término vainilla se hacía como sinónimo a una sexualidad convencional , explicada como el guion ampliamente difundido de sexo oral, seguido de penetración, y terminando en una obligada eyaculación. También surgía como expresión metafórica en relación a una popular galleta argentina, cuyo sabor simbolizaba el aburrimiento de comer siempre lo mismo, siendo el BDSM un agregado de otros ingredientes que le otorgarían al sexo nuevos sabores.
  • 13
    Texto original: “[a script] is a unit large enough to comprehend symbolic and nonverbal elements in an organized and time-bound sequence of conduct through which persons both envisage future behavior and check on the quality of ongoing conduct. Such scripts name the actors, describe their qualities, indicate the motives for the behavior of the participants, and set the sequence of appropriate activities, both verbal and nonverbal, that should take place to conclude behavior successfully and allow transitions into new activities ”.
  • 14
    Desde la teoría de la guionización, comprendemos que la vida sexual no puede ser pensada en términos universales, como si se tratase de un imperativo expresado de igual forma en todo tiempo y lugar. Por el contrario, se trata de un entramado históricamente situado, donde las experiencias concretas sobre lo sexual, así como lo que las personas hacen (y no hacen) en el plano sexual, serán resultado de las particulares circunstancias de aprendizaje establecidas en cada grupo social. Estos procesos conllevan luchas de poder en la institución tanto de lo que será considerado “normal” como de lo que recaerá en el terreno de las “desviaciones”. Para el autor, un espacio privilegiado para el estudio de los guiones sexuales son los productos culturales gestados en las propias sociedades, como películas y libros, donde se establecerán modelos “buenos” y “malos” a seguir. Para ello, propone una visión dinámica compuesta por tres niveles: por un lado, el nivel intrapsíquico, entendido como la reapropiación de esquemas mentales que las personas emplean como guías para la acción presente y la planificación a futuro; por otro lado, el nivel interpersonal, donde entran en juego las interacciones entre las personas, basándose en pautas de comportamiento que estructuran los encuentros; y finalmente, el escenario cultural en que actúan los distintos parámetros legales, morales, políticos, económicos, etc. Indagar en una interrelación profunda de estos niveles podría ofrecer valiosos aportes para el estudio del BDSM local, tarea pendiente para futuros escritos.
  • 15
    Podemos pensar estas escenas desde las indagaciones de María Elvira Díaz Benítez (2015)DÍAZ BENÍTEZ, María Elvira. O espetáculo da humilhação, fissuras e limites da sexualidade. Mana, 21(1), Rio de Janeiro, PPGAS-UFRJ, 2015, pp.65-90. https://doi.org/10.1590/0104-93132015v21n1p065
    https://doi.org/10.1590/0104-93132015v21...
    sobre “pornografía de humillación”, donde aborda los límites de la performance como una “fisura” que juega desde la construcción de una realidad espectacularizada. Para la autora, quienes consumen estas imágenes saben que se trata de una actuación, pero exigen que la misma parezca real, demandando que las emociones (como el miedo o el asco) puedan verse en los cuerpos de quienes componen una escena particular. Como señala la autora, la “fisura” se produciría en un instante clave donde realidad y ficción se anudan de manera estrecha, donde -por veces- puede tornarse indistinguible la distinción entre abuso y consentimiento. En sus palabras: “La fisura es la evidencia de que la práctica ultrapasó la expectativa de dolor, es una pequeña escisión donde el acto (o representación del acto) se torna violencia, aunque luego la fisura se rehaga por medio de la sociabilidad que envuelve la dinámica de este grupo de sets de filmación” ( Díaz Benítez, 2015DÍAZ BENÍTEZ, María Elvira. O espetáculo da humilhação, fissuras e limites da sexualidade. Mana, 21(1), Rio de Janeiro, PPGAS-UFRJ, 2015, pp.65-90. https://doi.org/10.1590/0104-93132015v21n1p065
    https://doi.org/10.1590/0104-93132015v21...
    : 78-79, traducción propia). Si bien la propia “fisura” acontece en un ambiente controlado, eso puede resultar evidente para quienes constituyen un equipo de grabación, pero no necesariamente comprendido por quienes consumen la escena final.
  • 16
    Sobre esta característica de fragilidad, recupero los aportes de Geneviève Fraisse (2011FRAISSE, Geneviève. Del consentimiento. Santiago de Chile, Palidonia, 2011 [2007]. [2007]) cuando señala que todo acto de consentimiento resulta de un accionar íntimo, pero nunca solitario, puesto que implica un movimiento entre una persona que propone y otra que responde. El problema radica en que el consentimiento puede obtenerse mediante la coerción, haciendo uso de las propias posiciones jerárquicas en que se encuentran las personas. A este respecto, Camila Fernandes et al. (2020)FERNANDES, Camila; RANGEL, Everton; DÍAZ BENÍTEZ, María Elvira; ZAMPIROLI, Oswaldo. As porosidades do consentimento. Pensando afetos e relações de intimidade. Sexualidad, Salud y Sociedad (35), Rio de Janeiro, CLAM-IMS-UERJ, 2020, pp.165-193. https://doi.org/10.1590/1984-6487.sess.2020.35.09.a
    https://doi.org/10.1590/1984-6487.sess.2...
    apuntan una crítica al ideal de sujeto autónomo y racional pensado desde el campo jurídico, así como a las concepciones sobre el consentimiento que manan de esta esfera, debido a la imposibilidad de someter toda experiencia a una sola forma de comprender un fenómeno. Por ello, proponen trabajar desde las “porosidades” del consentimiento en tanto un conjunto de relaciones sociales que no deben darse por sentadas, sino que compelen a pensar en procesos de permanente negociación, sopesando las (im)posibilidades concretas de aceptar o rechazar una propuesta.
  • 17
    A lo largo del trabajo de campo comencé a participar de sesiones como spanker , persona en rol de dominación en prácticas de golpes, en lo que suele llamarse dominación física . No obstante, continué empleando un membrete de curioso ante el temor de ubicarme en otra categoría, hasta que en una reunión social fui interpelado a cambiar de color. En una ronda de presentaciones, conté algunos datos sobre mi persona y mencioné que participaba en los encuentros como curioso , a lo que otra de las practicantes respondió: “dejate de joder y elegí spanker, si todos sabemos que te gusta”.
  • 18
    Estas imágenes ameritan al menos dos consideraciones. Por un lado, si bien narradas como estereotipos, podían ser acopiadas en tanto recursos para la construcción de escenas, como sucedía en algunas presentaciones públicas, donde uno de los varones dominantes vestía un traje formal y una máscara veneciana. Debido a su atuendo y su corporalidad tonificada, entre el público se lo apodaba el christian gray cordobés , en alusión al personaje de 50 sombras de Gray , lo que atraía a muchas personas. Por otro lado, la visión romántica del BDSM conllevaba el peligro de cristalizar los roles patriarcales de la mujer pasiva y el hombre activo, donde el potencial disruptivo de los “guiones” bedesemeros , capaces de construir una sexualidad que erotiza las jerarquías de poder, resultaba opacado por la reproducción acrítica de guiones heteronormativos. Como indicara Catalina, muchas personas empleaban este esquema como una excusa para sustentar vínculos abusivos, donde primaba la violencia y no así el trazado de acuerdos consensuados.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    15 Ene 2024
  • Fecha del número
    Sep-Dec 2023

Histórico

  • Recibido
    16 Ene 2023
  • Acepto
    03 Oct 2023
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